Había la música para los proyectos de Danza. La Rebambaramba, la misma cosa de El milagro de Anaquillé. Pero nosotros hacer eso entonces, por primera vez, hacer que aquellas obras se vieran, se escucharán, se hizo con un amor y entusiasmo brutal. [1]

Desde antes de la fundación del Departamento de Danza del Teatro Nacional de Cuba, el 25 de septiembre de 1959, quien fuera nombrado su director, ya publicaba textos en Lunes de Revolución sobre las figuras de Amadeo Roldán y Alejandro García Caturla; tal era la importancia que Ramiro les prestaba para su posterior búsqueda de una danza nacional cuando nos dice:

Y  este fue el momento en que surgió Amadeo Roldán, músico que tuvo una clara visión de la danza nacional. Como aquella que debiera expresar en movimientos propios e inconfundibles el sentir cubano que emanaba de su música. Luchó y trabajó por “hacer un arte esencialmente americano, en un todo independiente del europeo, un arte nuestro, continental, digno de ser aceptado universalmente no por el caudal de exotismo que en él pudiera haber, sino por su importancia intrínseca, por su valor en sí como obra de arte, por el aporte que haya en el nuestro al arte universal”.[2]

Sin lugar a dudas, cuando hablamos de Amadeo Roldán, automáticamente lo asociamos a la figura de Alejo Carpentier, no solo como crítico de la obra del genial compositor, ni por su condición de musicólogo, sino como libretista de dos obras emblemáticas del nacionalismo musical cubano, El Milagro de Anaquillé y La Rebambaramba, rescatadas y reelaboradas por Ramiro Guerra, en los tempranos, convulsos y favorables años fundacionales de la Revolución Cubana, en su búsqueda, también, del nacionalismo, pero en este caso danzario.

En La Rebambaramba está inserta la búsqueda del nacionalismo cubano en la danza.

Así, La Rebambaramba tuvo que ir a dar a París, en los brazos amorosos de Alejo Carpentier, de quienes somos deudores por el eminente servicio, y nos narra él, las invectivas y las amenazas que se ganó al anunciar su propósito. Le pronosticaron hasta el definitivo destierro por “conspirar” así contra el crédito de Cuba en el extranjero. [3]

La danza cubana inicia su bregar en nuestro siglo XX con dos propuestas referentes a la historia de nuestra nación. En Mulato (19 de febrero de 1961), la que destacaremos por su ineludible vínculo con Amadeo Roldán, Ramiro Guerra acompaña su danza con el tríptico orquestal Tres pequeños poemas [4], del cual Alejo Carpentier, en el temprano año de 1927, en el mismo año en que junto al compositor escribieran El milagro de Anaquillé, dijera:

“Oriental” nos acaricia; es una caricia un poco acre, en que por momentos, el placer evoca vagamente el dolor, como en toda verdadera voluptuosidad…

“Pregón” nos habla, y con tal elocuencia, que es su discurso una obra maestra bien difícil de igualar…

“Fiesta Negra” nos pega, nos golpea implacablemente… Ráfagas de acordes, acotados por formidables golpes de tam-tam, son arrancados al metal.

Cabrera Infante, desde Lunes de Revolución, hace una acertada valoración, de la obra fundacional del movimiento danzario moderno cubano:

Mulato de Ramiro Guerra, es un gran momento de la escena cubana, como puede serlo la Electra Garrigó vista por Morín, o los cantos litúrgicos lucumies de Argeliers León o Fernando Ortiz. Todo aquí es auténtico y todo está creado, todo parece nuevo y todo ha estado ante nuestros ojos todos los días. Mulato, finalmente, es un arte mulato, sin más importaciones que las necesarias, porque al fin y al cabo la escena, la danza no fue inventada en Cuba, y con mucha más genuina originalidad que toda la pretendida originalidad de Mambí y El despertar, y mucho, mucho más oportuno. Aunque a menudo pueda pensarse lo contrario. [5]

El 29 de abril de 1960, con coreografía de Ramiro, se estrena El milagro de Anaquillé, con libreto original escrito por Alejo Carpentier en el año 1927 y con música de Amadeo Roldán. En las notas al programa de mano el propio Alejo Carpentier señala:

Debo agradecer a Ramiro Guerra la inteligente simplificación que –valiéndose de sus elementos originales— trajo al primer libreto. Podrá objetarse que la acción de los jimaguas o Ibeyes (en el final) no se ajusta totalmente al papel que desempeñan en la santería afrocubana. Pero no se ha querido ofrecer aquí un espectáculo etnográfico (…).

(…) Y vuelve a recordarse aquí que este ballet ha sido escrito en 1927. Nos atrevemos a creer que, con muy pequeñas modificaciones hechas al libreto, Anaquillé es un ballet que sigue siendo muy actual en 1960. [6]

La Rebambaramba fue estrenada el 17 de febrero de 1961, meses anteriores a su estreno, 33 años después de que concibiera la idea, Carpentier escribió:

Ramiro Guerra, a quien ya debemos las magníficas realizaciones de Mulato y El milagro de Anaquillé, completará, con La Rebambaramba, una trilogía coreográfica cubana sobre partituras capitales de nuestro compositor. Esperemos esta nueva realización de quien tanto ha laborado por dotarnos de un ballet nacional… Esto, sin hablar de las Rítmicas, también de Amadeo Roldán, que ya están en camino de encontrar, gracias a él, su expresión coreográfica.[7]

Junto a La Rebambaramba, Ramiro revisitó las Rítmicas de Amadeo Roldán, la cual él había bailado como un “solo” en el año 1956, en su azaroso camino en pos de una danza nacional. Es una danza cuyo primer argumento fue la integración racial, la primera parte los blancos, la segunda los negros, y la tercera, ambos.

La Rebambaramba y El milagro de Anaquillé fueron puntales en la consolidación del movimiento danzario cubano.

En 1962, para la puesta con el Conjunto Nacional de Danza Moderna, Ramiro suprime la primera parte, y Eduardo Arrocha hace nuevos diseños, de vestuario; para la escenografía se inspira en un fragmento de “La Jungla” de Wilfredo Lam. La Rítmicas de Ramiro fue versionada por Víctor Cuéllar, Percusión para 8, en 1980.

En el año 1961, por primera vez, Cuba estuvo representada en el Festival de las Naciones; el Conjunto de Danza Moderna del Teatro Nacional que dirige Ramiro Guerra, mostró con La Rebambaramba, Rítmicas y La Suite Yoruba, tres creaciones de la parte más rica y preciosa de nuestro folclor. [8]

Con ese mismo programa extendieron sus presentaciones, para promover el nacionalismo musical de los años veinte y treinta, y el naciente movimiento danzario cubano, a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Polonia, y a la República Democrática Alemana.

La obra Rítmicas exhibe elementos identitarios de nuestro folclor.

En 1963, el Ballet Nacional de Cuba anuncia el estreno de Crónica nupcial, coreografía de Ramiro Guerra, con instrumentación de Jesús Ortega, sobre selección de contradanzas de Manuel Saumell. Carpentier resalta el trabajo de dramaturgia del coreógrafo, a partir de la música de expresión nacional, de quien es considerado el padre de nuestra música culta. 

Manuel Saumell (1818-1870) enseñó a sus contemporáneos a contemplar, asimilar, entender y utilizar los elementos de estilo que se hallaban, implícitos, en la música popular criolla. Hoy, sus Chismes de Guanabacoa inspiraron al más importante coreógrafo moderno de Cuba, un ballet titulado Crónica nupcial, recientemente estrenado en La Habana. Le sirven de música dieciocho contradanzas de Saumell, instrumentadas para quinteto de viento. Su asunto, ideado por el propio coreógrafo Ramiro Guerra, deriva de los títulos mismos de esas contradanzas. Reunidas en trío, las “chismosas de Guanabacoa” se cuentan la vida y milagros de los vecinos de la población. Tejiendo menudas infamias en torno a “La Niña Bonita”, “La Celestina”, “La Josefina”, y otros personajes aludidos incidentalmente por el compositor en lo alto de las hojas filigranadas, caligrafiadas, ornamentadas barrocas de sus ediciones. De ello ha salido un ballet encantador, ingeniosamente movido, con mutaciones escénicas realizadas por los mismos danzarines, que es el más delicioso homenaje póstumo que haya podido ser rendido a Manuel Saumell, padre del nacionalismo musical cubano, pocos años antes de la fecha en que habrá de conmemorarse el primer centenario de su muerte. [9]

Los bailarines del CNDM tuvieron que estudiar El reino de este mundo y El siglo de las luces para enfrentarse a la creación de Medea y los negreros (17 de abril de 1968); mito antiguo de pasión y venganza.

Medea, ahora negra y esclava, amante, madre y vengadora, en los días de la huida de los franceses que desde Haití son empujados por la guerra hacia Cuba, en las postrimerías del siglo XVIII. Tres mujeres en una, luchan entre sí bajo el ardor alucinante de los celos por el aventurero Jasón. [10]

Además, Ramiro se acerca a la narrativa de Alejo Carpentier, versiona El reino de este mundo para el Teatro de Pantomima de Cuba, en 1980.

En el año 2004, por el centenario de Alejo Carpentier, el coreógrafo Iván Tenorio propuso a Danza Contemporánea de Cuba trabajar en una coreografía inspirada en la novela La consagración de la primavera. Fue un lindo proyecto que no llegó a concretarse.

“Manuel Saumell enseñó a sus contemporáneos a contemplar, asimilar, entender y utilizar los elementos de estilo que se hallaban, implícitos, en la música popular criolla”.

El joven coreógrafo George Céspedes se reconoce en una de las frases de Alejo Carpentier, de que “(…) nuestro acento vertido sobre nuevas técnicas, sin que por ello deje de ser nuestro acento” y crea Mambo 3XXI (2009), una obra por encargo que debía tener música cubana, de lo cual su creador no estaba convencido, hasta que, casualmente se encontró con el texto de Alejo. La obra le ha valido el reconocimiento del público y la crítica de diferentes latitudes.

A partir de entonces, en cada una de las obras de este coreógrafo, hay una pieza identitaria de nuestro rico acervo musical.

En el año 2018, Danza Contemporánea de Cuba, junto a los coreógrafos franceses Christophe Béranger y Jonathan Pranlas-Descours, estrenan la exitosa Consagración, versión sobre la música de Igor Stravinski, interpretada por la Orquesta del Gran Teatro de La Habana. Aunque los coreógrafos no se inspiraron en la obra de Carpentier, estaba presente el espíritu de la novela, tanto en la música como en la danza. Se logró como era de esperar una versión diferente a las ejecutadas en disímiles escenarios del mundo, con códigos propios de nuestra Técnica de la Danza Moderna Cubana, elaborada desde el alma de nuestra nación, de nuestro barroquismo criollo, donde se han fundido la técnica clásica con nuestros bailes populares.

Ramiro es un creador, como Carpentier, cercano a la “conciencia de la epopeya americana”, convencido también de que en nuestra América estaba lo que realmente debía ser explotado; “la americanidad” y “la cubanidad” desde la óptica carpenteriana, son referentes en su búsqueda de una danza nacional, en toda su obra coreográfica y en su labor investigativa.

Alejo Carpentier siempre tuvo un compromiso insoslayable como creador con todas las manifestaciones de las artes escénicas; un gran promotor en su condición de vicepresidente del Consejo Nacional de Cultura y de la Uneac, impartió conferencias en el Seminario de Dramaturgia del TNC, tuvo a su cargo la dirección de la Editorial Nacional y fue durante muchos años consejero de la Embajada de Cuba en Francia.


Notas:

[1] Miguel  Sánchez: “La música” Testimonio de Carlos Fariñas, en  Esa huella olvidada: El Teatro Nacional de Cuba (1959-1961), Editorial Letras Cubanas, La Habana, p. 225.

[2] Guerra, Ramiro. “Amadeo Roldán y la danza nacional”, Lunes de Revolución, No. 28, 28 de septiembre de 1959, La Habana, Cuba. P7.

[3] Tomado de los Archivos históricos de Danza Contemporánea de Cuba.

[4] Carpentier, Alejo. “Tres pequeños poemas” La música en Cuba. Temas de la lira y del bongó. Ediciones Museo de la Música. Fundación Alejo Carpentier. p.600. Publicado por su autor en Carteles (La Habana), 10 (7): 10, 33; 13 de febrero, 1927.

[5] “Ballet de Cuba”. Guillermo Cabrera Infante, en: Lunes De Revolución, Nro. 53, 4 de abril de 1960. p. 2.

[6] Programa de Mano del Estreno de El Milagro de Anaquillé. Sala Covarrubia del Teatro Nacional de Cuba. 29 de abril de 1960. Tomado de los Archivos históricos de Danza Contemporánea de Cuba.

[7] Carpentier, Alejo. “La Rebambaramba” La música en Cuba. Temas de la lira y del bongó. Ediciones Museo de la Música. Fundación Alejo Carpentier. p.625. Publicado por el autor en El Mundo (La Habana), 20 de noviembre, 1960, p. 4.

[8] Cuba en el Festival de las Naciones. En Revista Nacional de Teatro, del Consejo Nacional de Cultura, Comisión Nacional de Teatro. No. 1 año 1962, s/p.

[9] Carpentier, Alejo. “Crónica nupcial”, Pueblo y Cultura. Publicación del Consejo Nacional de Cultura.  N. 6, 1961.

[10] Programa de Mano del estreno de Medea y los negreros, Sala García Lorca, 17 de abril de 1968. Tomado de los Archivos históricos de Danza Contemporánea de Cuba.

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