De los 13 años que llevo como director artístico del Centro Cultural de Artex Submarino Amarillo, para promocionar al buen rock, puedo afirmar que tenemos una banda que cuando sube a nuestro escenario hay que cerrar el local por capacidad. Y este no puede ser otro que el grupo de Osamu Menéndez Santana. Muchos son los buenos músicos que han pasado ocasionalmente por dicha agrupación, pero para nadie es un secreto, que es él la causa principal de provocar tanta expectativa en este aclamado centro capitalino.

Es que en Osamu se da, como en pocas ocasiones, que la presencia de los genes familiares, aquellos que inciden directamente en su proyección como músico, se entrelazan armoniosamente con la mayor coherencia en la condición que trae consigo como ser humano. Obviamente que ser el nieto de una cantante norteamericana del rango de Barbara Dane en el blues, le otorga por vía sanguínea esa intuición de cómo asumir las esencias del género sin que nadie se lo tenga que explicar.

Y si, además, el hijo de la Dane, es Pablo Menéndez, el guitarrista y director de Mezcla, quien en unión con la prestigiosa actriz Adria Santana trajeron a Osamu al mundo hace 55 años, entonces tenemos aclarado parte del enigma que explica la popularidad de Osamu entre los amantes del rock en Cuba.

“No son muchos los músicos que, durante las descargas en el Submarino, son capaces como Osamu, de encontrar el punto G propio del rock duro”.

En todo esto tiene mucho peso el hecho de que estamos hablando de una persona sencilla, afable y sumamente comunicativa, dispuesta a trasmitir su sentir tanto desde la escena como en el dialogo interpersonal, lo suficientemente abierto como para experimentar desde las más diversas tendencias musicales.

Si bien en los años noventa hizo historia como el guitarrista del famoso grupo Havana acompañado nada menos que por Equis Alfonso, Ivan Latour y Javier Fernández, en su posterior carrera de solista ha demostrado ser bien ecuménico a la hora de abordar el rock como compositor y guitarrista. No son muchos los músicos que, durante las descargas en el Submarino, son capaces como Osamu de encontrar el punto G propio del rock duro para lograr hacernos llegar la apasionada e intensa sonoridad del género, pero seguidamente puede asumir una variante del rock latino con la misma energía, explosiva combinación para el mayor deleite en la concurrencia que lo disfruta plenamente.

“Ahí radica la clave del suceso de Osamu: el permitirnos descubrir esa honestidad profesional para expresarse en cualquier género con el mismo nivel de entrega, el que nos convence de estar ante un auténtico músico de rock”.

Por ejemplo, sus versiones a conocidos temas de K. C. and the Sunshine Band, de The Eagles o de Guns and Roses, nos resultan francamente convincentes del mismo modo que sucede cuando aborda temas de su autoría. Si en la pieza “La música no me abandona”, se inserta en la cuerda de Metallica, puede continuar sin ninguna dificultad con “La candela”, desde el sello roquero que a Juan Formell le hubiera gustado aplicar en este clásico o invita nada menos que a Pedrito Calvo para moverse dentro de una atmosfera vanvanera en “Amor que mata”.

Sin embargo, cuando lo escuchamos junto a su abuela Bárbara en la canción “Good morning blues”con Pablo en la armónica, su guitarra Gibson suena tal y como lo exigen los parámetros del blues. Ahí radica la clave del suceso de Osamu: el permitirnos descubrir esa honestidad profesional para expresarse en cualquier género con el mismo nivel de entrega, el que nos convence de estar ante un auténtico músico de rock.