¿Qué tiene el pasado para contarnos hoy como realizadores, sociedad y país?
El XXI Festival Internacional de Documentales Santiago Álvarez in Memorian, realizado en la ciudad de Santiago de Cuba del 1 al 7 de marzo, entregó el Gran Premio Santiago Álvarez a una obra que se inserta meritoriamente en la tradición de cine social y político en América Latina: El film justifica los medios, primer largometraje documental del colombiano Jacobo del Castillo, estrenado en 2021 y un homenaje —a partir del uso de otros materiales y sus preguntas latentes— a una generación que protagonizó la primera época del cine documental independiente de Colombia; la misma que influenciada por la documentalística cubana y directores como Santiago enarboló en los años 60 y 70 la denuncia social y política en esta región.
Martha Rodríguez, Carlos Álvarez (1943-2019) y Carlos Sánchez, nombres claves en la historia del audiovisual del continente, revisitan frente a cámara su cine y las circunstancias que los llevaron a buscar otras maneras de narrar una cotidianidad en ebullición, un país que fraguaba su historia. Desde la oscuridad del cuarto de edición —asegura su sinopsis— se descubren las imágenes filmadas por una generación que expuso fragmentos de un país en conflicto.
El film justifica los medios es además un testimonio de la efervescencia política de una época, a partir de grabaciones que son las primeras huellas del documental político en Colombia. Cinco décadas después, Jacobo recupera fragmentos, a partir de la reutilización creativa del material de archivo audiovisual como medio expresivo y catalizador de acciones de recuperación y conservación de estos materiales, de una memoria fílmica que se resiste a desaparecer en el tiempo. Sobre la persistencia de esa impronta y el proceso de realización del documental, conversamos ampliamente a raíz del Gran Premio Santiago Álvarez entregado en Cuba.
El film justifica los medios es tu primer largometraje y sin dudas ha tenido un recorrido significativo por festivales con varios premios. ¿Cómo surge la idea de realizar un documental sobre el cine documental independiente de Colombia? ¿Cuánto influye en ello tu mirada de historiador interesado en la historia del cine contemporáneo en América Latina?
“La idea de realizar El film justifica los medios surge en el contexto de mi primera formación como historiador, pero también como documentalista y cineasta en formación, y al querer conocer y descubrir esos antecedentes, esas pioneras y pioneros del cine documental; ver esos ancestros, esas líneas genealógicas de dónde venimos en el quehacer cinematográfico y documental.
“Antes, desde una preocupación como historiador, como parte de un colectivo tuvimos un cineclub un par de años y empezamos a descubrir obras del cine latinoamericano de los 50 y 60. Toda esta cinematografía cubana, argentina, brasileña, chilena, mexicana, uruguaya… Ahí empezamos a descubrir que, a pesar de que se hacía muy poco cine todavía en Colombia, pues las películas se podían contar con los dedos, era muy importante porque estas producciones, sobre todo el cine documental emergente de estos años, estaba, primero, narrando un país invisibilizado, que no era contado, y en segundo lugar, posicionando política y estéticamente. Con estos materiales se estaban construyendo otras formas de narración, de visión de esa historia.
“Para mí ese descubrimiento me hizo reflexionar al por qué estas obras no estaban al alcance de las audiencias, por qué se conocía tan poco al respecto y de ahí la necesidad de hacer esa película”.
“Ahí empezamos a descubrir que, a pesar de que se hacía muy poco cine todavía en Colombia, pues las películas se podían contar con los dedos, era muy importante porque estas producciones, sobre todo el cine documental emergente de estos años, estaba, primero, narrando un país invisibilizado, que no era contado, y en segundo lugar, posicionando política y estéticamente”.
Puedes hablarme de los objetivos que te planteaste cuando comenzaste a realizar El film…
“Si bien para el acercamiento y la realización de esta película llevé adelante una investigación del contexto, de lo que ocurría en el país y en el cine latinoamericano, con la realización de la misma no había objetivos tan claros; sí estaba la preocupación y el interés por, a través de la búsqueda en el material de archivo, rescatar esta memoria oral que nos ofrecían los realizadores de esta generación que continuaban vivos: Martha Rodríguez, Carlos Álvarez, que fallece en 2019, Carlos Sánchez… Es decir, no teníamos tan claro adónde queríamos llegar, pero sí sabíamos que con sus voces y todo el material y la memoria que empezaba a surgir en ese momento, era importante ir reconstruyendo, ambientando y recreando esa atmósfera histórica, estética, cinematográfica y política de esos convulsos años 60 y 70 en Colombia, Latinoamérica y el mundo.
“Ese viene siendo uno de nuestros objetivos fundamentales: ¿Cómo a través de la película poder construir ese momento e invitar a los espectadores a sumergirse en esas épocas? Eso era muy importante.
“Después fui descubriendo que no solo era un proceso de inmersión en la historia o en el contexto, sino qué tenía para decirnos esa historia en el presente y eso se volvió muy importante para mí.
“Me interesaba descubrir qué tenían para contarnos hoy ese cine, esas imágenes y testimonios de un país hace 50 años; considerarlas vivas, rebeldes, pues aún están latiendo fuertemente y nos están impugnando. Al final, sin quererlo o sin saberlo, la película llegó a una pregunta fundamental: ¿Qué tiene el pasado para contarnos hoy a nosotros como realizadores, sociedad y país?”
“No teníamos tan claro adónde queríamos llegar, pero sí sabíamos que con sus voces y todo el material y la memoria que empezaba a surgir en ese momento, era importante ir reconstruyendo, ambientando y recreando esa atmósfera histórica, estética, cinematográfica y política de esos convulsos años 60 y 70 en Colombia, Latinoamérica y el mundo”.
Por momentos parece increíble que estos audiovisuales tan importantes en la historia del cine colombiano y latinoamericano estén dispersos sin pertenecer a ninguna colección o institución, en buena medida conservados por sus realizadores o por investigadores del cine, pero sin ser parte del consumo cultural frecuente del colombiano… Por eso me llamó la atención el hecho de recuperar y/o rescatar estas “imágenes de archivo” y traerlas nuevamente para que la audiencia pueda sumergirse en parte de la historia de Colombia y conocer sobre la realización de los primeros documentales políticos filmados en el país. ¿Cómo fue el proceso para acceder a estos materiales que utilizas en El film justifica los medios?
“Es increíble pensar cómo en una hora y 18 minutos navegamos de la mano de estas imágenes tan maravillosas del archivo fílmico de los años 60 y 70 colombianos, y lo es porque pensamos en cómo son parte de obras aisladas de piezas de cine que permanecen un poco dislocadas y dispersas en esta gran historia del cine de Colombia, pero que a la vez no son de fácil acceso, porque históricamente no ha existido una entidad que se dedique a esto, que su trabajo sea fomentar la creación de públicos y el acercamiento a la audiencia de este patrimonio fílmico. Los esfuerzos son pequeños en esta parte y pienso que se deben seguir desarrollando en el caso de este cine militante y documental de estos años, porque sobre todo ha sido parte del esfuerzo de cineastas por preservar sus memorias.
“Tal vez con excepción del archivo de Martha Rodríguez y Luis Ospina, muchas de estas otras películas se encuentran en estado complicado, pues se han deteriorado mucho. Con este cine en particular no ha existido un interés por salvaguardarlo y, más importante aún, por generar dinámicas de acceso y de visibilización al público. Fue un camino muy complejo y enrevesado, pues lo primero fue acercarnos a los archivos privados de estos cineastas, que son impresionantes, especialmente en el caso de Martha; es increíble todo lo que ella y el equipo de la Fundación de Cine Documental tenían y la manera en que han conservado su memoria.
“Después trabajamos con la obra de Carlos Álvarez, de quien se salvaguardaron algunos negativos de sus primeras obras y todo el material fotográfico, y de ahí en fuera, con colegas investigadores. Acudimos al Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficas (Icaic) con Lázara Herrera, pues en uno de los Noticieros Icaic de Santiago Álvarez había secuencias y fragmentos de imágenes de películas de estos cineastas colombianos. También tocamos varias puertas para que nos ayudaran en Francia, México… fue un camino largo porque este cine candente, clandestino, a veces precario, también sufrió de ese devenir en el tiempo, pues mucho material se perdió, lo allanaron y fue quedando disperso. Fue muy importante, además, la ayuda de los propios cineastas que quedaban vivos y sus familias en Colombia. Eso también pudiera ser material para una segunda película”.
“Con este cine en particular no ha existido un interés por salvaguardarlo y, más importante aún, por generar dinámicas de acceso y de visibilización al público”.
Coméntame sobre la reutilización creativa del material de archivo audiovisual como medio expresivo y catalizador de acciones de recuperación y conservación, como vemos en El film…
“El primer ejercicio que se realizó para hacer esta película fue muy juicioso desde el punto de vista histórico e historiográfico, investigativo y de compilación de las obras. El film justifica los medios se compone por fragmentos de alrededor de 16 películas. Entonces, en primera instancia, lo más importante era ubicar esos 16 filmes. Hubiéramos podido utilizar más, pero por falta de recursos y otras razones no pudieron entrar; por supuesto que había más películas dentro de este universo de lo político de los años 60 y 70, pero solo utilizamos estas 16.
“El primer trabajo fue ubicarlas, identificarlas, saber si están digitalizadas, si no ver cómo se digitalizaban, ver quién es la persona que tenía los derechos de la obra, cómo acceder a ellos a través de permisos, etc. Luego verlas, analizarlas, reconocer el estatus de cada una como obras en sí mismas… El interés con esta película es que no queríamos hacer solo una compilación con todo este cuerpo de materiales, sino extraer fragmentos y querer contar una historia más amplia; la idea no era hablar de muchas películas, sino hablar de una sola película a través de todas, entonces sí o sí tenía que haber un ejercicio de apropiación y de reinterpretación del material, donde pueden existir distintos grados de esa reapropiación: más drástico, radical, experimental, pero cuando trabajas 50 años después con materiales que no hiciste tú pues va a existir un ejercicio de reinterpretación y de apropiación y de trabajo creativo.
“El ejercicio más interesante fue sacar estos materiales de su contexto y ponerlos a dialogar entre sí como una gran sinfonía de todos estos cines y hacerles preguntas desde el presente. En este sentido hubo mucho respeto y libertad por parte de los cineastas que generosamente nos ofrecieron el material, pues hay que considerar que no es fácil ofrecer tu obra que fue hecha con una mirada, una intención, que ya está cerrada y que se vuelva insumo para otro material. Cada espectador podrá sacar sus propias conclusiones de la obra, pero siempre que vuelves a trabajar con películas que 50 años después van a empezar a ser en tus manos materiales de archivo, se van a construir en otra cosa, pues efectivamente hay un ejercicio creativo de trabajo”.
Marta Rodríguez, Carlos Álvarez y Carlos Sánchez son protagonistas de esta generación de cineastas que exponen, de manera casi artesanal y con bajo presupuesto, desde los márgenes, los fragmentos de un país en conflicto. Ellos son los protagonistas, al mismo tiempo, de El film justifica los medios… reuniendo sus testimonios, después del tiempo y las bifurcaciones, en un mismo material. ¿Podemos decir que aquella fue una generación, en cuanto a búsquedas e intenciones comunes de un grupo? ¿Cómo fue el trabajo con ellos?
“Como en cualquier película, obra, narración, cualquier ejercicio de síntesis, siempre se quedan fuera gentes y otras versiones de esa historia, por lo que la voz de Martha, Carlos Sánchez y Carlos Álvarez integran esa generación de cineastas y realizadores que a mí me interesaba retratar, sobre todo el cine documental porque hay una distinción fuerte, pues me parece que en estos años la búsqueda del cine documental fue más libre, con más ganas de ensayar, experimentar y de arriesgar políticamente con el cine, y en Colombia no pasaba mucho eso en estos años.
“Entonces son ellos solo unas voces, pero no las únicas, por lo que aquí vale la pena recordar una de esas tantas voces con esta estética en el país, como Gabriela Samper, Luis Ernesto Arocha, Diego León Giraldo, Luis Ospina, Carlos Mayolo, Jorge Silva y otros, pero si bien no era un grupo tan grande había varias personas que estaban incursionando en ese camino y estas voces fueron cómplices de nosotros en la realización de la película.
“El trabajo con estas personas fue importante. Aunque no forman un grupo cohesionado, sí me parece que encontraron en el cine una forma de militancia muy fuerte, no unificada pero sí partidaria, profundamente comprometida con un país que estaba viviendo cambios acelerados. Cada quien hacía una parte diferente en fracciones o corrientes políticas, unos más anarquistas, comunistas, herederos de la Teología de la Liberación, socialistas… En esa época había mucho sectarismo, pero todos se encuentran bajo este paraguas de militancias fílmicas, todo se encontraba en el cine. Allí habían encontrado su voz y una forma de relatar el país y de posicionarse políticamente; se trataba de una forma de buscar artísticamente una manera de existir en esta época”.
“El trabajo con estas personas fue importante. Aunque no forman un grupo cohesionado, sí me parece que encontraron en el cine una forma de militancia muy fuerte, no unificada pero sí partidaria, profundamente comprometida con un país que estaba viviendo cambios acelerados”.
Coméntame sobre los mecanismos de producción… O sea, cómo lo realizaste (fondos, ayudas, productores…) si pensamos que un documental así usualmente no “motiva” a muchos a apostar sus recursos… ¿Cuáles son, a tu juicio, los mecanismos por los que puede apostar ahora un cineasta joven en América Latina y más un documentalista joven?
“El punto más álgido y complejo para la realización de una película en Latinoamérica es a la hora de buscar financiamientos, y es uno de los puntos más descuidados y políticamente más complejos que, desde el cine, menos hemos atendido. En el deber ser del cine existen fondos públicos, cada país tiene fondos públicos para el cine, pero el cine documental no es, comercialmente hablando, rentable, entonces necesita de subvenciones públicas y otras vías como festivales, concursos, sectores de distribución que ayudan a pagar las películas, etc., pero cada vez más son menos los recursos y más los cineastas y realizadores que queremos crear, y entonces es un panorama difícil y siento que políticamente hay que ser muy activo siendo muy recursivo y combinando todas las formas de acceso a los recursos y hacerlos como parte de una lucha.
“Hay que aprender a patalear, a rebuscar, moverse y gestionar formas propias de financiación porque si no las películas no se harían. En el caso de esta obra, durante la etapa de investigación realicé una Maestría en México y tenía una beca que me ayudaba a solventar ciertos gastos de la producción, sobre todo los viajes a Colombia, pues me movía entre estos dos países, además en las conversaciones con cineastas y realizadores. En materia de producción el filme es muy barato puesto que son conversaciones con tres cineastas y una que otra filmación en algún archivo o filmoteca.
“En el deber ser del cine existen fondos públicos, cada país tiene fondos públicos para el cine, pero el cine documental no es, comercialmente hablando, rentable”.
“La película se vuelve muy costosa a la hora de pagar los derechos de los materiales de archivo, pues el 80 por ciento de ella es puro material de archivo con derechos. Entonces cuando tuvimos un primer corte de la película en 2019 no teníamos un peso y ya habíamos participado en varios fondos pero sin suerte. Eso implicaba que no podíamos sacarla porque no teníamos cómo pagar esos derechos, y de a poco intentamos participar en pequeñas instancias que nos permitieran acceder a recursos. Donde primero conseguimos financiamiento fue en Cuba, cuando concursamos en 2019 en la categoría de ‘Cine en construcción’ del Festival Internacional de Cine de Gibara. Paradójicamente, con esta justicia poética, en Cuba nos dieron el primer recurso a una película colombiana para empezar a financiarse. Eso nos dio el impulso para no desistir. Luego participamos en varios talleres y fuimos ganando pequeños premios que permitieron ir consiguiendo diferentes materiales para la posproducción. Más adelante fuimos premiados con otros recursos financieros en Bolivia, Chile y así fuimos consiguiendo pequeñas cosas para armar la película hasta que nos ganamos el fondo grande de posproducción en Colombia, el Fondo de Desarrollo Cinematográfico (FDC), y con eso pudimos concluir, pero necesitamos de estas instancias pequeñas en Latinoamérica para echar a andar nuestro proyecto, lo cual fue muy bonito. El cine es muy costoso y eso nos tiene que generar muchas preguntas y hacernos reflexionar sobre nuestras propias formas de producción. El cine político, pienso, debe ser barato, no tan ostentoso; debe ser el cine que pone sobre la mesa las ideas que nos ayudan a concretar, persuadir, conmover a una audiencia”.
¿Cuál ha sido la reacción, sobre todo de los más jóvenes, en las proyecciones de El film…?
“Fue muy interesante y muy enérgica la respuesta de una audiencia joven en Colombia cuando se estrenó El film justifica los medios, porque se estrenó unos meses después de un gran paro nacional en abril y mayo de 2021. En ese momento en Colombia ocurrió un gran estallido social, pero sobre todo juvenil, y eso generó una movilización y politización muy importante entre la gente joven.
“Si bien la película aborda temas de la historia, que no son recientes, parte de esta historia cinematográfica y política del país, creo que la audiencia joven leía o sentía la película de una manera muy actual y vigente. Hubo dos tipos de comentarios recurrentes y muy potentes: que si bien no conocían buena parte de estos filmes o nunca vieron estas imágenes, sentían que eran muy familiares, que les pertenecían de alguna manera, pues no le eran extrañas porque es una realidad que se sigue viviendo. Siento que la película generó movilización entre la gente, ese movimiento que ya traían consigo esas personas en 2021 en Colombia; y por otro lado era la pregunta de cómo hacer para resguardar sus propios archivos después de esta revuelta reciente. Estos fueron temas muy recurrentes dentro de la audiencia joven y la familiaridad con estas imágenes; y por la importancia de salvaguardar las memorias de sus propias luchas”.
“Donde primero conseguimos financiamiento fue en Cuba, cuando concursamos en 2019 en la categoría de ‘Cine en construcción’ del Festival Internacional de Cine de Gibara. Paradójicamente, con esta justicia poética, en Cuba nos dieron el primer recurso a una película colombiana para empezar a financiarse. Eso nos dio el impulso para no desistir”.
Realizaste estudios de montaje en la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños (Eictv) y tus documentales han sido exhibidos en festivales de la isla… ¿Puedes hablarme de tu relación con Cuba y con el cine cubano? ¿Cuál es tu filme cubano preferido?
“Mi relación con el cine cubano ha sido, sobre todo, como cinéfilo y de profunda admiración. Tuve la oportunidad de estar en varias ocasiones en Cuba mientras cursaba estudios en la Eictv. Me gusta mucho eso que vino a suceder de 1959 en adelante con el empuje de la cinematografía cubana y el sentido del humor en su filmografía. Fueron para mí muy importantes varias películas de Tomás Gutiérrez Alea (Titón), entre ellas Memorias del subdesarrollo, que es un hito.
“También me interesa mucho Sara Gómez y, claro, Santiago Álvarez por mi relación con el cine documental. Siento que la cubanización de una idea como la propaganda de agitación política y formal a través del cine influenció para bien al resto de la filmografía latinoamericana. Entonces Santiago es un referente muy importante, y a mí me interesa mucho su cine de montaje.
“De las películas contemporáneas cubanas me interesa mucho Entropía, documental de Eliecer Jiménez Almeida, que vi en 2017 y que fue realizado también con material de archivo, y otras experiencias como la Televisión Serrana, pues me parece que hacen allí un trabajo realmente increíble”.
“Fue muy interesante y muy enérgica la respuesta de una audiencia joven en Colombia cuando se estrenó El film justifica los medios (…) En ese momento en Colombia ocurrió un gran estallido social, pero sobre todo juvenil, y eso generó una movilización y politización muy importante entre la gente joven”.
¿Es Santiago Álvarez un referente en tu obra?
“La obra de Santiago Álvarez es una influencia para esta película porque es un referente para varios cineastas y realizadores colombianos con quienes trabajamos. Hubo una serie de obras de Santiago de rápida circulación que servían para persuadir, estimular y provocar a la audiencia, como Now… Cineastas como Carlos Álvarez lo tenían muy presente en su obra. Creo que hay un cortometraje de Carlos que se llama Asalto donde hay un guiño homenaje a un estilo de montaje de Santiago, de generar a través de materiales de archivo fotográfico montajes en contrapunto con la música, y con la truca y la animación lograr ciertas cosas. Ahí hay referencias muy importantes.
“El cine de montaje de Santiago me interesa muchísimo pues es posible el pensamiento y la reflexión, pero se hacen declaraciones políticas fuertes. Pensar que la película puede transitar por distintas formas del ritmo, la respiración y la cadencia para decir y transmitir es una idea que desde el montaje que viene de realizadores europeos y de Santiago, que es definitivo en mi trabajo”.
“Mi relación con el cine cubano ha sido, sobre todo, como cinéfilo y de profunda admiración”.
¿En qué medida crees que el movimiento documentalístico cubano posterior a la Revolución y por consiguiente creado por el Icaic, influyó (de existir, claro, esta influencia) a esta generación de realizadores de Colombia que aborda El film justifica los medios?
“Seguramente hay muchas influencias a propósito del cine cubano en cinematografías como la colombiana, también posibles gracias al surgimiento del Icaic y del movimiento cinematográfico cubano en los 60, pero veo dos fuertes influencias, aparte del cine y los cineastas: la premisa o declaración del cine imperfecto de Julio García Espinosa y la lectura de este hacia un cine imperfecto en América Latina fue interesante porque si bien no se hace un elogio a un cine precario o cine pobre, sí se estaba reconociendo la importancia de la imperfección o la obra inacabada como un proceso necesario y potente; es decir, si disponer de las películas bien financiadas, redondas narrativamente, que cumplen con todos los cánones, es lo que determina una obra perfecta, pues entonces la obra imperfecta es ese cine que está en constante búsqueda y sin miedos a errar, equivocarse y explorar, y que no se detiene porque no tenga las condiciones materiales para poder realizarse. Esa búsqueda del cine imperfecto es la búsqueda de un cine en movimiento. Esa premisa es un estímulo a la creatividad y la creación, pues la belleza también se encuentra en lo inacabado, en lo imperfecto.
“Por otra parte, el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana fue en esa época un espacio de encuentro muy importante que los cineastas colombianos reconocen como espacio necesario, así como el de Viña del Mar y otros en América Latina. Son espacios para conocer, conversar, socializar y medir el estado de salud de la cinematografía de la región y la obra de cineastas que no estaban ajenos al ámbito político y la vida de nuestros países. Algo muy bonito de esta época y que siento que se debería retomar con fuerza, es los videastas audiovisualistas como integrantes activos de la sociedad, pues tienen algo interesante que decir y algo que proponer”.