Preparando el guion para La Pupila Asombrada que sale al aire hoy, jueves 12 de septiembre, cuando Iroel Sánchez Espinosa cumple 60 años, fue que entendí en toda su dimensión —o en buena medida— la colosal batalla cultural que se trazó y que fue realizando mientras aunaba fuerzas, lanzándose de cabeza contra los muros, sin medir consecuencias personales, al todo o nada por el fin único que tuvo (que como fidelista absoluto cumplió religiosamente): el pueblo.

Ante cada proyecto, su primera pregunta era: ¿de qué le sirve a la gente más humilde eso? Debo decir, como el Che, que “mi única falta de alguna gravedad es no haber confiado más en ti desde los primeros momentos (…) y no haber comprendido con suficiente claridad tus cualidades de conductor y de revolucionario”.

Discutimos tanto, a veces tan fuerte, y con frecuencia por nimiedades, desde poco después de que me llevara a dirigir la revista Somos Jóvenes en 1998. Embullado por la periodista Nirma Acosta, había escrito un artículo echándole con el rayo a las revistas de vanidades y eso le llamó la atención. Preguntó y Fernando Rojas, entonces director de El Caimán Barbudo y presidente de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), le dijo que era de alguien de su piquete de la Dirección Nacional. Poco después me vi sentado en su oficina. “Dirigir” era algo tan ajeno a mí, que me dije: “este no me conoce”, pero me habló de nuestro océano común, de la lucha contra la seudocultura masiva global. Cuando le di el sí, me acotó de inmediato, con toda seriedad, hablando bajito y pausadamente: “¡Pero fíjate, no me cojas esto de trampolín, que muchos están un tiempito aquí y cuando empiezan a coger dimensión se van a otros trabajos”! Eso después se lo volví en su contra.

Iroel junto a Fidel durante la inauguración de una Feria del Libro. Imágenes: Tomadas de Internet

Desde entonces empezó la batalla contra mí mismo impulsada por él. Si llegaba a las 8 y 10 a.m., ya era un ¿qué te pasó que llegaste tarde? ¿Taaaarde? —le replicaba mi consustancial anarquismo. ¿Qué pinto yo aquí tan temprano? Pero él estaba religiosamente desde las 7 y 30 a.m. y me sacaba un listado de tareas que se pueden hacer antes de que lleguen los demás.

Estaba sentado a su lado, como lazarillo, en el Palacio de las Convenciones, un día de un Congreso de la Juventud en que le hizo un alegato a Fidel con un informe hiper detallado que iba desde por qué era urgente reanimar las publicaciones para jóvenes hasta el costo minucioso de cada paso, cada ejemplar, tirado contra la ganancia ideológica. “Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días”, diría Guevara.     

Logró que Fidel lo apoyara y se reanimaran las publicaciones para niños y jóvenes en el país. Aunando fuerzas disímiles y variopintas, consiguió que un número de ejemplares de cada revista llegara a las escuelas, incluso por aulas, y ubicar la mayor cantidad de ejemplares en los estanquillos cercanos a los centros estudiantiles, incluyendo recorridos de los directores de las publicaciones por puntos de venta, inspeccionando, para luego reunirnos con Correo y los distintos factores de Educación.  

Ya dije que discutíamos con mucha frecuencia y no pocas veces con exaltaciones que asustaban a algunos. No era infalible, pero cuando no tenía razón en el momento, casi siempre el tiempo se la daba. No pocas veces salí para la casa maldiciéndolo y hasta pensaba pedirle la liberación al otro día, pero cuando llegaba a su oficina, ya Iroel era otro, alguien que no tenía nada que ver con la discusión precedente. Como si yo me hubiera imaginado el debate y me iba encima con nuevos planes. Yo me quedaba unos días choqueado y él acaso rencoroso. Incluso ocurría algo extraño: solía rebatirme un logro —como para que no me creyera cosas, digo yo— o por el contrario me pasaba la mano cuando había metido la pata, llevándome a meditar sobre el hecho con aire sacerdotal.  

Cuando empezaron a llegar las cartas a mi sección “El Diablo Ilustrado”, las pedía todas, se las estudiaba y me hizo ver o creer que había un suceso de comunicación importante y propuso un libro que apoyó siempre.

Después me pasó a dirigir El Caimán Barbudo, pues Fernando estaba cargado con la AHS, lo cual me pareció otro disparate de marca mayor a pesar de que me había disciplinado alguito. Ya entonces la Editora Abril podía exhibir todas sus flores con esplendor.

“En el ICL redimensionó las Ferias, convirtiéndolas en grandes fiestas en las que se integran las artes: conciertos, presentaciones… puso a los intelectuales en interacción directa con el pueblo”.

Recuerdo que hicimos en varios idiomas la serie de libros ¿En qué tiempo se puede cambiar la mente de un niño? Por orientación de Fidel, en una semana. Trabajando 20 de las 24 horas acuartelados. Recuerdo a Rafaela, entonces a cargo del Departamento del Libro, trabajando como loca, todos dormidos del agotamiento, y él empujando y leyendo y releyendo cada línea, cada detalle de diseño, en un combate feroz. Y salió sin una errata.

Un día me sentó en su oficina. Lo llamaban a dirigir el Instituto Cubano del Libro (ICL) y quiso llevarme. Con tal de salir de debates (a pesar de lo que se aprendía dialógica y críticamente tras ellos) no quise irme con él.   

En el ICL redimensionó las Ferias, convirtiéndolas en grandes fiestas en las que se integran las artes: conciertos, presentaciones… puso a los intelectuales en interacción directa con el pueblo. Noches de los libros, grandes fiestas para el verano en las que se hicieron no solo libros y revistas, sino también postales, pulóveres, marcadores, pancartas escolares, juegos didácticos.

Luego emprendió (y me volvió a llamar) La Jiribilla, sitio web de combate cultural contra el discurso de ultraderecha contra la Revolución. Implicó a escritores y artistas en ese desenmascarar campañas de difamación y tergiversación. Empezamos en un saloncito aledaño a su oficina, trabajando 24 horas de pegueta, con una montaña de materiales en las incipientes computadoras y redes de entonces.

“Luego emprendió (y me volvió a llamar) La Jiribilla, sitio web de combate cultural contra el discurso de ultraderecha contra la Revolución. Implicó a escritores y artistas en ese desenmascarar campañas de difamación y tergiversación”.

Creo que el programa de televisión Con Filo, creación suya también, tiene su génesis en La Jiribilla, que creció en esa guerrilla de contracultura (o contra incultura) y luego logró su versión de papel y su espacio con sede en El Vedado —el muy importante Patio de Baldovina— para peñas, exposiciones de artes plásticas y conciertos. Y esa era otra arista, lugares de distracción cultural.

A propósito, después de un tiempito algo distantes por mis peñas del Caimán y mi bohemio trasnochar, lo invité a un espacio que tenía en el Diablo Tun Tun de la Casa de la Música de Miramar, los sábados de 4 a 8 pm. Se llamaba “La Utopía”. Se animó a ir con Cuqui. Le encantó la mecánica de poner en una pantalla videos realmente alternativos (el término está en extremo viciado) lo mismo Víctor Jara que Bob Dylan, Silvio y Pablo… rock argentino, tropicalismo brasilero, trovadores de ayer y hoy… y luego la descarga de trovadores y otra tanda de videos bailables, con Van Van, Rubén Blades, en fin, salsa, rock, trova movida, son, etc. Luego me citó a su casa, para el análisis y la propuesta. Vamos a hacer eso mismo, pero en un lugar público, céntrico, entrada libre y con precios de tragos preparados y picadera, bien barato todo. Y empezamos “La Pupila Asombrada” como peña mensual donde se presentaban libros y se llevaba a figuras diversas para entrevistarlos, lo mismo deportistas, políticos, científicos, artistas…

Hasta que un buen día me dijo: “Esto tenemos que convertirlo en un programa de televisión”. Lo miré con cara de “ahora si estás loco” y en un par de meses estábamos ya empezando a hacer el programa. Tras la COVID, ya había empezado Con Filo y la peña se redimensionó en la Casa de la Amistad de Paseo y 17 igualmente, con entrada libre, un viernes al mes. Integración de factores diversos, lo mismo el Partido que Propaganda y que Gastronomía… todo en función de que la gente tenga un lugar donde se pueda comprar un libro, una banderita cubana o del 26 de Julio, tomarse unas dispensadas, encontrarse con figuras de renombre en las ciencias, la historia, el deporte, las artes, la economía, compartiendo de tú a tú. Tanto en una peña como en la otra se incluyó el servicio de la wifi, o transmisiones en vivo, así como un micrófono para dar la palabra al público.

“No dejó nunca de buscar cómo cubrir espacios que quedaban desprotegidos”.

Integraba tanto espacios en vivo como el uso de las redes y la convocatoria a diversas instituciones para que se implicaran y comprendieran a la vez la importancia y el sentido de trabajar para los humildes, el pueblo. 

La peña “La Pupila Asombrada” y “La Pupila Afilada”, su blog La Pupila Insomne, la creación de Ecured (alternativa a Wikipedia, que implica una visión regularmente tergiversadora especialmente en la visión política de la información)…

No dejó nunca de buscar cómo cubrir espacios que quedaban desprotegidos. Así también llegó Cuadrando la caja, ante la falta de visión económica y los enemigos cobrando terreno físicos y sobre todo teóricos. 

Iroel buscaba articular todas las vías en función de expandir una cultura de liberación, descolonizadora, en incesante creación, ese rayo que no cesa, en todo lo que pueda contribuir a esa idea de cultura, de ese otro tipo de felicidad no asociada al tener sino a crecer espiritualmente.

No debo dejar de apuntar su sencillez también en su modo de vida. Hasta zapatos rotos le vi, aparte de lucir algo chambón y descuidado en el vestir. Gracias a Cuqui no fue peor la cosa. Dedicado plenamente al trabajo, no se daba un trago ni asistía a fiestas. Peor cuando iba a alguna, porque nos convertía la gozadera en reuniones de trabajo.

Iroel buscaba articular todas las vías en función de expandir una cultura de liberación, descolonizadora, en incesante creación, ese rayo que no cesa.

Ahora es que lo calo a profundidad, como quien lo puede ver en aparente distancia. Pudiera lamentarlo, pero no por tarde. No llegué a calibrar —porque no se dejó vencer nunca— la gravedad física en que se encontraba hasta apenas un par de semanas antes de que partiera.

Cuando partió hacia nosotros solo atiné a escribir:

Su vida era el deber.
Los humildes primero.
Su dios y guía Fidel.
Su enemigo el imperio.
Su don la sencillez.
Su poeta Rubén.
Y se vestía al revés.
Le temían los objetos,
también los disfrazados.
Terror de oportunistas,    
malinches del mercado
y los excomunistas,
lo querían ver linchado.

¿Ahora con quien discuto,
marxista enamorado?
¿Con quién sembramos patria
como tú la has sembrado?

Su vida era el deber.
Los humildes primero.
Su dios y guía Fidel.
Su enemigo el imperio.
Su nombre es Iroel
su apellido es el pueblo.