La moralidad conforma la experiencia, no a la inversa. Yo soy mi historia, sin embargo, en mi deseo moral de entender mi pasado, de ser plenamente consciente de mí misma, me convierto precisamente en lo que mi historia demuestra que no soy, libre.[1]

Tal aserto de Susan Sontag vendría a explicar el paisaje espiritual que habita en el poemario Memoria, de Laura Domingo,[2] merecedor del Premio Calendario en 2021, donde hay como una culminación, un límite al que se ha llegado, a pesar de lo que se esperaba, que, sin haberlo recibido, se ha perdido, donde hay un lugar que se habita, en el que hemos transcurrido y hemos sido, pero del que dudamos si en él debemos permanecer.

De la agonía y resurrección de la memoria en la isla, donde ha nacido y vivido la poeta, tratan estos versos donde, a pesar de todo, un alma se ha tejido con el concurso del esfuerzo de otros y de todos, donde hay algo bueno y sabio que salvar, pese a la profunda crisis en que vivimos:

Tengo que decir que he llegado aunque este no sea mi lugar.
Tengo que decir que agradezco el pulmón de la grieta
porque respiro en él cuanto dolió a mis ancestros.

Unos pasos se alejan
hacia el ángulo por donde se desliza cada tarde
la luz
de la ausencia
en el corredor de la caballeriza.

Mi memoria ha seleccionado su modo de sobrevivir
torciéndose en los barrotes de las ventanas
junto al óxido
y el éxodo. (p.7)

Aquí descubrí el hongo de la Pureza. (p. 11)

Estamos en presencia de una filosofía del dolor entrando en la carencia, una filosofía de la carencia entrando en el dolor. La alusión al país es obvia, es la isla con sus penurias innombrables y su curioso modo de percibir y ser con un perfil entrañable, pese a todo, donde “el esfuerzo por trasmitir un sentido real no se distingue del conocimiento de sí mismo”:[3] 

Miro a mi madre abrazada por los residuos
y ella toma su corazón
y lo restaura al alzarse de la Mesa
como mismo hace con las cosas que se rompen
y no echa a la basura. (p. 11)

Es la filosofía del cuerpo y de la mente en crisis, la filosofía del personaje de la madre, filosofía de la carencia en la que la madre emerge como un personaje central de la misma, y las sábanas se constituyen en metáfora de nuestra alma, de nuestro espíritu, del perfil de nuestra existencia, y una manera de mostrar tu verdad y legitimidad:

y ahora que las sábanas deben ser expuestas
al Sol
y bajo el Sol, recogerlas. (p. 8)

Sacudido por la muerte y el exilio nuestro ha sobrevivido en el placer de lo evocativo y donde lo sublime del recuerdo pierde su legitimidad por la acritud del presente:

Y si todo este lugar desapareciera,
¿yo podría olvidar?
Y si todo este lugar desapareciera,
¿podría no ser la que fui
por su pasada existencia? (p-11-12)

Donde sabemos que todo comienzo es difícil, y acá, dada la precariedad, siempre estamos comenzando, lo que nos sumerge en una filosofía estoica. En medio de tales cuestionamientos sobre la contemplación, la condena y la dicha, no solo de lo efímero, como dice la nota de contracubierta del libro, sino también de lo trascendente, y de ahí el mérito del cuaderno, el yo lírico se desdobla en alguien que parece ser ella misma con una visión distinta a la suya, y más firme sobre la realidad. Ocurre una conversación con su alter ego que, al oponérsele, la afirma, así emana un examen de conciencia con quien se es y quien se fue:

Al menos en el suelo encontraré semillas
o cadáveres
—lo real—.

Al menos,
no siempre logro entrever lo definitivo.
Pero tú estás acá
y todo adquiere la magnitud precisa
justo cuando el acá y el allá
parecen dividirnos. (p.9)

Vuelvo a fijarme en tus dientes
y en la misericordia
que posees en abundancia,
cierro después los ojos
al preguntarme por qué
existen redes destinadas a la ternura
y noto que bailas ante mi dolor
que es igual al tuyo.
Bailas porque eres valiente,
porque te has roto en tantos fragmentos
que conservas
el derecho a la densidad.(p. 13)

Estoy viva. No finjo.
Existo para que tú no mueras
en mí.
Para que no sea ilusión el agujero
donde está plantada la semilla. (p. 28)

Sentimos entonces la autoconciencia de su inclusión en la naturaleza de los hechos que a esta crisis, que a este abismo nos ha conducido: “Luego bebí mis actos en las tardes plateadas / y recordé tu estatura” (p. 24), y junto con el ascenso y proliferación de la violencia social, la necesidad del yo lírico de descubrirse, de sincerarse, de manifestar la verdad.  

En un lenguaje que defiende la identidad, las raíces, prefiero el lance metafórico y no la aseveración directa que linda con la consigna o lo retórico presente también en este cuaderno…”

En esta crisis social y del espíritu hay un mundo interior, hay una historia que salvar porque “He visto también la despedida del Sol / cuando es peor que todas las despedidas. / Y sobreviví. Leí en las láminas empañadas los bocetos de algo indestructible” (p.34), y “sé que nunca acabará el verano” (p. 37), pues la memoria es contemplada como sitio de leyenda y sacrificio: “Esta es mi memoria: el juego de las niñas /y estancias donde los objetos venían de muy lejos / y había que abrirse paso entre mil historias/ para poderlos alcanzar. (p. 16) Como dije en reseña sobre su libro anterior, la historia de tu cuerpo, el rastro de tu cuerpo es más importante que la propia existencia.[4]

En un lenguaje que defiende la identidad, las raíces, prefiero el lance metafórico y no la aseveración directa que linda con la consigna o lo retórico presente también en este cuaderno, donde a veces las razones de la esperanza del yo lírico suenan exteriores o poco convincentes.

Entonces me quedo con la lluvia como la poeta que “se ponía bajo la gota para que su cuerpo fuese la ofrenda requerida”, “y esta única gloria es el reflector que alumbra las cosas que solo pueden verse cuando la lluvia nace para bautizar los cuerpos”, con la lluvia como signo de transparencia, penetración y descubrimiento. La poeta pareciera decirnos como Confucio, yo me limito a trasmitir, no invento nada. Confío en el pasado y lo amo.

Notas:

 [1] Susan Sontag. Renacida. Diarios Tempranos, 1947 -1964, Mondadori, Barcelona, 2011.

 [2] Laura Domingo. Memoria. Editorial Abril, La Habana, 2022.

 [3] Idea de Philip Larkin.

 [4] Caridad Atencio. “Qué nos vaya construyendo su mundo el rastro de tu cuerpo”. La Jiribilla, La Habana, 19 de junio de 2023.

1