Algunos lo recuerdan más en su condición de guionista de programas televisivos, en especial de De la gran escena, aunque no fuera este el único. Pero esta fue solo una faceta de su múltiple hacer, porque el título de periodista integral dentro del panorama de la cultura cubana es el que mejor se aviene a su fecunda obra como crítico, reportero, articulista, entrevistador en el sector artístico.

Orlando Quiroga tuvo muchos amigos. Unos treinta años atrás, quien redacta esta nota lo conoció en la revista Opina, donde había entregado cuatro textos con escaso gancho periodístico. Quiroga, maestro del oficio, se percató de que mi información era atractiva, aunque le faltaba el toque de un buen título y algunos giros que motivaran la lectura. No me dijo nada, sencillamente reunió los cuatro textos breves y los presentó unificados bajo un título que fuera un detonante: Famosos en La Habana, y les dedicó una página doble del tabloide más leído en aquellos momentos, con despliegue fotográfico incluido. Fue la suya una lección callada, elegante, llena de generosidad.

“Entrevistó a muchas personalidades del espectáculo a su paso por Cuba, entre ellas Sara Montiel, Silvana Pampanini, Gina Lollobrigida, Carmen Sevilla, Lola Flores… sin por ello desdeñar la importancia de la más humilde de las bailarinas o las modelos”. 

Después tuve el honor de visitarlo un par de veces en su hogar del Barrio Obrero, municipio de San Miguel del Padrón, en un apartamento modesto con entrada por la Vía Blanca, no distante de la Virgen del Camino. Sencillo, desprendido y siempre colaborador, Quiroga descubría su sabiduría farandulera sin reservas por igual ante el diletante como ante el especialista.

Escribió abundantemente, con facilidad, conocimiento del asunto y actualización periodística. Leer las crónicas y artículos de los espectáculos que Quiroga reportaba para la revista Bohemia constituía un deleite informativo. Entrevistó a muchas personalidades del espectáculo a su paso por Cuba, entre ellas Sara Montiel, Silvana Pampanini, Gina Lollobrigida, Carmen Sevilla, Lola Flores… sin por ello desdeñar la importancia de la más humilde de las bailarinas o las modelos.

“Como autor, Quiroga revela la suspicacia de su olfato para descubrir los entretelones de un ambiente y una ciudad, más allá de sus pintoresquismos y vanidades”. 

No hubo festival internacional de música, programa de teatro o televisión, espectáculo de Tropicana, concierto de artistas visitantes, estreno de coreografía de ballet… que Quiroga no reseñara en su estilo descriptivo, ameno, gráfico, audaz en los criterios, rico en anécdotas, respetuoso de no herir susceptibilidades, medido en la crítica y sagaz en los comentarios.

Fue un profesional que manejó el toque de humor en el sitio adecuado y el guiño de complicidad cuando la situación lo requirió. Desde la década del 50 del pasado siglo su nombre firmó infinidad de trabajos en la prensa que hoy utilizan para sus búsquedas informativas quienes investigan, consultan y releen.

Fue conocidísimo en el ámbito periodístico, y también popular. Disfrutó la amistad de numerosos artistas cubanos y extranjeros, disfrutó además el reconocimiento de los lectores. Publicó libros que volaron de las estanterías, best seller difíciles de encontrar hoy día hasta en las bibliotecas.  

“Pienso, con toda sinceridad, que el periodismo cultural, que el periodismo del espectáculo, no ha reconocido debidamente la contribución de Orlando Quiroga a lo largo de décadas…”

Nada es imposible, de 1996, es su libro de memorias, y la novela testimonial Muñecas de cristal se publicó dos años después, con buen éxito. Como autor, Quiroga revela la suspicacia de su olfato para descubrir los entretelones de un ambiente y una ciudad, más allá de sus pintoresquismos y vanidades. Supo penetrar en la psicología humana y su narrativa tiene los colores de un fresco en el cual se descubren los diversos niveles de la sociedad.

El periodista no lo abandona nunca, como tampoco el arte de narrar sin aburrir. El tema del habano, o sea, el tabaco cubano, le ocupa en otro de sus libros: Arte y mística del habano.

La cantante Beatriz Márquez siempre le agradecerá el sobrenombre de La Musicalísima (muy merecido), que Quiroga le confirió. Pienso, con toda sinceridad, que el periodismo cultural, que el periodismo del espectáculo, no ha reconocido debidamente la contribución de Orlando Quiroga a lo largo de décadas, y que hoy el dañino sueño del olvido amenaza tenderle su capa de tupida telaraña.

Orlando Quiroga nació en 1933 y murió el 28 de mayo de 2007, a los 73 años. ¿Por qué no pensar en la creación de un premio que lleve su nombre? Lo merece.

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