Desde que irrumpió como género en la historia de la representación visual, sea en pintura, escultura o grabado, fuera individual o colectivo, esgrimido como recurso para la legitimación social o la perdurabilidad de un personaje, o como un simple recuerdo familiar, el retrato es uno de los géneros que mantiene su presencia y vigencia en el arte universal.

Sus atributos representacionales probaron no sólo su validez funcional, sino también su envergadura estética cuando el artista logró desprenderse de la simple copia de la fisonomía del modelo, para cargarla de expresividad y, especialmente, de la mirada con la que interpretaba la personalidad del retratado, o hasta concebir su imagen según su personal ideal estético tal como hizo tempranamente Leonardo con su “Mona Lisa”.

Desde que irrumpió como género en la historia de la representación visual el retrato es uno de los géneros que mantiene su presencia y vigencia en el arte universal.

En su transcurrir histórico, la fotografía también lo incorporó y compitió con la pintura demostrando la eficiencia del nuevo invento al capturar con precisión los rasgos del retratado; pero también lo enriqueció con los matices que lograba entre los extremos del blanco y el negro, o con los manejos de la luz y los encuadres, luego con el color, entre otros recursos experimentados en los primeros estudios fotográficos, formando parte de sus intentos por hacer arte. Muy pronto el retrato salió de aquellos estudios profesionales, se democratizó con la cámara fotográfica familiar y hoy llega hasta el selfie, poniendo la nueva tecnología al servicio del viejo auto-retrato practicado por tantos artistas y épocas.

Esta permanencia hasta nuestros días, actualizada y echando mano a cualquier técnica y soporte, quizás se deba a las mismas necesidades de representación que tuvo en sus orígenes: como gesto de visibilidad y poder, o para fijar la identidad del individuo, responder a cierta manifestación de la vanidad humana, o dar perpetuidad a la memoria de individuos, ya fueran sobresalientes o comunes. Pero también acude a nosotros como fórmula para rendir homenaje, que es otra manera de perpetuar, reconocer, evaluar y reevaluar, y hasta un modo de traer a la actualidad, o fijar en ella, a aquellas personas, del pasado y del presente, que valoramos como ilustres y dignos de ser expuestos públicamente, reconocidos visualmente, recordados y agasajados por su legado imperecedero, por la huella o el impacto que dejan en una determinada cultura, incluso más allá de su espacio y tiempo.

Reynier Suñol, un profesor de la Academia San Alejandro, quien conoce la validez histórica y artística del retrato y lo estima imprescindible para el dominio de los oficios en las artes visuales, se propuso desarrollar un Taller de Retrato donde los aprendices abordaran este género desde diferentes técnicas, se armaran de los procedimientos necesarios para descubrir sus secretos y realizaran lo mismo una apropiación técnica, siguiendo ese buen hacer que practicaron y enseñaron los viejos maestros, como Armando Menocal, Leopoldo Romañach o Esteban Valderrama, que un giro especulativo hacia formas más libres y subjetivas, que estimularan la creatividad mediante la interpretación personal del sujeto retratado, lo mismo adecuadas a sus contextos históricos o artísticos respectivos que siguiendo los aires de la contemporaneidad.

“No es este el paradigma científico (…) Es el paradigma artístico, que se acumula, que traza caminos infinitos…”

Tales encomiables empeños no debían quedar encerrados en los espacios del taller, sino que merecían ser expuestos, como incentivo para los iniciados que habían revelado sus alquimias, y para que, a la vez, ensayaran esta vivencia exhibitiva inherente a la vida artística profesional que es, en definitiva, el destino final de sus esfuerzos y el sentido de sus aspiraciones. Así fue la primera experiencia organizada por la Academia con una muestra de retratos dedicada a los maestros más antiguos del claustro, algunos de los cuales todavía se encuentran en ejercicio.

A esta muestra siguió un segundo proyecto, este cuyos resultados tenemos hoy la posibilidad de observar, también de disfrutar, concebido como homenaje a nuestros Premios Nacionales de Artes Plásticas, quienes, con la riqueza y singularidad de sus obras artísticas han trazado modelos que traspasan los límites de épocas y generaciones para constituirse en paradigmas, de ahí el título de la exposición, categoría que apunta a lo trascendente, o que, parafraseando a José Martí a partir de uno de sus sabios apuntes, alude a la inmortalidad que solo alcanzan los que han sabido reflejar las condiciones múltiples y confusas de cada época, los que han sabido resistir el necesario influjo de otros, con antejuicio suficiente para grabar lo que ha de quedar fijo, y desdeñar lo que se anda usando, lo que no tiene condiciones de fijeza.

No es este el paradigma científico, que se establece inalterable como canon o que, por el contrario, sucumbe ante un nuevo descubrimiento que lo destituye. Es el paradigma artístico, que se acumula, que traza caminos infinitos, que revive cada vez que un joven artista lo retoma o lo apropia como referente para construir sus renovadores discursos.

El modelo para llevar a cabo este ejercicio fueron las fotos de los artistas premiados, aunque hubo casos en que se logró el contacto directo de los jóvenes estudiantes con los artistas a ellos encargados, acercamiento que propició una más natural o directa captación de la personalidad y el carácter, que es en sí el sentido del género, lograda a través de conversaciones informales o entrevistas más estructuradas. Proximidad que, seguramente, añadió mucha más sabiduría al propósito inicial de esta experiencia artístico-pedagógica.

“Tales encomiables empeños no debían quedar encerrados en los espacios del taller, sino que merecían ser expuestos”.

La ocasión entonces se hace oportuna, y a propósito de la 15 Bienal de La Habana y su propuesta de horizontes compartidos, para felicitar nuevamente a nuestros Premios Nacionales por su trascendencia, constatada hoy en su reactivada presencia en los predios de la añeja Academia San Alejandro; felicitar a los estudiantes que participaron en esta magnífica, y seguro que inolvidable experiencia de aprendizaje, así como de creación artística y de vida; felicitar también y agradecer al profesor que lidera este proyecto y su exposición, y a todos aquellos que contribuyeron a hacerlo posible.

*Palabras de apertura de la exposición Paradigmas, homenaje de la Academia San Alejandro a los Premios Nacionales de Artes Plásticas. 20 de noviembre de 2024. Galería de la Academia.

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