El cine es un reflejo de la sociedad. Aunque la aseveración puede parecer demasiado categórica, lo que planteo es que el arte, en cualquiera de sus manifestaciones, siempre tendrá vínculos con el contexto y la realidad de una región o de un país. El Ciclo de Cine Japonés, que ocupó las pantallas del cine 23 y 12 y de la Casa del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, se encargó de comprobar el planteamiento inicial de este texto.

El ciclo formó parte de un amplio programa de actividades diseñado en la Jornada de la Cultura Japonesa 2024 en Cuba, donde se incluyeron conciertos, muestras fotográficas, talleres y otras acciones, que posibilitaron la exposición de procesos de la cultura de ese país y su presencia en la Isla.

Pero regresemos al ciclo y los filmes que lo integraron: Padre del ferrocarril de la Vía Láctea (Izuru Narushima, 2023); Chica de Laca Tsugaru (Tsuruoka Keiko, 2023); Bajo el cielo abierto (Nishikawa Miwa, 2020) y Princesa Arete (Katabuchi Sunao, 2001).

Bajo el cielo abierto profundiza en un personaje que acaba de salir de la cárcel, después de cumplir una larga condena y sus intentos por insertarse en la sociedad.

De los cuatro filmes referidos, pude apreciar Bajo el cielo abierto y Chica de Laca Tsugaru, dos obras correctas en su realización, que nos exponen realidades muy diversas, pero que guardan entre sí pequeñas conexiones en el lenguaje y la manera de contar las historias.

Bajo el cielo abierto profundiza en un personaje que acaba de salir de la cárcel, después de cumplir una larga condena y sus intentos por insertarse en la sociedad. Durante los trece años que ha estado en prisión por ejecutar un asesinato, todo ha cambiado. Además de la condena judicial, la sociedad le juzga por haber sido un yakuza y tiene que luchar contra los estigmas y las objeciones por su antiguo mundo.

Bajo el cielo abierto y Chica de Laca Tsugaru, dos obras correctas en su realización, que exponen realidades muy diversas, pero que guardan entre sí pequeñas conexiones en el lenguaje y la manera de contar las historias”. 

A través de un sencillo relato, el filme sostiene también otros temas, que transitan por la amistad, el respeto a las diferencias, el deseo de superación… porque Mikami deberá sortear múltiples escollos para lograr una estabilidad en el orden personal y social.

Con una profunda carga emotiva, Bajo el cielo… también introduce el tema de la separación, pues Mikami desea encontrar a su madre y por este motivo solicita ayuda a un programa de televisión. Lo que ocurrirá en este sentido es una de las subtramas que acompañan la narración, y el protagonista y el joven director de televisión establecerán una relación cargada por la complejidad de dos perspectivas diferentes sobre la vida.

Entre las conexiones que Bajo el cielo abierto sostiene con Chica de Laca Tsugaru se encuentra el tratamiento de la muerte, reflejo de la cultura oriental. En el primero de ellos, se expresa como el tranquilo final de una vida que estuvo rota hace mucho tiempo, quizás desde su propio inicio, cuando fue obligado a crecer solo y vincularse a las pandillas para poder sobrevivir; sin embargo, en Chica… la muerte del abuelo genera el reencuentro de todos y la posibilidad de un nuevo comienzo.

Chica de Laca Tsugaru centra su mirada en una joven que se debate entre construir un futuro fuera del marco familiar, o hacerse cargo del pequeño negocio que lleva su padre.

Chica de Laca Tsugaru centra su mirada en una joven que se debate entre construir un futuro fuera del marco familiar, o hacerse cargo del pequeño negocio que lleva su padre: el lacado de utensilios de cocina.

Más allá de mostrar algunos aspectos de la técnica del lacado, el filme toma como punto de partida esta tradición para problematizar con el deseo de la joven, su compromiso con la familia, que incluye la atención al abuelo internado en una clínica, el padre frustrado por la baja rentabilidad del negocio y su hermano que desea construir una vida junto a su novio, pero en Londres.

Ante todas estas circunstancias, la joven busca la manera de posicionar su empeño, de sostener la economía familiar y el legado de los Aoki en el lacado, al tiempo que busca también la manera de expresar su voluntad en un hecho insólito, el lacado de un piano abandonado en su antigua escuela.

Este hecho, considerado por muchos como una verdadera locura, desatará en ella toda la constancia y el amor hacia el trabajo, hasta lograr una pieza única. La tradición artesanal se vincula con el arte en un piano que será expuesto en varias galerías europeas con tentadoras ofertas de compra.

Tanto Bajo… como Chica… nos muestran dos vidas, contadas desde el deseo de superación, la búsqueda del yo en un contexto social que pocas veces atiende a la diferencia.