Culmina el verano 2024 y varios fueron los acontecimientos culturales que nos llenaron de orgullo cuando de gestión del patrimonio cultural vivo se trata.

Se celebró un fabuloso “Timbalaye” por todo el país, caracterizado por la participación popular, la estimulación a destacados tesoros humanos vivos como cultores protagonistas de nuestras prácticas tradicionales. Además se realizaron sendos espacios académicos donde confluyeron el diálogo, la reflexión y el intercambio en función de la política cultural, dedicados en esta edición a los Cabildos de Nación y Casas Templos como depositarios de lo más auténtico y dinamizador de la cultura.

También la Jornada Cucalambeana en Las Tunas, y el Festival del Caribe en Santiago de Cuba, eventos institucionales que han forjado y prestigiado nuestra cultura por varias décadas, nos repararon emociones y alegrías en medio de limitaciones económicas muy agudas.

Pero en esta ocasión abordaré la presencia de expresiones generadas desde las propias comunidades y que por tanto se convierten en parte de nuestro patrimonio cultural vivo, ganado por herencia y por resistencia cultural. Me refiero a aquellas celebraciones realizadas en la etapa estival que por un lado son poco conocidas, pero por otro cuentan con un alto valor antropológico e histórico, que las hace formar parte de las necesidades de varias comunidades cubanas.

Expresiones culturales generadas desde las propias comunidades son parte de nuestro patrimonio cultural vivo, por herencia y por resistencia cultural.

Cuando hablamos de estas conmemoraciones tradicionales se hace común pensar en los populosos carnavales, sobre todo el Carnaval santiaguero (Patrimonio Cultural de la Nación), el de Manzanillo y el San Juan Camagüeyano, para citar los más trascendentales; así como también festividades parrandiles, como las Parrandas de barrios de Chambas, en Ciego de Ávila. Pero otras fiestas populares se desarrollan durante nuestro caluroso verano, y les aseguro que presentan igual importancia para la cultura de la Isla, aunque solo sean reconocidas por las comunidades como herederas, hacedoras y contribuyentes de su propia historia construida por varias generaciones.

En este sentido me referiré a la Fiesta del Berraco, en Imías, Guantánamo; la Verbena de la Calle Gloria, en Santa Clara, Villa Clara, y los Carnavales Acuáticos, precisamente por ser estos últimos reemplazados por la magnitud de las citas carnavalescas, aunque sean parte de ellas.

La Fiesta del Berraco, que cumplió por estos días 94 años de existencia, acontece el 16 de agosto de cada año en el municipio Imías, provincia Guantánamo. Esta es una de esas ceremonias autóctonas donde la comunidad ha sido perseverante y cautelosa en su preservación y salvaguardia, demostrando un gran sentido de resistencia y perdurabilidad, haciendo de ella una de las principales tradiciones de la zona.

Según cuenta Ramón Frómeta —especialista de cultura popular tradicional de la Casa de Cultura municipal, defensor como nadie de los valores identitarios— “el berraco” es un personaje que se cubre con hojas de guineo (plátano) todo el cuerpo y se coloca una mandíbula de cerdo, pintando su cara y brazos con tizne de carbon. A él se fueron sumando otros personajes: perros, cazadores y un vendedor que recorren de un extremo a otro del pueblo recolectando en las viviendas carne, grasa, viandas, ron, y dinero que depositan en un moral. Ahí es cuando el vendedor comienza a pregonar las partes del animal en venta después de darle muerte: vendo patas sin nigua, cocote…

La Fiesta del Berraco cumplió por estos días 94 años de existencia.

Como motivo de la celebración participan varios grupos tradicionales de la zona —entre ellos el Nengón Imías—, que festejan el 16 de agosto el día de San Joaquín, fecha en la que desde el año 1930 “el berraco” comenzó a salir en recorrido por el barrio, acompañado de otros vecinos, para generar el jolgorio que en ocasiones se extiende hasta tres días.

Al “berraco” se suman ocho o diez personas con vestuarios característicos, los que fungen como vendedor de carne, matador del berraco o perros de presa (estos últimos son cargadores). Como valor agregado destaca el protagonismo de los infantes y adolescentes en la organización y liderazgo; sobre todo, en lo que se refiere al histrionismo y teatralidad que conlleva todo el show que sucede alrededor del berraco.

Desde la más oriental de nuestras provincias nos trasladamos hacia el centro de la isla, y en la capital villaclareña encontramos la siempre esperada Verbena de la Calle Gloria.

Una de las manifestaciones que más he presenciado y disfrutado en mi vida ha sido de esta verbena. Mi paso por esta ciudad durante años me dio la posibilidad de estudiar a fondo su interesante historia.

Hablamos de una de las tradiciones más representativas y reconocidas de Santa Clara, celebrada cada 12 de agosto, y considerada la fiesta de la villa en honor a su patrona, la Gloriosa Virgen de Santa Clara de Asís. Para los santaclareños reviste gran significado la emblemática arteria, no solo por su ubicación geográfica por ser de las más céntricas y desembarcar al parque “Leoncio Vidal”, también por ser el escenario de esta expresión identitaria; mientras el nivel de resistencia y preocupación del Cuerpo de Bomberos y sus vecinos han sido elementos determinantes y distintivos en la sustentabilidad cultural del evento desde su aparición.

Según me contaron Martha Anido y Clara Santana, personas que desde sus estudios han defendido la popular festividad, las verbenas se celebraron durante todo el período colonial y neocolonial, aunque no de manera sistemática. En 1989, a propósito de las conmemoraciones del aniversario 300 de la fundación de la ciudad, se revitaliza la tradición que desde entonces se desarrolla anualmente.

El 16 de agosto de 1695 se acordó en reunión del Cabildo, bajo el mandato del alcalde ordinario, capitán Juan Sarduy y el resto de las autoridades, celebrar el 12 de agosto la fiesta a la Gloriosa Virgen de Santa Clara de Asís. Esto se realizó de manera oficial después de haber recibido una imagen de la virgen. Además para darle al dictamen toda la seriedad y oficialidad requerida, se le hizo saber al señor cura y vicario Don Diego Rubí de Celis para que dicho testimonio se consignara en el Archivo Eclesiástico de la Villa.

En 1989, a propósito de las conmemoraciones del aniversario 300 de la fundación de Santa Clara, se revitaliza la celebracion de la Verbena de la Calle Gloria.

La imagen de nuestra patrona era llevada sobre los hombros de los bomberos hasta el término de la calle, y cerca del río Cubanicay se situaba en un altar provisional, construido especialmente para la Santa Patrona; allí permanecía hasta la medianoche en que era devuelta a su sitio original en la Capilla del Cuartel. La Banda de Música asumía el acompañamiento de principio a fin, unido a su función de escoltar a la venerada virgen.

Quisiera culminar entonces con el Carnaval Acuático, festividad realizada en sitios de la geografía nacional con presencia de un litoral, celebrada como parte de los carnavales pero que en ocasiones no presenta la misma suerte cuando de reconocimiento social-comunitario y promulgación se refiere.

Es el Carnaval Acuático una de las expresiones de la cultura popular con mayor representatividad, participación e historia en nuestras temporadas estivales. Son varias las ciudades marítimas que en sus respectivos litorales celebran cada verano su carnaval acuático; en su mayoría son parte del gran carnaval, y a su vez son consideradas y reconocidas por sus comunidades como uno de los eventos de mayor preferencia de los desarrollados durante el año, dado el alto sentido de pertenencia que caracteriza a los pobladores que habitan en sitios de mar y malecón. En este sentido, los más reconocidos en Cuba son los carnavales acuáticos de Caibarién, Punta Alegre, Morón, Caimanera y Santiago de Cuba.

Por lo general la pugna o competencia entre las embarcaciones se establece entre instituciones o empresas que se convierten a la vez en patrocinadores de cada una de las representaciones, se ocupan de la selección de la embarcación, los materiales y accesorios necesarios para cada uno de los elementos que componen la decoración del carruaje marítimo.

La celebración se desarrolla en el verano. Su mayor atracción recae en la ornamentación de embarcaciones, las cuales son engalanadas con disímiles temas, amenizados con expresiones musicales y danzarias representativas de sindicatos, organizaciones y demás, que conforman un espectáculo en altamar que el público disfruta desde el litoral. Posee carácter competitivo y según el lugar donde se realice así serán los elementos que lo tipifiquen.

Aunque cada festividad de este tipo presenta sus peculiaridades distintivas, destacan las celebradas en Caibarién (Villa Clara) y Punta Alegre (Ciego de Ávila), al ser las únicas comunidades parrandiles que también cuentan con un carnaval acuático, cualidad que sin duda constituye una fortaleza indiscutible, dadas las habilidades y destreza de artesanos y colaboradores que por años han heredado saberes y conocimientos relacionados con la ornamentación de carrozas, y destreza en la elaboración de fuegos artificiales, elementos imprescindibles en la culminación de las embarcaciones engalanadas.

Son varias las ciudades marítimas que en sus respectivos litorales celebran cada verano el carnaval acuático.

Desde el punto de vista organizativo en Caibarién, como suele ser en casi todos los pueblos del centro del país, se celebra el día del “caibarienense ausente”, práctica que tiene su origen el 8 de agosto de 1954 cuando al alcalde de turno —José Julio Pérez y Borroto (Yuyo)— se le ocurrió la idea de fundar el Carnaval de Verano en la villa. Desde entonces cada año se desarrolla desbordado de fiestas y manifestaciones muy particulares del arte popular, mientras dentro de estas se anima el llamado Carnaval Acuático.

La fiesta se realiza a lo largo del malecón cangrejero —porque es el pueblo de los cangrejos y ostenta una enorme escultura alusiva en su entrada—, que se compone de barcos decorados con un tema determinado, como si fueran carrozas, desfilando por las tranquilas aguas de la bahía acompañadas por iniciativas músico-danzarias, con alegóricos personajes de lustrosos vestuarios que junto a los fuegos artificiales nos brindan uno de los espectáculos más impresionantes de la cultura popular tradicional de la isla; mientras, el público disfruta y participa en la selección de las mejores composiciones artísticas.

El carnaval acuático de Punta Alegre, comunidad perteneciente al municipio de Chambas, provincia de Ciego de Ávila, surge en 1992 —según cuentan sus moradores—, y se ha celebrado de manera ininterrumpida hasta nuestros días. Tiene la singularidad de la selección de la sirena y las sirenitas —los otros no cuentan con esta tradición; el colofón de la festividad sin dudas es el paseo de las carrozas (embarcaciones pesqueras adornadas) en el litoral, las que, como cada año, representarán un tema, leyenda local o universal a fin de satisfacer las expectativas de los pobladores durante las representaciones.

A diferencia de las carrozas parrandiles, a los figurantes se les permiten coreografías y demás movimientos durante el espectáculo, por lo que también existe un jurado. Las embarcaciones pertenecen a sindicatos, instituciones, y hasta personas naturales, optando todos por solo tres premios. En cada edición se inscriben hasta más de ochenta carrozas. Ostentan el Premio Nacional “Memoria Viva” que auspicia el Instituto Cubano de Investigaciones “Juan Marinello” del Ministerio de Cultura de Cuba (ICIC).

También en la central provincia de Ciego de Ávila encontramos el carnaval acuático de Morón, reconocida como la Ciudad del Gallo. Según cuenta Larry Morales, historiador de la urbe, en sus inicios lo realizaban familias de las clases pudientes que engalanaban sus embarcaciones y paseaban a través del canal, lo que constituía un espectáculo impresionante, una diversión única.

Al igual que otras tradiciones, esta práctica sufre los embates de los años 90. Una década después es revitalizada —manteniendo su esencia y los elementos que la caracterizaron por años—, mediante la adopción de diversas alternativas que garantizan su viabilidad y la mantienen hasta nuestros días. El embarcadero y el canal que desemboca en la laguna moronera se engalana bellamente cuando se acerca la fecha del carnaval acuático. Las embarcaciones que compiten se convierten en escenarios culturales que simbolizan distintos motivos de la cultura cubana, sin dudas uno de los atractivos más auténticos.

Mientras en la ciudad indómita de Cuba el carnaval acuático santiaguero se convierte en un desprendimiento de su Carnaval (Patrimonio Cultural de la Nación), y a ritmo de la contagiosa conga santiaguera y el desfile de coloridas embarcaciones se convierte en una fiesta para el disfrute de la población.

“Estamos en presencia de procesos culturales identitarios que forman parte del entretejido de festividades tradicionales en Cuba”.

Desde La Alameda y por todo el litoral de Santiago de Cuba, residentes en la urbe y visitantes disfrutan de un colorido desfile competitivo de una decena de carrozas, engalanadas con banderas cubanas y luminosos adornos en donde aparecen figurantes danzando con ritmos caribeños y fuegos artificiales que salen desde el mar.

Y para culminar, en lo más oriental de la isla resalta también el carnaval acuático de Caimanera, caracterizado por el acostumbrado paseo en bote a lo largo de la bahía, donde encontramos como novedad a modelos concursantes, lo cual conforma la atractiva y colorida gala para la selección de la “reina del mar y sus luceros”.

Esta jornada se acompaña de diversas actividades deportivas y culturales, que por lo general se celebran durante tres días. Las jóvenes competidoras representan a los diferentes organismos del poblado marino, ellas desfilan para demostrar la creatividad, estilo y belleza de cada una de sus iniciativas, momento que acapara la mayor atención del público. Esta expresión también ostenta el Premio Nacional “Memoria Viva” que concede el ICIC.

Sin duda; estamos en presencia de procesos culturales identitarios que forman parte del entretejido de festividades tradicionales en Cuba. Y si bien en ocasiones decimos que son poco reconocidos, constituyen manifestaciones de gran valía para la cultura cubana, por lo que merecen también ser valoradas, promulgadas y preservadas en bien de la identidad nacional.

2