El camino es largo y el desierto parece no tener fin. Sin embargo, el comerciante obliga al cooli, cargador de sus enseres, y al guía, a seguir adelante cueste lo que cueste. Tiene que ser el primero en llegar al petróleo, dejar atrás a quienes compiten con él, aunque sea a punta de pistola.
La dureza del espíritu del comerciante, su ambición, indolencia, los beneficios con los que cuenta y sobre todo a los que aspira, saberse que tiene poder, que nadie podrá hacerle frente puesto que cuenta con cartas bajo la manga; lo hacen inmisericorde, ciego y sordo ante el dolor de sus empleados. Por eso, a la primera, movido por el miedo de los efectos de sus abusos, para proteger a toda costa sus intereses, su carga, no teme despedir al guía que lo orienta en medio del desierto y luego, asesinar al cooli, que lleva su pesada carga.
Al ser absuelto del proceso que lo coloca como asesino —porque para el juez parcializado es regla que el comerciante trate de defenderse ante un supuesto ataque del cooli (dado que ha sido explotado durante todo el viaje)— queda anulada la justicia y fundamentalmente, la excepción: que un buen hombre, aunque sea explotado, puede ser portador de un gesto noble, uno quizás como compartir agua o lo poco que tiene con alguien insensible.
La excepción y la regla (1930), es una obra didáctica, la última escrita por Bertolt Brecht. En su interior guarda verdades tan grandes y áridas como el mismo desierto en que se recrea. Discute un tema atroz como lo es el abuso. Muestra el enfrentamiento de dos mundos distintos y recurrentes, al déspota y al oprimido, al victimario y la víctima. Se acerca a la posición del explotado como diana, como carne de cañón y la del explotador, establecido por el mundo agreste como norma, como ente a aceptar sin discusión.
Casi medio siglo después, Impulso Teatro, al igual que antes lo hiciera Brecht, adopta una postura crítica ante el mundo contemporáneo globalizado, que se alza heredad para unos pocos y migajas para muchos. De ahí que La excepción y la regla sea la nueva parcela desde la cual el colectivo trace sus aproximaciones a la realidad que habitamos.
Y aunque le reclamamos a la puesta bajo la dirección de Alexis Díaz de Villegas, que no se haya alejado mucho, que su rostro escénico sea muy parecido al referente textual original (el cual se perfila desde una trama un tanto embrionaria), cuando ello pudo haber sido totalmente diferente. De la década del treinta hasta la fecha han sobrevenido una multiplicidad de hechos, eventos, aportes filosóficos, literarios, etc., que pudieron ampliamente engrosar, rebosar el corpus de la fábula y el discurso del espectáculo que hoy vemos en el Teatro Milanés.
“La excepción y la regla, de Villegas, no da rodeos, va rápidamente a la médula”.
Si bien de algún modo experimentamos que el primer cuarto de hora de La excepción y la regla se resiente, se pronuncia desde cierta monotonía, peligra estancarse (en lo que tienen gran peso las razones antes mencionadas) y que podría valorarse el tratamiento, quizás a nivel de arreglo, de algunos temas musicales (principalmente del primer y segundo cuadro) en función de su eficacia, de la ganancia de dinámica en la acción escénica. Con todo y más esencial, es justo apuntar que el montaje que hoy exhibe Impulso Teatro, por sobre los traspiés que lo hacen decaer en momentos, exhibe importantes alcances que apresan la atención del público.
La excepción y la regla, de Villegas, no da rodeos, va rápidamente a la médula. Salta a la vista que no busca surcar su rumbo, ni hacer responsar su eficacia en la mera artesanía visual, en bellas imágenes o un decorado fastuoso (aunque no les faltan). Es una plataforma donde el plato fuerte, donde la savia que rebosa por sobre las imágenes es el acto de deliberar ideas sobre la existencia humana, más específicamente, como le preocupaba a Brecht, sobre el abuso como escollo histórico.
De ahí que la propuesta desde su claridad, se crece, se hace más inquietante mientras aborda con precisión de cirujano el punto medular que le interesa y otros tópicos, líneas temáticas como lo son la injusticia, los juicios sumarios, los consorcios y complots para culpar al más débil, la presión para hacer que el otro cambie de parecer ante una posible pérdida del trabajo o aquello que lo sostiene económicamente, contantes subyacentes en La excepción y la regla.
Ahora, Impulso Teatro, para garantizar la virtud de la polémica, ni acude, ni se deja vencer por el panfleto. La metáfora escénica que levanta, tiene bien delimitados sus propósitos y los linderos que recorre, por eso acentúa roles, revela pausadamente las causas y efectos de las acciones de los sujetos escénicos y sobre todo, brinda una especial atención al peso de las decisiones de estos.
Entonces, La excepción y la regla, en un instante, viene a ser un teatro de operaciones donde la balanza de las culpas no sólo se inclina hacia el lado más claramente deudor. La mirada de Impulso Teatro es más amplia e inquietante, busca no quedarse conforme con lo obvio, sino va más allá. Por ello, no parece importarle tanto determinar en sí, identificar la evidente fuente del abuso (que es el comerciante), sino el porqué de la existencia y prolongación de dicho mal en el tiempo.
“Impulso Teatro, para garantizar la virtud de la polémica, ni acude, ni se deja vencer por el panfleto”.
Fijados los nortes, comprobamos paradójicamente que a causa de los sujetos más ajados, el cooli asesinado, el guía, el tabernero y la esposa del cooli, es que subsiste y se perpetúa el abuso. En cuanto seres dramáticos no hacen otra cosa que tolerar, mantener una actitud servil, sinflictiva ante las presiones, las arbitrariedades impuestas por el inclemente comerciante y por el juez, parcial y corrupto. Por ello, su condición no mejora, sino que para el final de la representación, es más deprimente, paupérrima.
Así, pues, el espectador va tomando progresivamente una postura crítica frente a los sujetos escénicos; y para cuando ya ha cerrado el telón, es totalmente diferente al momento que entró por las puertas del coliseo pinareño para degustar La excepción y la regla.
Por otro lado, es digno reconocer que la dirección artística logra calar con su propuesta, ya que juega sus cartas estratégicamente, encuentra los vericuetos precisos para devolver orgánico, desconcertante, el argumento alguna vez ideado por Brecht. Tal resultado se debe en parte a la gran experiencia y el amplio conocimiento acumulado por Alexis Díaz de Villegas, en su tránsito en calidad de primera figura de colectivos prestigiosos como Argos Teatro y Teatro El Público.
Villegas lee a Brecht, desde Brecht. Desempolva y hace suyos los principios estéticos a partir de los cuales el autor de Madre Coraje y sus hijos trazara su teatro, y desde estos, concibe su acto de entrega. Tal combinación de caja fuerte, que puede parecer fetichista, tal vez redundante en estos tiempos, surte efecto.
Las rupturas en la fábula escénica a través de canciones, los comentarios del narrador, la desacralización del acto de la representación, los actores que invaden la platea para romper una vez más la ilusión de la caja italiana, los temas rapeados, los músicos tocando a plena vista sobre la escena, activan todas las articulares, los nervios, los sentidos de la fábula brechtiana. Van dinamitando, en la medida que se integran, el espectáculo que se niega a una narración escénica formal, tradicional. Lo cual se puede fácilmente denotar a partir del cuadro de la “Canción de los tribunales”, donde se experimenta un mayor dinamismo, resolución y crecimiento vertiginoso del flujo de la acción escénica y el ritmo del espectáculo.
Los actores Carlos Pérez Peña, Edel González, Sergio Gutiérrez, Eudys Espinosa, Dila Martínez y Rosalí Suen, evidentemente han sabido resolverse atinadísimamente en medio de las estructuras ficcionales creadas por Brecht. Demuestran entender sus roles, saber dar el color exacto a cada situación, incluso aunque haya momentos en que parezca que no les asientan bien, sobre todo desde la afinación, algunos temas musicales. Pese a esto, la labor de conjunto, repetimos, es encomiable.
La excepción y la regla, regresa sobre tópicos antiquísimos y todavía muy sensibles para sociedad. El abuso y los males que lo circundan son estepas contraproducentes e infecciosas que cada vez más se multiplican, camuflan bajo los rostros más diversos, causando dolor y sufrimiento. Sin embargo, Brecht, nos alerta que no se puede tomar —parafraseándolo— “lo común, como normal”. También Impulso Teatro, desde los agrestes paisajes que evoca, nos convence de que la solución no está en la impasividad, sino en dar giros, intentar subvertir, lo que a diario el mundo intenta imponer como canon. Desde ese punto, el abuso, dejará de ser una norma, y podrá convertirse en pasado.