La libertad no se implora de rodillas, se conquista en los campos de batalla.

 Eloy Alfaro Delgado

La libertad se conquista con el filo del machete, no se pide; mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejercitarlos.

Antonio Maceo y Grajales

No tenemos certeza de que Maceo tuviera conocimiento acerca de la epopeya latinoamericana en su más temprana juventud. A pesar de que los padres eran analfabetos, harían todo lo posible para que los hijos accedieran a la educación que entonces podían recibir personas de su condición étnica, ya que desde el punto de vista económico, la familia vivía con cierta holgura.

Antonio asistió a un colegio en Santiago de Cuba en el cual recibió algunos conocimientos elementales de lectura, escritura y aritmética y muy probablemente entró en contacto con las ideas más revolucionarias de la época. Más adelante, en plena guerra de independencia, las responsabilidades y altos grados militares recibidos obligaron tanto a Antonio como a otros de sus hermanos a profundizar en los estudios de forma autodidacta.

El otro punto de posible contacto con El Ecuador y el prócer de ese país, fue la masonería, institución que, más allá de ser un instrumento para conspirar contra España constituyó en Cuba “el trasmisor, desde 1862, de un proyecto democrático, laico, republicano e independentista”[1].

La masonería estuvo también relacionada con la revolución liberal y la historia de la nación ecuatoriana, y por eso no es desacertado suponer que fue otro de los factores que contribuyó a la solidaridad entre Alfaro y los revolucionarios cubanos, particularmente Maceo y Martí[2], sobre todo porque sus preceptos comprometían a los liberales de varias nacionalidades a prestarse ayuda mutua en los campos militar, político y financiero.

“La masonería estuvo también relacionada con la revolución liberal y la historia de la nación ecuatoriana, y por eso no es desacertado suponer que fue otro de los factores que contribuyó a la solidaridad entre Alfaro y los revolucionarios cubanos”.

Es conocido que este apoyo tuvo ocasión de manifestarse de manera muy concreta, y tras la gira continental del héroe ecuatoriano, se verificaron contribuciones como las que hizo Maceo a favor de la revolución en Ecuador y las que hizo Alfaro en aras del triunfo de la independencia cubana[3].

Una amistad entrañable

Después de la Protesta de Baraguá, digna respuesta a la firma del Pacto del Zanjón que puso fin a la guerra del 68 sin que se lograran sus principales objetivos: la independencia y la abolición de la esclavitud, Maceo parte al exilio y hace un periplo por varios países latinoamericanos. Comenzaba la tregua fecunda, durante la cual tuvieron lugar algunos intentos fallidos para llevar de nuevo la insurrección a la patria, sin que por ello decreciera el ánimo patriótico.

“Las relaciones de amistad entre ambos combatientes eran intensas, y respondían a la admiración y el respeto que ambos se tenían”.

En diciembre de 1886, Antonio Maceo se traslada a Panamá, donde acepta un contrato de la Compañía concesionaria de las obras del canal interoceánico, que le permitirá, en condiciones ventajosas, dedicarse junto a su hermano José y Agustín Cebreco a la construcción de casas en Bas Obispo[4]. Es necesario anotar que desde los primeros años de la década del 80 habían arribado numerosos ex combatientes del Ejército Libertador de Cuba a aquella región, los cuales formaron una comunidad unida que no solo laboró para su sostenimiento económico, sino también a favor de la independencia patria[5].

Fue en estas circunstancias que Maceo conoció en 1887 al general Eloy Alfaro, quien estaba dedicado entonces a preparar la revolución en su país y a publicar artículos en La Estrella de Panamá[6].  Los intercambios con el líder ecuatoriano fueron propicios para profundizar en la realidad latinoamericana, y sentaron las bases para una cooperación futura en aras de la independencia de Cuba y Puerto Rico y para un compromiso de apoyo mutuo.

Las relaciones de amistad entre ambos combatientes eran intensas, y respondían a la admiración y el respeto que ambos se tenían. Un ejemplo de ello fue la narración recogida en sus memorias por Enrique Loynaz del Castillo, General de la Guerra del 95:

En Punta Arenas nos hospedamos en casa del cubano Juan Romagosa, donde también se encontraba el general Eloy Alfaro, ilustre caudillo de la causa liberal del Ecuador. Por sus espejuelos, por su estatura ―no tan alta como la imaginada― por la modestia de su traje y la bondad del carácter, no era de pensar que se hallara uno en presencia del héroe temido por los reaccionarios del sur. Tenía de él la más alta opinión y estima el general Antonio Maceo, y la expresó en cálidas palabras al presentarme a él.

El general Alfaro, que se encontraba exiliado en Nicaragua, en Tipitapa, y ―en espera del armamento que le regaló el presidente liberal de Nicaragua, Santos Zelaya― veíase en esos momentos ante la necesidad inmediata del auxilio del general Maceo. Poco después de esta entrevista me llamó Maceo.

― “Redacte un telegrama para Pepe Boix, en San José; que me mande setecientos pesos”. Cumplida la orden recibíamos, horas después, un giro telegráfico de Boix por los setecientos pesos; los que el general Maceo entregó inmediatamente a su amigo (…)[7]

Desde 1891 Antonio Maceo se encuentra en Costa Rica, donde se dedica a la tarea de fundar una colonia agrícola con el nombre de La Mansión, que llegó a ser uno de los mayores centros conspirativos en Centroamérica y un punto de encuentro de otros patriotas dispuestos a luchar por la independencia de Cuba, y a estrechar lazos con el movimiento liberal de El Salvador, Colombia, Guatemala, Nicaragua y El Ecuador.

Ideal latinoamericanista

Nacido en Montecristi, entonces capital de la provincia de Manabí, el 25 de junio de 1842, Eloy Alfaro Delgado, visitó muy joven gran parte de Latinoamérica, y también desde muy temprana edad, empuñó las armas a favor de la libertad y la justicia en su patria, Ecuador.

“(…) el gesto solidario de Alfaro fue altamente valorado por Martí, quien escribió en Patria aquel año que ‘El bravo Eloy Alfaro… es de los pocos americanos de creación’”.

En 1873, cuando en Cuba estaba en pleno fragor la Guerra Grande, trabajaba activamente y era dirigente en la filial de la Sociedad “Amigos de Cuba”, radicada en Panamá. En esta época sostuvo relaciones amistosas con exiliados cubanos que después de la firma del Pacto del Zanjón (1878) buscaban apoyo en diversos países de Nuestra América para reiniciar la guerra por la independencia.

Poco después, en Perú, sostuvo largas conversaciones con el Mayor General Antonio Maceo, quien se proponía adquirir armas y recursos financieros para iniciar una nueva contienda, y aunque el héroe cubano no logró este propósito, los contactos con Alfaro le permitieron idear un plan de cooperación revolucionaria que abarcaría también la lucha por la independencia de Puerto Rico[8].

“Nacido en Montecristi, entonces capital de la provincia de Manabí, el 25 de junio de 1842, Eloy Alfaro Delgado, visitó muy joven gran parte de Latinoamérica, y también desde muy temprana edad, empuñó las armas a favor de la libertad y la justicia en su patria, Ecuador”.

En 1894, un año antes del triunfo liberal en Ecuador y del estallido de la guerra necesaria en Cuba, Alfaro había propuesto a Maceo un plan de ayuda a la Revolución Cubana que consistía en la organización de un contingente armado, integrado por ecuatorianos, colombianos y nicaragüenses para combatir en tierra antillana.

En realidad, el héroe de Baraguá fue partidario del apoyo efectivo y la intervención colectiva de los países latinoamericanos que diera como resultado el reconocimiento de la independencia de Cuba por España, en tanto consideraba que las ex colonias de España tenían una responsabilidad especial con el destino de Cuba, y su apoyo podría reducir el tiempo de duración de la guerra y con ello las consecuencias nefastas que acarrearía[9].

No obstante, el curso de los acontecimientos ratifica su posición de alcanzar la independencia patria con recursos y fuerzas propias, sin contar con la intervención foránea, en particular la norteamericana.

“(…) el héroe de Baraguá fue partidario del apoyo efectivo y la intervención colectiva de los países latinoamericanos que diera como resultado el reconocimiento de la independencia de Cuba por España”.

Enterado Martí del proyecto, no lo consideró entonces viable ya que estaba convencido de que la guerra en Cuba sería breve y que tareas internas más urgentes ocuparían la atención de Alfaro. Por otra parte, si bien Martí había otorgado importancia a la ayuda internacional para alcanzar el triunfo de las armas cubanas, nunca le concedió un papel determinante.  Para él era mucho más importante mostrar al mundo un movimiento fuerte y organizado que despertara confianza y respeto en amplios sectores de la comunidad internacional. No obstante, el gesto solidario de Alfaro fue altamente valorado por Martí, quien escribió en Patria aquel año que “El bravo Eloy Alfaro… es de los pocos americanos de creación”[10].  

El gobierno de Eloy Alfaro, quien en 1895 había encabezado una tardía revolución liberal destinada a transformar su país en una nación moderna, reafirmó su compromiso con la Revolución Cubana y dispuso que el Coronel León Valle Franco organizara una expedición militar con veteranos de las guerrillas liberales ecuatorianas (las llamadas “Montoneras”), con el fin de apoyar a los insurrectos cubanos, y aunque tal empresa no llegó a concretarse por razones ajenas al gobierno y al pueblo ecuatorianos[11], el gesto solidario fue altamente valorado por los revolucionarios cubanos, que recibieron otro enorme estímulo moral del bravo ecuatoriano cuando atrajo la atención pública internacional al escribir una memorable carta a la Reina Regente de España, María Cristina, demandando la independencia de Cuba.

Alfaro no sólo se esforzó por lograr el reconocimiento diplomático de la República de Cuba en Armas por parte de la Convención Constituyente de Ecuador, sino que fomentó entre sus conciudadanos una corriente de simpatía hacia la gesta mambisa.

En la carta, rubricada el 19 de diciembre de 1895, el mandatario aconsejaba a la monarquía española que no repitiera los errores del pasado, y la exhortaba a acatar las enseñanzas que le brindaba la historia más reciente de sus relaciones políticas y económicas con América Latina, porque de ese modo España “pondría a cubierto sus intereses y habría hecho justicia a las aspiraciones de Cuba, sin mengua de su decoro”[12]

El gobierno de España hizo caso omiso a la carta, pero Alfaro le dio publicidad a través de varios órganos de prensa, hecho que evidenció su valentía política y acrecentó la admiración que los cubanos le profesaban. Finalizada la histórica proeza de la invasión a occidente, Maceo le dirige un mensaje de agradecimiento, en el que expuso:

Por la prensa española, he sabido la parte que Ud, en cumplimiento de lo que un día me ofreció, ha tomado en pro de la causa cubana. Reciba, por tan señalada prueba de amistad y de consecuencia, mis más expresivas gracias y las de este ejército[13].

 El señalamiento oportuno del Titán al recordar el cumplimiento de lo que “un día me ofreció”, pone en evidencia el permanente interés de Alfaro en brindar   apoyo a la independencia cubana, así como su responsabilidad y alto sentido del deber con el destino de los pueblos latinoamericanos.

“En la época en que el liberalismo ecuatoriano llega al poder, surge y se desarrolla el fenómeno imperialista, que José Martí consideraba un peligro para la independencia y libre desarrollo de Nuestra América”

Alfaro no sólo se esforzó por lograr el reconocimiento diplomático de la República de Cuba en Armas por parte de la Convención Constituyente de Ecuador, disponiendo incluso que el representante de dicha república fuera recibido con el protocolo y los honores inherentes a los embajadores de las naciones independientes que contaban con reconocimiento internacional, sino que fomentó entre sus conciudadanos una corriente de simpatía hacia la gesta mambisa.

De este modo, por disposición del presidente ecuatoriano, en la época de la guerra del 95, los alumnos de las escuelas de la República del Ecuador cantaban el himno de Bayamo, y dos veces a la semana, en las retretas de las poblaciones, las bandas militares, generalmente acompañadas por los asistentes entonaban las notas de La Bayamesa. Con razón el comisionado cubano en el país andino, Arístides Agüero, declaró a su llegada a Nueva York, después de cumplida su misión, que “en el Ecuador no tenía Cuba sino amigos”[14].

“…dos veces a la semana, en las retretas de las poblaciones, las bandas militares, generalmente acompañadas por los asistentes entonaban las notas de La Bayamesa”

En la época en que el liberalismo ecuatoriano llega al poder, surge y se desarrolla el fenómeno imperialista, que José Martí consideraba un peligro para la independencia y libre desarrollo de Nuestra América porque, como lo demostró el devenir histórico, pretendía subordinar financiera y económicamente al continente latinoamericano y establecer una alianza entre las incipientes oligarquías nativas de las repúblicas latinoamericanas y los monopolios norteamericanos.

Por esta razón surge entre los sectores más lúcidos del continente una firme conciencia antiimperialista (que en su primera etapa tiene un carácter eminentemente antinjerencista), de la cual se impregnaría el liberalismo alfarista, incorporándola a sus esfuerzos por la unidad latinoamericana.

Precisamente por esta visión estratégica, para Alfaro revistió gran importancia la lucha de los cubanos por su independencia que, por otra parte, despertó en el pueblo ecuatoriano una amplia solidaridad bajo el recuerdo aún reciente de sus luchas emancipadoras.

Notas:

[1] Eduardo Torres-Cuevas. Antonio Maceo. Las ideas que sostienen el arma. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1995, p.29.

[2] La condición masónica de Martí se pudo corroborar a través de documentos hallados por el investigador cienfueguero, Samuel Sánchez Gálvez, en la logia Fernandina de Jagua. Ver: Pedro Pablo Rodríguez. “Martí masón”. En: Anuario del Centro de Estudios Martianos, No 30, 2007, p. 197- 200.

[3] Ver: Jorge Núñez Sánchez. “Alfarismo, Masonería y Estado republicano”. En: Past:. V:. M:. R:.L:.S:. VOLTAIRE N° 7 Past:. V:. M:. R:. L:.S:. Eugenio Espejo N° 9 Gran Logia Equinoccial del Ecuador.

[4] José Antonio Escalona Delfino. “Antonio Maceo Grajales. Cronología (1878-1886)”. En:  Colectivo de autores. Visión Múltiple de Antonio Maceo. Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 1998, p. 326.

[5] Eusebio Leal. “Antonio Maceo, obrero en la construcción del Canal de Panamá”. En: Granma, La Habana, 6 de octubre de 1979, p.2.

[6] Aunque la mayoría de las fuentes cubanas indican que el primer encuentro entre Alfaro y Maceo sucedió en Panamá en 1887, otros establecen que Alfaro residió en Lima entre 1886 y 1889.

[7] Enrique Loynaz del Castillo. Memorias de la Guerra. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1989, p. 92. José Luciano Franco afirma que el importe económico ascendió a mil pesos, pero el testimonio de Loynaz del Castillo hace alusión a setecientos pesos. Ver: José Luciano Franco. Antonio Maceo Apuntes para la historia de su vida. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, t I.pp. 54- 56.

[8] Raúl Aparicio. Hombradía de Antonio Maceo. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1996, p.323.

[9] Carta de Antonio Maceo a Ulises Heureaux, 24 de noviembre de 1895. En: Sociedad Cubana de Estudios Históricos e Internacionales. Antonio Maceo. Ideología política. Cartas y otros documentos. Tomo II, p. 78; Carta de A. Maceo a los generales Cuello y Pichardo, 23 de diciembre de 1895. En: ob Cit, p. 168; Carta de A. Maceo al general Joaquín Crespo. En: Ob Cit, p. 117.

[10] José Martí, Ob Cit, Tomo 8, p. 258.

[11] Las dificultades insalvables que significaban el transporte de tropas desde el Pacífico al mar Caribe, al no poder utilizar el istmo de Panamá por la permanente hostilidad del gobierno conservador de Colombia, lo obligaron a desistir de este proyecto.

[12] Eugenio de Janón. El viejo luchador: Su vida heroica y su magna obra. Empresa EditoraAbecedario Ilustrado, Quito, 1948, p.356-359.

[13] Santovenia Emeterio. Eloy Alfaro y Cuba.  Ediciones La Tierra, Quito, 2001, p.156.

[14] Emeterio Santovenia, Ob Cit, p.183.

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