La 15 Bienal de La Habana se ha iniciado en una ciudad que llega a su 505 aniversario, a la vez que el principal evento de las artes visuales en Cuba y uno de los de mayor alcance de su tipo a nivel internacional celebra este año cuatro décadas de su existencia.

Hoy puede afirmarse concluyentemente que nuestra Bienal es la más atípica del hoy llamado Sur Global e incluso del mundo a fines del primer cuarto del siglo XXI. Se ha desarrollado a lo largo de cuatro décadas paralelamente a las complejidades que han ido conformando aquello que llamamos hoy arte contemporáneo, y ha logrado visibilizar producciones artísticas y prácticas creativas que antes de la existencia de este encuentro eran desconocidas, entre otros importantes aciertos. Aunque, como sabemos, referirnos a sus conquistas no debería reducirnos, solo a las loas, sí es muy justo resaltar cómo cada edición ha sido posible, entre otros factores, a la férrea voluntad y preparación de especialistas, críticos de arte, curadores, periodistas y personal de apoyo en general que lidian con innúmeras dificultades de todo tipo para hacerla realidad.

“Hoy puede afirmarse concluyentemente que nuestra Bienal es la más atípica del hoy llamado Sur Global e incluso del mundo a fines del primer cuarto del siglo XXI”.

En este orden, uno de los elementos que diferencia nuestra Bienal del resto de las ya cuantiosas existentes, es que se hace con una economía de recursos en extremo modesta en comparación con la usual inversión que se requiere para producir esta cita a nivel internacional. Ahora mismo su realización avanza marcada por una frugal sobriedad que en nada puede compararse con la acostumbrada inversión que exige este tipo de encuentro de artistas internacionales que hoy vienen a la isla por sus propios medios y recursos y costean el traslado de sus obras para instalarlas en una Cuba con enormes dificultades en la vida cotidiana, y que padece hace más de medio siglo el bloqueo más extenso de la historia universal, por parte del gobierno más poderoso del orbe.

Visiones compartidas en la Casa de África en la vieja Habana ha sido una de las primeras exposiciones que abrió sus puertas al día siguiente de la inauguración de la 15 Bienal. Sus curadores, el artista estadounidense Ben Jones y el especialista en arte africano y arte cubano, José (Pepe) Fernández constituyen el dúo a cargo de la exhibición. Ellos asumieron una exposición que se inserta en la instalación museal de ese centro, con los inconvenientes que ello implica desde el punto de vista museográfico y del espacio necesario para exponer las obras de 25 artistas afrodescendientes que provienen sobre todo de Estados Unidos, a la par que hay artistas con origen en Brasil, Portugal, Nigeria, República Dominicana, a todos les une el marcado interés por exponer en La Habana, de igual modo, la exhibición colectiva incluye a 16 artistas cubanos de gran prestigio en el panorama artístico del país.

Artistas de Estados Unidos, Brasil, Portugal, Nigeria, República Dominicana y Cuba integran la nómina de la exposición.

La inclusión de más de cuarenta obras distribuidas en las plantas del edificio de la Casa de África y expuestas entre piezas de valor museal, favorecen una mirada hacia el tema de los afrodescendientes que crean un arte de resistencia decolonial en la contemporaneidad, sin dejar de imbricar, abierta y dinámicamente en éste, referentes de identidades múltiples en un mundo global. 

En la Casa de África se ha articulado un programa que incluye varias artes, cuya apertura fue un panel sobre artistas brasileños afrodescendientes referido, entre otros temas, a la cultura del lenguaje, la religión y la comunidad indígena. Además la programación incluye a la música con actuaciones como la de Beatriz Márquez (llamada en Cuba “La musicalísima”), el hip-hop de Magia Cabrera y su grupo, Alejandro Mayor y su grupo de jazz y Vocal Baobab; asimismo se proyectará una muestra de cine de los realizadores afrodescendientes de Hassan Aliyu (Inglaterra), Gloria Rolando (Cuba), Arturo Lindsay (Panamá) y Robin Holder (Estados Unidos).

A lo anterior cabe agregar que la mayor parte de los participantes internacionales son residentes en Norteamérica que desafían hoy, al venir, fuertes corrientes de oposición hacia Cuba.

En la Casa de África se ha articulado un programa que incluye varias artes.

Ben Jones expresaba en la inauguración que “la propaganda que recibimos en Estados Unidos sobre Cuba es negativa”, y resaltaba el trabajo del artista y educador Mansa K. Mussa, y la obra de quien llamó el alma de este proyecto, la artista Toni Thomas. Mas que la exposición lo que más aporta, considero, es la relación entre los artistas que vienen de Estados Unidos y otros países y unirse a los cubanos, en una comunión entre todos sobre el tema abordado.

El propio Ben Jones, organizador de “Visiones compartidas” desde los Estados Unidos, ha venido más de un centenar de veces a Cuba: “Yo me siento que soy de aquí”, me dice en su español con acento spanglish. Jones nació en Nueva Jersey en 1940 y además de artista, es profesor y activista por las causas del medio ambiente y ha sido un promotor del intercambio entre los dos países. Hace una década fue el curador y coordinador de la exposición Artistas afroamericanos y Abstracción que se exhibió en el Museo de Arte Universal en La Habana, y en esa ocasión trajo a un grupo de artistas, músicos e intelectuales de Estados Unidos.

Quisiera detenerme aquí y hacer un llamado de atención sobre esta posibilidad de encuentro entre artistas cubanos y residentes en los Estados Unidos, ya que durante varias décadas la opción de un intercambio no era frecuente para Cuba. En esta dirección, la Bienal de La Habana ha sido a lo largo de estas cuatro décadas uno de los mejores ejemplos de conexión entre la Isla y Estados Unidos.

“Uno de los elementos que diferencia nuestra Bienal del resto de las ya cuantiosas existentes, es que se hace con una economía de recursos en extremo modesta en comparación con la usual inversión que se requiere para producir esta cita a nivel internacional”.

En el ámbito de las artes visuales estos intercambios se iniciaron a comienzos de los años ochenta, en una espiral de interés que se ha elevado con el transcurrir de las décadas, y en la que también participan otros actores de la cultura proveniente de los Estados Unidos como coleccionistas, estudiantes, artistas, curadores, académicos, escritores, músicos, entre muchos otros. Proyectos de participación y gran recepción popular como Detrás del Muro, uno de los más exitosos en el evento cubano, siempre han incluido desde un inicio obras de artistas procedentes de ese país.

En ese cruce se hallan motivaciones que parten de una historia que enlaza tradiciones y cultura étnica entre ambos países, como sucede con el tema de las raíces africanas comunes. Un buen ejemplo de ello ha sido la participación de la cubana Magdalena Campos-Pons, residente en los Estados Unidos hace más de dos décadas, que ha traído el proyecto “Ríos Intermitentes” a su ciudad natal, Matanzas, durante las bienales revitalizando la relación con la visita de artistas estadounidenses y del mismo modo ellos han contribuido en dar a conocer a los artistas cubanos en el país del Norte.

No menos significativa ha sido la labor en el campo de la investigación artística de una de las cubanas que más ha profundizado en los estudios sobre los artistas cubanos radicados en los Estados Unidos, la Doctora Yolanda Wood, prestigiosa historiadora del arte, ha profundizado en la creación de aquellos en un entorno radicalmente diferente al caribeño. Ella y otros expertos han dado a conocer además sus ideas a través de los talleres internacionales del Programa de Estudios sobre Latinos en los Estados Unidos, organizados por la Casa de las Américas en La Habana, institución que ha servido de vínculo esencial para el intercambio de los cubanos y latinos en general que realizan su obra sobre arte, música, teatro, literaria e investigativa en el campo de la cultura desde los Estados Unidos y en el hemisferio.

“La Bienal de La Habana ha sido a lo largo de estas cuatro décadas uno de los mejores ejemplos de conexión entre la Isla y Estados Unidos”.

Desde entonces los contactos a través de instituciones, centros, y artistas individuales se han ido acrecentando, a partir de una histórica relación cultural y artística que tiene antecedentes, incluso, antes del período revolucionario, para fortalecer esos lazos de intercambio después del 59 y hasta hoy en la esfera de las artes visuales, favorecidos por los programas culturales y artísticos de las instituciones cubanas y el Ministerio de Cultura de Cuba. 

Entre el cuantioso gremio de artistas visuales cubanos, el curador Pepe Fernández, seleccionó a creadores de primer nivel que han resemantizado y recreado las raíces africanas y así incluyó a Manuel Mendive, Michel Mirabal, René Peña, Roberto Diago, Ramón Haití, entre otros. Choco, por ejemplo, retomó una obra de las que realizó en su etapa en Angola hace años, Guinguindo, y que recreó en el 2018; Roberto Chile incluye una obra en que múltiples fotos aparecen a modo de mural; Jorge Mata nos deja una joya de obra libro arte titulada El libro de artista, una lectura diferente, en que al libro como tal con sus magníficas imágenes ha agregado un video de 7 minutos; el escultor cubano José Duverger ha extraído de un tronco una escultura de dos metros, una figura calada en la que despliega una maestría técnica digna de ser mencionada; Luis Lamothe ha sido incluido, un artista que falleció joven aún y cuya obra xilográfica expuesta revela la conexión con esa figuración distintiva que le caracterizó.

Las obras de los cubanos se hallan en las plantas altas, a la que se suma la de un artista italiano del video y la instalación, Cristiano Berti, que participa con su proyecto de investigación histórico y artístico Ciclos fútiles Boggiano. Berti expone el árbol genealógico de Liberata Boggiana, una africana de la etnia mandinga que lleva el apellido de su dueño, dado que el comerciante Antonio Boggiano que se instaló en Trinidad como propietario de un cafetal y fuera traficante de esclavos, le dio su apellido como marca a ella y a los esclavos de su posesión que a su vez lo transmitieron a sus descendientes.

El estadounidense Orlando Cuevas expone una instalación que apela a la importancia educativa de lo lúdico, y a la coincidencia entre los ritmos de las estaciones, la naturaleza y los cuatro palos de la baraja, en una mesa levantó castillos de naipes creados por él, que fueron objeto de intervención del público, y sobre todo fue de gran atractivo para los niños que jugaron con las cartas, y a quienes Cuevas motivó con una actuación como mago. Descendiente de puertorriqueño, este artista que cultiva el arte circense, la pintura y la instalación, fue maestro de escuela, y la obra que presenta en la Habana fue expuesta anteriormente en Estados Unidos, antes de llegar aquí al Caribe.

Visiones compartidas tiene la valía de abordar desde los discursos del arte la creación desde la visión de artistas que sienten una vinculación identitaria como afrodescendientes.

La muestra colectiva que se exhibe en Visiones compartidas tiene la valía de abordar desde los discursos del arte la creación desde la visión de artistas que sienten una vinculación identitaria como afrodescendientes o creadores que se identifican con la problemática por lo que sus obras revelan la importancia de sus signos, imágenes, temas, y compromisos individuales, sociales y políticos en una actualidad en la que el capitalismo mundial continúa imponiendo relaciones de dominación sobre los pueblos y las individualidades a lo largo de la historia. En los mares, las selvas, las poblaciones indígenas, y en las migraciones éstas continúan en sus dramáticos desplazamientos, en sus entrelazamientos interculturales, y en el devenir de sus prácticas culturales en las que un rico imaginario espiritual, religioso y de saberes que tiene antecedentes en África, aún hoy desafía patrones, tensiones y comportamientos provenientes de la cultura neocolonial y eurocéntrica.

La apertura de Visiones compartidas en la Casa de África, en Obrapía 157 entre Mercaderes y San Ignacio, culminó con los toques de los tambores del grupo cubano Descendencia rumbera. A partir de ahora yhasta el mes de marzo de 2025, el público que asista podrá disfrutar de mucho más de lo que en estas líneas se intenta abarcar y que, desde luego, desborda estas páginas.

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