Alejo Carpentier y la escena: impronta excelsa
Emotivo fue asistir en la mañana del 17 de octubre al encuentro con la memoria. El pretexto fue el panel “Alejo Carpentier y la escena”, organizado como parte de la Jornada por la Cultura Cubana en el Teatro Nacional de Cuba; pero más allá de intervenciones sucesivas desde la verticalidad del rol de expertos y conocedores, fue una sublime oportunidad para dialogar, revelar, confesar, reconocer, admirar y homenajear.
Justo el día en el que se conmemora un aniversario más del fallecimiento de la gran diva de la danza Alicia Alonso, estábamos allí los presentes dispuestos a conversar sobre la impronta de Carpentier en la escena, a sabiendas de que no bastaría el tiempo previsto para lograrlo del todo.
Vladimir Peraza Daumont, crítico, investigador y director de Desarrollo Artístico del Consejo Nacional de las Artes Escénicas, moderó lo que, a todas luces, podía extenderse animadamente porque es fecunda la obra de Carpentier, y en especial, sus relaciones con la música, la danza y las artes visuales.
Es fecunda la obra de Carpentier, y en especial, sus relaciones con la música, la danza y las artes visuales.
La actriz, bailarina y coreógrafa Nieves Riovalles inició la jornada memorable. Ella interpretó el personaje protagónico de La aprendiz de bruja, obra escrita por Alejo Carpentier, estrenada el 25 de septiembre de 1986 en la Sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba por Teatro Estudio bajo la dirección de Berta Martínez, quien recibió el Premio Uneac al año siguiente a la Mejor Dirección de una obra cubana.
Desde su experiencia, Riovalles habló del proceso de trabajo y del significado de la obra para ella como actriz, “teniendo en cuenta que tenía solo 39 años y demandó un estudio profundo por mi parte, mucho movimiento escénico y cambios de vestuario. Se trataba de una tragedia y me emocioné mucho cuando Berta me llamó para esa puesta en escena con Pancho García como Hernán Cortés. La obra gustó mucho y a pesar de la muerte de un compañero en plena función al día siguiente, tuvimos una temporada posterior”.
Obra difícil con un texto que se respetó tal cual Carpentier lo escribió, agregó Riovalles. “Recuerdo cuánto me costó decir la frase: ‘Hete aquí, desnuda, sin la mentira de la figura humana…’ Fue un gran aprendizaje trabajar la tragedia en una obra tan dura en la que debe comprenderse a La Malinche, víctima de toda la historia, padeciendo la muerte de su hijo… En mí estaba la crítica de esa obra sobre la traición a su gente y la comprensión humana de una mujer que también fue víctima de su época, muy bien plasmada por Alejo”.
Comentó que “es una obra que necesita espectáculo, con muchas personas, con una belleza singular. Elevada producción lleva, preferiblemente música en vivo, y quizá eso influya en que no se haya repuesto. La crítica siempre la tildó de una obra imposible de representar, y por suerte Berta Martínez rompió ese estigma”.
El escritor, poeta, crítico y ensayista Jorge Brooks, mánager de Danza Contemporánea de Cuba, recordó que Carpentier siempre tuvo un alto compromiso como creador con todas las manifestaciones de las artes escénicas, además de haber sido un gran promotor en su condición de vicepresidente del Consejo Nacional de Cultura y de la Uneac, entre otras responsabilidades, incluso como consejero de la Embajada de Cuba en Francia.
Brooks discursó sobre el trabajo que realizara el Premio Nacional de Danza Ramiro Guerra con la narrativa de Alejo Carpentier, “cuando versiona El reino de este mundo para el Teatro de Pantomima de Cuba en 1980 o cuando el 29 de abril de 1960 estrena El milagro de Anaquillé, con su coreografía, el libreto original escrito en 1927 y la música de Amadeo Roldán”.
Además, Brooks comentó sobre La rebambaramba, estrenada el 17 de febrero de 1961, y que demostró una vez más la valía de Guerra al “explotar la cubanidad desde la óptica carpenteriana”, que fue siempre su referente en la búsqueda de una danza nacional, en toda su obra coreográfica y en sus investigaciones.
El historiador, investigador, crítico de danza, editor y profesor Miguel Cabrera, historiador del Ballet Nacional de Cuba, agradeció infinitamente este encuentro.
“Ha sido muy justa la decisión del Ministerio de Cultura de dedicar un panel a Alejo Carpentier y su impronta en la escena, y por supuesto la danza. La relación entre él y Alicia Alonso es una de las páginas más hermosas de las relaciones de la intelectualidad cubana con los grandes de la cultura escénica.
“Desde principios de la década del 40, Carpentier está muy ligado al Ballet de Cuba y la agrupación La Silva, que fue un experimento teatral danzario de corta vida pero un estímulo para sacar el teatro de los lugares exclusivistas, y la danza con él. Después Alejo fue un testigo muy cercano, un supremo admirador del arte de Alicia, por lo que la definió como nuestra artista nacional.
“Recordemos que Carpentier estuvo muy cercano en cada logro de la compañía con sus textos profundos desde sus columnas y espacios de opinión. Dijo que la danza es inseparable de la condición humana, un juicio muy atinado que ha sido un slogan de nuestros festivales de Ballet.
“Me he sentido honrado de participar en el panel y rendir tributo a dos excelsas figuras de nuestra cultura nacional. Alicia decía que las personas solo mueren cuando no se les recuerda, y seguimos su máxima al pie de la letra para mantenerlos vivos”.