Los límites de la razón (im)pura en Casa Bermeja
En octubre de 2006, la poeta norteamericana Linda Gregg nos decía: “la mejor poesía se encuentra más que se escribe”[1]. Se refería a ese acto combinado de la razón donde el poeta busca de un modo deliberado la “sustancia”, los temas, sus “fuentes resonantes” de creación para luego, hacer algo con ello. El poeta, dice Gregg, puede “producir poemas hermosos sin creer en nada, pero eso corroe el espíritu y eventualmente pudre la semilla del corazón. La escritura se convierte en fabricación en lugar de dar a luz”[2]. Cuando sucede que un poeta ha encontrado simultáneamente su “fuente resonante” (o una de ellas) y esta coincide con el medio trasmisor, es decir, ambas son la palabra/lenguaje/escrituras, podemos decir que la poesía accede de un modo más directo a la experiencia y tendrá consecuentemente un impacto real y genuino en el oyente o en el lector.
Del mismo modo que el lenguaje designa mediante operadores de individualización[3], lo hace la poesía que usa el lenguaje como fuente resonante, presentándonos así una poética de un tipo singularísimo. Es el caso de la obra escrita por Rito Ramón Aroche (Ciudad de la Habana, 1961), sus soliloquios, diálogos, preguntas y todo cuanto supone una ruptura en el equilibrio del lenguaje del mismo modo que el pensamiento, ha llamado por años poderosamente mi atención. Sin embargo, no fue hasta después de leer Casa Bermeja[4], último libro del autor publicado por Ediciones Otlazpan, que logré formularme la idea más seria que puede hacerse un lector en relación a la obra de Rito: su lenguaje puro, el diálogo directo con la experiencia, el pensamiento genuino como torreón sobre la cabeza, a menudo, dramatizan poderes que no vemos. He ahí el simbolismo y el misterio en su obra, lo que se traduce en saber hallar/provocar/otear como buen can de caza hace con un hueso viejo, la poesía en los lugares decisivos del pensamiento.
“El autor nos lleva a un espacio desbrozado por sí mismo, donde encontraremos al inicio y más tarde, un lenguaje (e)alusivo, elíptico, lioso, que no es otra cosa que el lenguaje y pensamiento haciéndose cargo de la experiencia y su sentido”.
En Casa Bermeja —en cuyo caso hay también una percepción física de la poesía, en tanto, se vale el poeta del verso libre entrecortado lo que sugiere una realidad ausente o furtiva para el que lee, a veces la falta de signos de puntuación, el poema breve, el guion largo del diálogo con el sentido vigoroso de la verdadera conversación—, hay un “yo” muy visible.
Pero, ¿sobre qué y con quién dialoga el poeta?
Aunque encontremos en el cuaderno un tipo de trascendencia textual que nos acerca al simbolismo mallarmeano, claramente referenciado al inicio, y que habla a favor de otra de sus “fuentes resonantes”, la obra de Rito nace —parafraseo a Wordsworth ahora— en el desbordamiento espontáneo de pensamientos poderosos. El autor nos lleva a un espacio desbrozado por sí mismo, donde encontraremos al inicio y más tarde, un lenguaje (e)alusivo, elíptico, lioso, que no es otra cosa que el lenguaje y pensamiento haciéndose cargo de la experiencia y su sentido. En ese fluir natural de la conciencia, el pensamiento es ilimitado y se renueva constantemente. De ahí que, al leer a Rito en libros recientes como La estación del año (2017) o Libro de imaginar (2019) o Casa Bermeja, seamos asaltados por las mismas inquietudes, el mismo modo naturalista de asumir y ver la realidad, sus fracciones, destellos, abstracciones, asomando como vicios u obsesiones, pero siempre de manera diferente. En Casa Bermeja el poeta ensimismado habla consigo mismo, de ahí que, aunque tenga un alto grado de conciencia sobre lo que siente y ve, los procesos del inconsciente —ha dicho Freud— se hallan en sí fuera de tiempo[5]; no hay en la mente relaciones simples, por eso la irrupción violenta en un mismo poema de varios contenidos, a saber, la familia, la ciudad, las preocupaciones y angustias más anodinas y elementales de cualquier hombre, la observación de lo circundante como forma de aspirar a la verdad:
Ocasión la de herir fijas las noches Avenidas del Puerto
Bar Renedy’s
Nos deja ese color piel nos deja el aire
—Y es madera
—Los teléfonos son rojos y tú eres Carmen
—Y es noviembre
—Y es seguro
—A los manantiales del Chorro los agruparon ha tiempo
—Y tú eres Cary
—Y es seguro
sin otra suerte
Ocasión la de herir
fijas las noches
Cuando el autor dice en el texto anterior: “— Y es noviembre/—Y es seguro”; “—Y tú eres Cary/—Y es seguro”, el lector advierte: Rito necesita asegurarse. Todo lo que hace que nos encontremos ante uno de los poetas más críticos y filosóficos de su generación. Por eso el uso de la razón como esclarecimiento a oscuras verdades, la interrogante como condena o inquisición de la realidad, la repetición no solo intentando ensayar distintas variaciones, sino como modo de (re)afirmarlas; de cierto modo, apuntalarlas con vigas resistentes. Pues ya se ha adivinado, que el poeta vive en la condenación, y en esa tirantez con el mundo físico, necesita asegurarse. Por ejemplo, el poema siguiente, el “ser agua”, el ser confrontado por esa verdad, se siente, como desesperación:
En la noche descubre un organillo. Otras veces una sal.
—He sido un agua…
Descubre en el fondo el anillo. —He sido un agua…
En el fondo una edad. —Un agua he sido.
Asimismo, destaco la fuerza de la pregunta en la obra de Rito, no por la sonoridad o el ritmo sino por el hecho, como advierte Sócrates, de insistir en las afirmaciones hasta hacerlas tambalear, o hasta que puedan mostrar sus fortalezas[6]. Hay en la pregunta un extrañamiento o ruptura, o acaso, búsqueda de la noción pura y de la verdadera respuesta. Es así que el poeta se pregunta: “Están los peces?/ en los mantos de agua están los peces?” No hay modo de leer la obra de Rito Ramón Aroche sin ser enfrentados/convocados a pensar que quizás en su excesiva simplificación encontremos la excesiva complicación del poema.
En cualquier caso, ¿el modo en que dialogamos con nosotros mismos, más automático y veloz que cuando lo hacemos con el resto, no es acaso, más genuino y sincero? Sin embargo, también hallaremos en los poemas de Casa Bermeja, un modo de hablar con el otro, sobre todo en los poemas breves donde el autor coquetea con el haiku o el tanka, ambas formas tradicionales de composición poética japonesa y que hablan a favor de la síntesis donde él ha podido llegar; la brevedad como espejo de lo mucho que se adivina en lo poco:
De amianto en cuerpo./De luz y cera. Oh Dios,/Me ven ¿nos velan?
No vi qué fuera./En tu cabeza, pienso,/sombrilla alterna.
En ambos textos breves, el diálogo con el otro es también desde la fabulación y la invención, pues solo sucede en la cabeza del autor. Dios, por ejemplo, en el primer caso, no puede dar respuestas inmediatas, de modo que el poeta siembra y abre un espacio fecundo a la respuesta; un espacio infinito. Es la pregunta en sí misma, el conocimiento, o los múltiples conocimientos ocultos en el poema. El cuaderno nos recuerda que el saber, como necesidad acuciante, es el hambre más primitiva del poeta.
“(…) ¿el modo en que dialogamos con nosotros mismos, más automático y veloz que cuando lo hacemos con el resto, no es acaso, más genuino y sincero?”
En Casa Bermeja, el lector puede descubrir también una paleta de colores: grisuras, color piel, sepia, luces, sombras, el color de la casa bermeja como la sangre. Es lo bermejo un color familiar, pero lo que hallo en esta observación es el estado atento del “yo poemático”, su búsqueda consciente, la mirada crítica sobre el entorno. Al finalizar, la firma, el coto puesto en: Jamba 1987 —Samá— El Trigal 1992, advierte otro de los elementos predominantes en la obra de Rito: la provocación como un juego donde el lector también será enfrentado a sus propias preguntas; la provocación como espacio de sociabilidad del poema. El autor, no solo lanza preguntas como trampas, sino que cambia la acción dramática del juego. La obra de Rito es radical, he ahí su maestría y gracia en lo que decía Gregg sobre el arte de encontrar el germen del poema, por eso la recomiendo. Al leer Casa Bermeja los lectores convendrán que, incluso el pensamiento más consistente, entrará en conflicto con el gobierno de su razón.
Notas:
[1] Gregg, L. (2006). The art of finding: En: https//poets.org/text/art-finding
[2] G.L. Ob. Cit.
[3] Ricoer, P. (1990). Aproximaciones a la persona. Espirt.
[4] Ramón, R. (2024). Casa Bermeja. Ediciones Otlazpan, Tepeji del Río, Hidalgo, México.
[5] Ver en Sigmud, F. (1920). Más allá del principio del placer. Freeditorial.
[6] Cerletti, A. (2008). La enseñanza de la filosofía como problema filosófico. Ed. Libros El Zorzal. Bs. As.