La Habana y Cuba en El recurso del método de Alejo Carpentier
Como se aclara en más de una ocasión en la nueva edición de El recurso del método, además de que se ha reiterado en numerosos ensayos y artículos en los que se analiza esta novela, su autor, con toda intención, mezcla realidades históricas que corresponden a diferentes latitudes latinoamericanas. Esto se refleja en el lenguaje pues, en ocasiones aparecen vocablos utilizados en varios países de nuestra América y, sobre todo, en el hecho de que en la personalidad del Primer Magistrado se entremezclan rasgos que pueden coincidir con los de muchos dictadores de nuestro ámbito.
En ese contexto quiero, no obstante, destacar la presencia de numerosas alusiones que se refieren de manera transparente a lugares, personalidades y hechos que tuvieron lugar en nuestro país y en particular en nuestra ciudad capital. Para aquellos que conocen la novela, hay dos momentos muy específicos en que el autor se refiere a hechos que son indiscutiblemente habaneros: la construcción del Capitolio y la bomba que estalla en medio de la representación de Aída, que protagonizaba en ese momento el insigne tenor italiano Enrico Caruso. Pero no son los únicos.
Ya en el capítulo 2 hay una alusión indirecta a la muy conocida prórroga de poderes que el tirano Gerardo Machado, violando los principios de la Constitución, logró imponer, con el consiguiente rechazo de una buena parte de la población y más adelante se habla de la injerencia norteamericana y se cita directamente a nuestra Isla:
Y hay que demostrar a esos gringos de mierda que nos bastamos para resolver nuestros problemas. Porque ellos, además, son de los que vienen por tres semanas y se quedan por dos años haciendo los grandes negocios. Llegan vestidos de kaki y salen forrados de oro. Mira lo que hizo el General Wood en Cuba.[1]
Otro momento muy cubano, aunque no se explicite su procedencia, es la descripción de la llamada Danza de los Millones que se narra en el capítulo 10 de la novela. Carpentier alude en este caso a la abundancia de nuevas construcciones que se produjeron en esa época y que es, al mismo tiempo, para los que conocemos la biografía del autor, un elemento también autorreferencial, pues el arquitecto que era su padre se ve beneficiado con este desarrollo arquitectónico de la ciudad. De hecho, cuando el narrador menciona la construcción de la Central Eléctrica, que podemos fácilmente identificar con la de Tallapiedra, está aludiendo a la participación de George Carpentier en dicha empresa.
“Hay dos momentos muy específicos en que el autor se refiere a hechos que son indiscutiblemente habaneros: la construcción del Capitolio y la bomba que estalla en medio de la representación de Aída, que protagonizaba en ese momento el insigne tenor italiano Enrico Caruso”.
Como ya mencioné, la construcción del Capitolio nos remite con toda claridad a la historia del nuestro y hay algunas alusiones bien transparentes, como por ejemplo la relativa al marmolista italiano, cuyo apellido modifica un tanto el autor: el marmolista italiano Pellino, que no es otro que Giuseppe Pennino, quien, en efecto, como describe Carpentier, pobló el Cementerio de Colón de ángeles, cruces y panteones. También modifica un tanto el nombre de Angelo Zanelli, para el narrador Aldo Nardini, que se encargaría de las esculturas del exterior y del interior de la construcción. No falta en su relato la interrupción del proyecto arquitectónico por falta de fondos y la instalación en el lugar de un Skating-Ring, que alude a la instalación del centro de diversiones Havana Park. También se menciona el famoso diamante del Capitolio y de paso, la construcción de la Carretera Central:
…un grueso diamante de Tiffany encajado al pie de la estatua de Aldo Nardini para marcar, en el corazón de una estrella de mármoles rojiverdes, el Punto Cero de todas las carreteras de la República —el lugar de convergencia ideal de los caminos proyectados por el Gobierno para comunicar la Capital con los más alejados confines del país.[2]
Por otra parte, el propio Carpentier, en carta a Armando Orfila, editor mexicano de toda la obra de nuestro autor, afirma que para la construcción del personaje del Estudiante, se había inspirado, para sus características físicas y su actividad revolucionaria en Rubén Martínez Villena y Julio Antonio Mella.
“La música cubana hace también su aparición en esta novela y Carpentier cita textualmente la famosa canción de los trabajadores azucareros: Yo no tumbo caña, / que la tumbe el viento…”
La temporada de ópera auspiciada por el Primer Magistrado y organizada por el muy real empresario italiano Adolfo Bracale, ficcionaliza hechos reales. Los cantantes mencionados y las obras a las que se alude tuvieron lugar en las primeras décadas del pasado siglo y en particular la presencia, ya mencionada del archifamoso Enrico Caruso que efectivamente huyó del teatro en su atuendo de Radamés, al producirse la detonación que interrumpió definitivamente la función de Aída.
Otra alusión bastante transparente a la fisonomía de la ciudad es aquella que menciona la flecha de la iglesia del Sagrado Corazón, que no puede ser otra que la llamada Iglesia de Reina en la calle que llevó ese nombre, que aún se emplea por casi todos los habaneros, a pesar de que desde hace más de un siglo es oficialmente la Avenida Simón Bolívar. Una vez en La Habana, se mencionan también el Arco de Belén y dos establecimientos de larga historia en nuestra capital: el famoso bar Sloppy Joe’s de la calle Zulueta y el Club Americano del Paseo del Prado. El Primer Magistrado, en medio de los carnavales habaneros, se disfraza con un dominó y asiste al muy famoso en su época Baile de Tacón.
La música cubana hace también su aparición en esta novela y Carpentier cita textualmente la famosa canción de los trabajadores azucareros: “Yo no tumbo caña, / que la tumbe el viento…”, etc. Y no menos musicales son los pregones que cita, en particular el archifamoso “¡Floreroooo, Floreee!”. El tabaco, por supuesto, no podía faltar: la Mayorala Elvira traía botellas de bebidas extranjeras, pero los tabacos eran cubanos: Romeo y Julieta y Henry Clay.
Por último, es bueno destacar un hecho bochornoso ocurrido en nuestra ciudad y que Carpentier menciona cambiando algunas circunstancias pero que los cubanos podemos reconocer fácilmente:
Varios marines —polainas blancas, camisas resudadas, ojos de bastante ron— […] ocupan la planta eléctrica, los centros vitales, bares y burdeles de la ciudad, después de haberse meado, de paso, sobre el Monumento a los Héroes de la Independencia.[3]
No es difícil recordar que el hecho real ocurrió en nuestro Parque Central el 11 de marzo de 1949 alrededor de las 9 de la noche, cuando tres marineros de la Armada de Guerra de Estados Unidos profanaron la estatua de José Martí. La indignación popular fue espontánea, la policía detuvo a los marineros. La FEU organizó una protesta frente a la sede diplomática estadounidense en la que participaron, entre otros, Fidel Castro, Alfredo Guevara y Baudilio Castellanos.
El recurso del método, reitero, no es una novela histórica en el sentido tradicional del término, pero muchos acontecimientos latinoamericanos y, como hemos visto, cubanos y en particular, habaneros, tienen una existencia entre sus páginas, lo que, en mi opinión es un elemento más para motivar la lectura de esta joya de nuestra literatura.
Notas:
[1] Alejo Carpentier. El recurso del método. Biblioteca Alejo Carpentier. Edición anotada. Editorial Letras Cubanas. La Habana, 2020, p. 109.
[2] Ibidem, p. 223.
[3] Ibidem, p. 345