Acerca del compromiso de los intelectuales en la Cuba de hoy
El pueblo cubano ha levantado una cultura resistente sobre el rizoma de una tradición que armoniza la belleza y la justicia. No se alzó nunca de ella —salvo muy contadas excepciones— una manifestación trascendente que no estuviera marcada por una porfiada vocación de servicio. José Lezama Lima pensaba que la isla había entrado a la historia de la mano de la poesía; y la gran poesía, entendida como sumun de la creación material o espiritual de la nación, le ha sido fiel siempre a la esencia que nutre su identidad. La Revolución Cubana abrió un cauce a la realización plena del ser humano, como creador, protagonista y sujeto de la cultura, en un ademán utópico que lo hace depositario e impulsor principal del cambio radical hacia un nuevo posicionamiento ante la sociedad, la historia, la naturaleza y la propia cultura.
“La guerra económica de Estados Unidos contra Cuba lo es también cultural, eminentemente cultural, y atenta contra nuestra identidad como nación”.
La tarea consciente de remover la sociedad neocolonial desde sus cimientos e instaurar un modelo alternativo, donde no tuvieran cabida la injusticia ni la inequidad de la sociedad capitalista dependiente instaurada en 1902, ha sido el empeño titánico de nuestro pueblo durante más de seis décadas. Asediado, agredido, bloqueado; el rapaz adversario del norte, a la sazón el imperio más poderoso de la historia, se ha empecinado en destruirnos.
Decía que es entonces un acto volitivo edificar esta sociedad de iguales. Obra de todos y todas. Los hombres y mujeres dedicados a crear belleza y valores éticos y humanistas, hemos de saber que tenemos el encargo no solo de generar y establecer esa obra y esos valores, sino, y fundamentalmente, defenderlos de una amenaza existencial, la tendencia a la disolución diseñada y establecida por el poder del capital, y que prevalece en las sociedades del sistema mundo capitalista que nos rodea por todas partes.
La guerra económica de Estados Unidos contra Cuba lo es también cultural, eminentemente cultural, y atenta contra nuestra identidad como nación.
No se trata solo de enunciarlo y parapetarse hasta la muerte si fuera necesario, en la trinchera tenaz frente a ese peligro. En lo esencial, se trata de enfrentar no solo el nuevo colonialismo cognitivo sino, y es fundamental, sostener un programa que fomente acciones propositivas para robustecer los valores que sustentan nuestro destino. No habrá una conciencia humanista y solidaria, y por ello una actuación del mismo signo, si no la acompaña una cultura humanista y solidaria que desde la escuela, la familia y los medios emita y desarrolle los valores fundamentales de los que hablamos. Determinados valores existen porque han sido sembrados. Cada acción cultural o ciudadana debe estar signada por ese imperativo. Nada en este ámbito puede surgir de la improvisación o el voluntarismo, sino resultado del pensamiento, la creatividad o la imaginación como laboratorios para las diversas tentativas en las que nos va la vida.
Se traduce esto en que son necesarias acciones contundentes para una evaluación del estado de la sociedad y los problemas en los que la cultura puede operar. La Revolución y el Socialismo han sembrado valores solidarios y justicieros en varias generaciones. Ese sustrato supervive y se fortalece ante cada momento de crisis. Así ha sido siempre. Así es ahora. Así será mañana, siempre y cuando abonemos cada día el árbol hondamente enraizado en nuestro sueño, nacido de la sangre y el sacrificio de tantos.
“La Revolución y el Socialismo han sembrado valores solidarios y justicieros en varias generaciones. Ese sustrato supervive y se fortalece ante cada momento de crisis”.
No podemos dejarles a otros lo que nos corresponde a nosotros, por vocación y compromiso. Creemos un arte revolucionario y demos nuevo impulso a las bases de la cultura socialista, humanista y solidaria, inclusiva y popular, autóctona y universal, que es carta de presentación de la Revolución Cubana y orgullo de sus hijos donde quiera que se paren. Pongamos en manos de nuestra gente la obra cultural que necesitan y merecen. La Revolución abrió una época de cultura para todos. Los mejores talentos pudieron florecer. Demos esa obra, y si no surge espontáneamente, ayudemos a que exista, apoyando, estimulando, fomentando las mejores ideas, los proyectos imprescindibles para la formación y el goce estético de las mayorías, necesitadas de arte y cultura por obra y gracia de esa demanda espiritual creada en cada uno por la revolución y el socialismo.
Pareciera idealista en las condiciones de la crisis civilizatoria que padece la humanidad, confinada la sensibilidad a los rincones oscuros del mercado y la codicia, proponernos más utopía, más imposible. Recordemos al Che, soñemos, hagamos lo imposible. Cuba nos abrió la posibilidad de soñar. De tensar las fuerzas de la posibilidad. Recordemos a Fidel cuando tempranamente vislumbraba su destino verdadero. Defender la revolución, que es la cultura, es nuestro destino verdadero. Hagámoslo. Estemos en esa primera fila con las armas del juicio, esas que desde el fondo de una cueva paran un acorazado —como escribió Martí— y vencen a las otras. La resistencia es nuestra mejor carta de triunfo. El mundo mira a Cuba como faro y paradigma. También nuestro propio pueblo. Estemos a la altura de nuestro tiempo, prefigurando con nuestro trabajo de hoy un mejor destino para los hombres y mujeres de nuestra patria.
* Intervención en la sesión plenaria del X Congreso de la Uneac. Palacio de las Convenciones, 2 de noviembre de 2024.