Equilux: la verdad de la vida sobre la verdad de la escena
22/11/2017
Danza Contemporánea de Cuba (DCC) regresó al Teatro Mella, su escenario natural, los días 10, 11 y 12 de noviembre para presentar en premiere mundial Equilux, de la coreógrafa escocesa Fleur Darkin.
El último montaje de la compañía es el resultado de meses de trabajo como parte del Proyecto Islas Creativas, entre Danza Contemporánea de Cuba y la oficina del British Council en el país.
El Laboratorio Coreográfico de Islas Creativas comenzó bajo este nombre el pasado año con la llegada del también coreógrafo británico Theo Clinkard, quien creó Listening room para DCC. No era la primera vez que ambas instituciones ideaban proyectos en conjunto. Aún tenemos en nuestra memoria el grato recuerdo de Tangos Cubanos, poema danzario nacido de la creatividad del artista Billie Cowie, que ojalá DCC pronto reponga.
Este año los gestores de la segunda edición de Islas… invitaron a la directora artística del Scottish Dance Theatre, Fleur Darkin, para impartir un taller y montar una obra que devino Equilux.
La crítica británica ha calificado la danza de Darkin como poderosa e inquietante, y ciertamente lo es, al menos Equilux produjo esa sensación. Además, es diferente a lo que ha presentado la compañía en los últimos años, incluso dista bastante de las piezas de los coreógrafos ya mencionados.
La coreógrafa expresó en la primera conferencia de prensa que ofreció, a los pocos días de llegar a La Habana, lo encantada que estaba de trabajar con estos bailarines cubanos, algo que reafirmó luego en su segunda conferencia, en la residencia del embajador británico en La Habana.
Mas, sin haber presenciado ninguno de estos encuentros, tan solo bastaba haber asistido uno de esos tres días al Teatro Mella para percibir la conexión lograda entre creadora e intérpretes. Formar parte de este elenco exige ser mucho más que un buen o una buena bailarina, pues esta obra reclama un(a) intérprete en rigor.
No creo, honestamente, que Darkin pudiera montar Equilux con un elenco de danza que no tenga estas características. Intuyo que al descubrir el talento y el caudal que posee DCC, creó una obra exclusiva e inquietante, como es su estilo, poniéndole la vara alta a unos bailarines que ya le habían puesto la vara alta a ella, desde que los vio por primera vez en la última gira que realizara la compañía en el Reino Unido.
Es un montaje depurado, con movimientos sugestivos, sensuales, otros aparentemente o intencionalmente robóticos. A la vez es una puesta que demanda entrega total de sus intérpretes, los bailarines están la mayor parte del tiempo en escena, moviéndose o no, y prácticamente a oscuras en varios instantes.
La pieza requiere una preparación física indiscutible y una técnica sólida. En este sentido, Darkin extrajo el virtuosismo de DCC sin estridencias, desde la humildad con que esta creadora se mueve y se mezcla con los bailarines, como si fuera una integrante más de la compañía.
El grado de personalización de esta obra es otro punto a su favor. El montaje posee un aporte vital del mundo interior de sus intérpretes, en la medida en que se descubren y exteriorizan sus sentimientos más profundos e íntimos.
Darkin explicó que el título se refiere al periodo dentro del equinoccio en el que el día y la noche tienen la misma duración. “En esta obra trato de encontrar el equilibrio que las personas intentan lograr en sus vidas con respecto a sus necesidades espirituales y cotidianas”, reveló la coreógrafa. De ahí la analogía entre luz y sombra, del punto medio entre las antípodas, vinculando los momentos de luz y oscuridad inherentes a los seres humanos.
Precisamente esa sensación de penumbras y luminosidad como metáfora es enfatizada por la intensidad con la que se proyectan las luces, según sea el momento, sobre cuerpos vestidos de negro. Aquí el diseño de luces asumió un peso fundamental en la escena, sobre todo la luz cenital sobre los círculos. Asimismo, la música refuerza esa dualidad, y completa desde el sentido auditivo la construcción visual y danzaria, coronando un montaje redondo en su concepción.
Con un equipo técnico y artístico inmejorable, Equilux tiene todas las cartas para triunfar allí donde se presente. Habrá que pensárselo dos veces entonces para otorgarle menos de cinco estrellas, siguiendo la costumbre de los críticos británicos.