Un siglo atrás la sociedad cubana se estremeció con la noticia del fallecimiento de Lola Rodríguez de Tió, poetisa, patriota, puertorriqueña y cubana por igual, amada en una y otra isla.

Una de las mujeres de mayor relevancia social y cultural en la Cuba de finales del siglo XIX y a lo largo del primer cuarto del siglo XX fue Lola Rodríguez de Tió, nacida en 1863.

El despotismo colonial imperante en su Borinquen natal laceraba el carácter independentista de Lola —como solía llamársele—, asegurándose que fue esta la causa de su emigración por diversas tierras hasta radicarse finalmente en Cuba.

Llegó en 1889, con el esposo Bonocio Tió, también hombre de letras. Junto al matrimonio venía la hija de ambos, llamada Patria. En su edición del 10 de noviembre de aquel año de 1889, el semanario habanero El Fígaro presentaba a sus lectores el retrato de la poetisa, a quien daba la bienvenida. Pocos días después, el 6 de diciembre, en el Teatro Tacón, declamaba Lola su poesía “A Cuba”, que muy pronto se popularizó, y de la cual reproducimos esta inspirada estrofa:

¿Cómo no darme calor
la hermosa tierra de Tula,
donde el horizonte azula
y da a los campos color?

La huella de Lola Rodríguez de Tió se hizo palpable en varias de las publicaciones más importantes de la Cuba del XIX, que recogen sus textos y la citan cuando se alude a la presencia femenina en la literatura. Ella figuró también entre los miembros fundadores de la Academia Nacional de Artes y Letras, creada en 1910.

“(…) resultan evidentes en la poesía de Lola Rodríguez: el entusiasmo patriótico, la exaltación de los sentimientos, el amor por el paisaje natural, la inspiración cálida, la espontaneidad de la rima, el colorido y la llaneza del lenguaje”.

Se publicaron varios poemarios suyos: Mis cantares, editado en Puerto Rico; Claros y nieblas, también en dicha isla, en 1885, y Mi libro de Cuba, que apareció en 1893. Quedó de ella un cuarto cuaderno inédito titulado Claros de Sol.

Algunas características resultan evidentes en la poesía de Lola Rodríguez: el entusiasmo patriótico, la exaltación de los sentimientos, el amor por el paisaje natural, la inspiración cálida, la espontaneidad de la rima, el colorido y la llaneza del lenguaje.

Le preocupó el tema de la educación. Fue inspectora de escuelas y con su aguzada sensibilidad comprendió cuán importante era la formación integral de los escolares para el desarrollo posterior de sus personalidades y para el bien común de la nación.

Vivió largo tiempo en Cuba, aunque realizó viajes al exterior. Recién llegada de uno bastante prolongado por Europa falleció, el 10 de noviembre de 1924, en La Habana, a los 61 años. La noticia se recibió con sincero pesar y el espacio que al suceso se le dedicó en la prensa revela la gran consideración en que se le tuvo.

Su inserción en el contexto sociocultural cubano fue completo, al punto de que una estrofa suya muy conocida —del poema “A Cuba”— ha devenido símbolo de los indisolubles lazos existentes entre la isla que la vio nacer y la que la acogió como hija adoptiva:

Cuba y Puerto Rico son
de un pájaro las dos alas;
reciben flores y balas
sobre el mismo corazón.

Mujer de sólida cultura y carácter, Lola Rodríguez de Tió figuró entre las personalidades femeninas más destacadas en la sociedad habanera de su tiempo. Hoy, al cabo de un siglo de su partida, es alentador comprobar que su memoria continúa viva.