Estoy pensando en la Uneac de Lezama quien una vez dijo: “Cuando estás parado parece que estás creciendo, pero hacia dentro, hacia el sueño”. La Uneac de Guillén, poderosa voz de negros y mulatos, antes obligados a la mudez. La Uneac de Feijóo: estatura cultural del guajiro, yéndolos a buscar monte adentro, en alpargatas; el cuaderno sudoroso en la alforja del caballo.

“Uneac de la suma y la multiplicación; la levadura y el parto; creación y sinergia…”

La Uneac de Virgilio, Gramatges, Formell, Mendive. Eliseo, Cintio, Fina, Padura, Antón, Abela, Retamar, Silvio, Amelia, César, Carilda, Fabelo, Eusebio, Zaida, Corrieri, Nancy, Wichy, Sara, Fayad, Consuelito, Choco, Barnet, Alicia, Rosita, Corina, Compay, Portocarrero, Mariano, Omara, Kcho, Bola, Llauradó, Pinelli, y tantos y tantos artistas, músicos, poetas y escritores a quienes basta un solo nombre para que sepamos quiénes son. 

Uno solo, no más, sin copias ni lentejuelas, para resistirse al tiempo, y asombrarnos de pie y crecer hacia adentro, hacia el sueño. Templo nuestro, de cada día, donde cierras los ojos y respiras hondo, y en el vestíbulo, y los pasillos, y en el eco de las salas, aún uno los vislumbra y les siente decir la frase nueva.

Uneac de la suma y la multiplicación; la levadura y el parto; creación y sinergia, donde cualquier larguísimo nombre, de escaso brillo y disonante estridencia, jamás podrá dividir.

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