Seis décadas han transcurrido desde aquel Primer Concurso Internacional de Ballet, celebrado en la ciudad búlgara de Varna en 1964, en que el inglés Arnold Haskell, por entonces decano mundial de la crítica de ballet, al referirse a la presencia de nuestros bailarines en ese evento donde obtuvieron los más altos galardones, no vacilara en definir al fenómeno técnico-artístico de nuestros bailarines como “el milagro cubano”.
Al paso de los años, el prestigio y el reconocimiento mundial que han obtenido nuestros bailarines y su versátil repertorio en las giras internacionales realizadas por el Ballet Nacional de Cuba y también por el Ballet de Camagüey se ha consolidado en la hoy mundialmente reconocida Escuela Cubana de Ballet.
Por todos es sabido que ese milagro, que hoy admiramos y celebramos ha sido resultado de tres elementos básicos: la presencia de un pueblo con una gran riqueza danzaria, la existencia de figuras capitales que han sido capaz de expresar el gran caudal de ese talento danzario cubano y, de manera muy especial, el apoyo moral y material que ha recibido a partir del triunfo revolucionario del 1 de enero de 1959.
Junto al Ballet Nacional de Cuba, fundando el 28 de octubre de 1948, y el Ballet de Camagüey, creado el 1 de diciembre de 1967, ha sido portador de ese inagotable caudal de talento que le ha entregado un sistema pedagógico unitario que hoy se extiende a lo largo y ancho de la Isla.
En toda esta rica historia, la provincia de Camagüey ocupa un lugar de especial relevancia, dado que allí, bajo el liderazgo de una extraordinaria mujer, la profesora Vicentina de la Torre, el arte del ballet se mantuvo vivo en los duros años de la dictadura batistiana, en su modesta academia que posteriormente se convertiría en la Escuela Provincial de Ballet a principios de la década del 60, y en 1967 en la base del Ballet de Camagüey, segunda compañía profesional de ballet del país. Bajo su magisterio y el de varios discípulos suyos se descubrieron y pulieron talentos locales. Sin embargo, sería en el periodo 1975-1992 en que, bajo la dirección del maestro Fernando Alonso, el movimiento de ballet en la provincia agramontina alcanzó su vuelo mayor.
Hace pocos días, para celebrar el 110 aniversario del natalicio del maestro Alonso, se efectuó el Segundo Concurso de Coreografía e Interpretación “Fernando Alonso In Memoriam” y en ella participaron numerosos alumnos procedentes de las provincias orientales: Camagüey, Las Tunas, Holguín, Santiago de Cuba y Guantánamo, que reciben su formación en la academia de las artes Vicentina de la Torre.
“En toda esta rica historia, la provincia de Camagüey ocupa un lugar de especial relevancia (…) bajo el liderazgo de una extraordinaria mujer, la profesora Vicentina de la Torre”.
Un jurado presidido por el maestro José Antonio Chávez, maître del Ballet de Camagüey y Premio Nacional de Danza 2023, e integrado por Josefina Arellanos profesora e investigadora mexicana, Jesús Arias Pajés, bailarín y profesor del Ballet Contemporáneo de Camagüey, el crítico e investigador Dr. Ismael Albelo y el autor de esta crónica.
El repertorio presentado durante el concurso incluyó la obra de un total de 26 coreógrafos, alumnos y profesores de los niveles elemental, medio y profesional, el que concedió 18 premios en los niveles de coreografía e interpretación. De particular interés resultaron los desempeños de figuras muy jóvenes como fue el caso de Ederlyn Sotomayor, alumna del Centro de Promoción, quien obtuvo el Premio a la Interpretación por el solo Colibrí, creado por la maestra Hilda Martínez de la Torre, donde logró una bella simbiosis de pasos, gestualidad y musicalidad. Pero sin lugar a dudas la sensación del evento lo constituyó la presencia del joven santiaguero Lester Adrián Ávila, alumno de segundo año de nivel medio, quien obtuvo el Gran Premio en Coreografía por el sólo titulado Prórroga, con música de Tadow, que creara en colaboración con su condiscípula la holguinera Gabriela Rojas. La impactante presencia física de este joven bailarín, su poderío técnico evidente en virtuosos saltos, giros y extensiones, así como su particular proyección escénica, lo hicieron merecedor por unanimidad también del Gran Premio de Interpretación Masculina.
El panorama balletístico camagüeyano actual se manifiesta sólido y diverso, y a ello contribuye la labor de prestigiosas instituciones de la provincia como son la ya mencionada Academia de las Artes Vicentina de la Torre, el Ballet de Camagüey bajo la guía de Regina Balaguer, el Centro de Promoción del Ballet “Fernando Alonso”, dirigido por la profesora Herminia Martínez de la Torre y el Ballet Contemporáneo de Camagüey dirigido por la profesora Lisandra Gómez. Durante los días del evento, el jurado y el público asistente que colmó el Teatro Principal pudo disfrutar de una variada oferta coreográfica con el peso mayoritario en obras creadas por los propios alumnos, lo que permitió no solamente apreciar el nivel técnico artístico de los concursantes sino también los dones creativos que pueden observarse ya desde tan temprana edad.
De especial interés resultaron las actividades teóricas simultáneas al evento, celebradas en el Salón de Actos del Hotel Plaza, que incluyó paneles y conferencias, entre ellas “Danza y diversidad: un acercamiento al arte danzario en Camagüey”, “Danzología, una experiencia desde la Universidad de las Artes”, “¿Para qué sirve la danza?”, “Presupuestos de la Enseñanza de la Danza trascendiendo lugares comunes”y “El legado del maestro Fernando Alonso”, de mi autoría. En el Teatro Principal, sede oficial del evento, se produjo el estreno del documental El maestro entre nosotros, dedicado al maestro Fernando Alonso y a su legado en el Ballet de Camagüey, realizado por el equipo fílmico dirigido por el talentoso cineasta agramontino Reinaldo Labrada.
Admiración y agradecimiento resultan términos necesarios para patentizarles a las autoridades del Partido y del gobierno locales por habernos regalado esta fiesta de la danza camagüeyana, que lo es también para de toda nuestra cultura nacional.