En la noche del 2 de noviembre de 1969 se imprimió el primer grabado de la ciudad de Holguín. Aquella pieza —rememora el maestro Jorge Hidalgo Pimentel, uno de los artífices de un momento fundacional no solo para esta parte del país, pues sus ecos y ramificaciones son rastreables más allá de la geografía local— consistió en una litografía con “un rostro joven de Quijote adolescente y ojos llenos de estupor y asombro, quizás consciente del largo camino que había comenzado”. “Esa noche-madrugada, los cuatro alucinados alrededor del tórculo del siglo XIX, realizaron la descomunal edición de 100 estampas”. Nacía el Taller de Grabado de Holguín.
Como ha escrito el investigador Martín Garrido en su texto “Plástica holguinera: Breve historia de una génesis”, que aparece en el libro-catálogo Cuestión de actitud, publicado por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) y el Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC) en la provincia, con el triunfo revolucionario de 1959 se inicia en Holguín “una etapa caracterizada por la creación de instituciones que garantizarían, por un lado, la formación de los nuevos artistas y por otro, la exhibición, promoción, valoración y comercialización de la producción artística”.
Una de estas instituciones fue, precisamente, el Taller de Grabado, que estuvo entre las de “mayor alcance, proyección y prestigio en la provincia”, recalca Hidalgo. “En esa pequeña célula, y a pesar de los distintos cambios de local, junto a los jóvenes creadores del inicio se agruparon escritores, actores, músicos, bailarines y otros con deseos de apertura y proyección del arte para la experimentación. El Taller, que así ya era conocido, fue un sitio de confluencias de ideas y sueños” y posibilitó un impulso verdaderamente considerable de la creación gráfica en la provincia y al desarrollo de un movimiento de artistas que encontraron en las diferentes técnicas y posibilidades creativas del grabado la fuente de expresión para sus intereses y búsquedas.
A la par, y en confluencia al trabajo creativo, la labor de la Escuela de Artes Plásticas El Alba (1961), la Galería Holguín (1972), la filial del FCBC y el Comité Provincial de la Uneac (ambos en 1987), el Centro Provincial de Arte (1991), el Centro de Información de las Artes Plásticas (1995) y el Taller de Papel Manufacturado (1995) fueron generando un amplio movimiento artístico que se fue materializando, además de las obras, en exposiciones, eventos, publicaciones, intercambios de diverso tipo y en la labor de curadores, especialistas y promotores.
Entre los eventos —en los que los artistas nucleados alrededor del Taller de Grabado recibieron premios por sus obras— se encuentran el Salón Provincial de Artes Plásticas (1984) y el Salón Premio de la Ciudad (1987), los más antiguos del territorio; los encuentros de grabado Taller 84 y Taller 86, las exposiciones de Pequeño Formato (1981), los salones y muestras de la Uneac (1989), el proyecto Babel (1995) en las Romerías de Mayo, y la Fiesta de la Cultura Iberoamericana (1993). Lo anterior —a partir de la fundación del Taller de Grabado y aquella litografía quijotesca que recuerda Jorge Hidalgo y que marcó la primera luz de toda una destacable producción— propició el auge del grabado y la expansión a territorios cercanos de la experiencia, a partir de encuentros y talleres, de exposiciones y diálogos entre los diferentes artistas.
Todo ello motivó al equipo del Centro Provincial de Arte, liderado por Yuricel Moreno Zaldívar, a realizar la curaduría de la exposición Carpeta roja, con parte de la colección de gráfica que atesora la institución y que inauguró el 29 de junio, con palabras de Jorge Hidalgo, en su Sala principal, como parte de las acciones por el inicio de los meses veraniegos en Holguín.
Carpeta roja es la historia de una génesis, una evolución y una añoranza. Porque parte de los inicios de un movimiento cuyo calado, aún hoy, es palpable; porque muestra el crecimiento, la experimentación a partir de diferentes técnicas, temas y abordajes, los sellos e improntas, incluso los ecos y el trabajo de creadores no holguineros vinculados al Taller y a los eventos en la provincia; y porque el Taller, ese “lugar renacentista”, al decir de Hidalgo, no existe hoy: queda la añoranza —la de los instrumentos, las piedras y las gubias, las máquinas de impresión, los olores y el de ver cada pieza saliendo “a la vida”— de los artistas que trabajaron allí y de la importancia, cada vez más necesaria, del rescate de un sitio imprescindible para cartografiar la historia visual en esta parte del país y la espiritualidad (también la de hoy, ahora) de sus artistas.
Piezas en técnicas que van desde la litografía, la xilografía, la colografía (experiencia traída por los artistas santiagueros participantes en los eventos nucleados alrededor del Taller) hasta la collagegrafía, la calcografía, la linografía y la calografía nos aproximan al trabajo de artífices del grabado —a la par de su obra en otras expresiones artísticas— como Nelson García Miranda, Armando Gómez, Ramiro Ricardo Feria, Jorge Hidalgo, Fausto Cristo, Magalys Reyes, Ronald Guillén, Oscar Lino Iralda, Luis Tasset, Carlos Cobiellas Cadenas, Miguel Mayan, José Emilio Leyva, Tania Alina Paredes, Luis Enrique Díaz Ricardo, Adria Bruzón, Arsenio Labrada, Marlenes Cobas Cobiellas, Emilio Chiang (maestro de varias generaciones de grabadores en el Taller), Leticia Leyva Azze, Fernando Bacallao, Rubén Rivero, Ramón Sierra, Julio Alarcón, Roberto Barzaga, Walter Manuel Serrano, Yunia Pavón, Lorenzo Moya y Julieta León. Prestigian, además, Carpeta roja —con curaduría de Roxana La O Sánchez y Bertha Beltrán Ordoñez— una litografía de Antonia Eiriz, donación de Jorge Hidalgo al Centro Provincial de Arte, y una calcografía de Alberto Lezcay, Premio Nacional de Artes Plásticas 2022.
Como el maestro Hidalgo, también celebro “la alegría que significa la contemplación de esta muestra diversa y con altos niveles técnicos y estéticos de jóvenes y no tan jóvenes, que demuestran su interés por un oficio que, a pesar de todo, da testimonio de una labor honorable, necesaria y auténtica: ser grabador, que continúa y continuará haciendo camino”, como evidencia el trabajo de jóvenes grabadores salidos de las aulas de la Academia Regional de Artes Plásticas El Alba —nicho de experimentación junto al Taller de Papel Manufacturado y sello editorial Papiro—, cuyas obras han sido premiadas en el Salón Provincial y en el de la Ciudad; y que muestra como una práctica que tuvo hace unas décadas auge y empuje, sigue siendo heredad y de alguna manera vigencia; sigue despertando interés y engrosando piezas a la historia del arte holguinero, cubano y a esa gran “carpeta roja” que volverá a abrirse una vez más.