“Sensemayá” y “Sabás”: dos poemas de Nicolás Guillén en la música de concierto latinoamericana
Uno de los grandes desafíos del compositor latinoamericano dentro de la música de concierto ha sido exponer el qué decir dentro del cómo estructural de las grandes formas musicales heredadas de Europa. En tal sentido, el movimiento nacionalista y dentro de él la estética del folclorismo jugó un papel esencial al poner a disposición de los compositores latinoamericanos instrumentos, ritmos y sonoridades propias que se fueron adaptando a la música coral, cameral y sinfónica del viejo continente.
A inicios del siglo XX la musicología comienza a tener un despegue sorprendente. Se realizan estudios organológicos en distintos países. Se escriben historias regionales de la música y numerosos investigadores recorren el continente en trabajos de campo que producen decenas de textos sobre el folclor, aportando herramientas indispensables a los compositores. Uno de los países destacados en este sentido fue México, donde compositores como Carlos Chávez, Manuel María Ponce y Silvestre Revueltas descubrieron, para la música universal, instrumentos y melodías autóctonas que llevaron al lenguaje sinfónico contemporáneo.
Nicolás Guillén, el poeta de Cuba, visitó México por primera vez en 1937 para participar en el Congreso de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, LEAR por sus siglas.
El país azteca deslumbró al joven Guillén que llegaba de una Cuba dominada por la tiranía de Machado, mientras México acababa de salir victorioso en su revolución, por lo que en el discurso de clausura expresó: “No saben ustedes, no podrán saberlo nunca, lo que significa para un cubano de hoy, preocupado hasta el hueso por el futuro de su patria, el contacto con esta humanidad en marcha hacia la consecución de sus propios destinos”.
Y es que en criterio de Amparo Sánchez: “(…) es en este país donde se consolida el gran proceso de identificación del poeta no solamente con el mundo viviente de los oprimidos, sino también su visión de la multiculturalidad hispanoamericana, base paradójica, pero indoblegable de la unidad continental de América Latina”.
“‘Sensemayá’ (…) parece construido a partir de combinaciones fonéticas fuertes y explosivas, una especie de conjuro bélico en el idioma de los oprimidos que ha sido motivo de cita y reinterpretación por varios escritores y artistas”.
LEAR era un organismo de tendencia izquierdista que había sido creado a finales de 1933 para luchar contra el imperialismo y el fascismo. En mayo de 1936, su presidente era el músico Silvestre Revueltas, considerado el más influyente compositor de nacionalidad mexicana y autor de una de las obras más representativas del repertorio orquestal latinoamericano, me refiero a “Sensemayá”, basada en el poema homónimo de Nicolás Guillén que escuchó en la propia voz del poeta en aquel memorable congreso de 1937. Uno de los poemas que forma parte del poemario West Indies Ltd.
“Sensemayá”, canto para matar a una culebra, parece construido a partir de combinaciones fonéticas fuertes y explosivas, una especie de conjuro bélico en el idioma de los oprimidos que ha sido motivo de cita y reinterpretación por varios escritores y artistas.
Pienso por ejemplo, en el polifacético Alejo Carpentier y su novela Concierto Barroco cuando describe una escena que se desarrolla en el Ospedale della Pietá, donde las bellas venecianas con sus instrumentos, los compositores Antonio Vivaldi, Doménico Scarlatti, Jorge Federico Haendel; el mexicano Montezuma y el negro Filomeno ―con utensilios de cocina que había acopiado―, improvisan un conjuro al que se une el resto en una especie de danza ritual, inspirado o atemorizado por un lienzo en el cual se representa una serpiente:
[…] corpulenta, listada de verde, de tres vueltas sobre el tronco del Árbol, y que con enormes ojos colmados de maldad, más parecía ofrecer la manzana a quienes miraban el cuadro que a su víctima.
Y cuando el miedo de Filomeno por la serpiente se intensificó: […] como si oficiara una extraña ceremonia comenzó a cantar:
―Mamita, mamita,
ven, ven, ven.
Que me come la culebra,
ven, ven, ven
[…]
Y haciendo ademán de matar la sierpe del cuadro con un enorme cuchillo de trinchar, gritó:
―la culebra se murió,
ca-la-ba-son,
Son, son.
Esta atmósfera del rito, la lucha entre la vida y la muerte, fue descrita por Silvestre Revueltas solo a través de instrumentos musicales, para lo que utilizó como estructura musical al poema sinfónico y no la versión musicalizada del poema, tal como harían otros músicos.
En el sinfónico “Sensemayá”, Revueltas experimentó con combinaciones sonoras estructuradas a la manera de la arquitectura funcional. El ritmo obstinado y perenne sirve de sostén a un diseño melódico donde los timbres pueden variar y que se anticipa a las búsquedas del serialismo.
La obra presenta abundancia y variedad de ritmos feroces, primitivos y violentos donde destacan valores irregulares, síncopas y contratiempos. Las melodías cortas y acentuadas resaltan el valor rítmico y utiliza elementos primitivistas y “salvajes” muy relacionadas con la estética del compositor ruso Igor Stravinsky.
Su lenguaje musical, aunque tonal en ocasiones, es disonante y explota los instrumentos de viento metal y percusión. Presenta grandes contrastes dinámicos y diversidad de recursos agógicos como acentos, staccatos, ligados y ligaduras, medios expresivos que contribuyen a describir el enfrentamiento de la serpiente a sus verdugos rituales.
“En el propio poemario West Indies Ltd aparece el poema ‘Sabás’ (…); otro de los poemas en que Guillén aboga por eliminar las diferencias sociales y de raza llevado a la música de concierto por el cubano Alejandro García Caturla”.
Es por ello, una obra de gran maestría que llevó al director norteamericano Leonard Bernstein a expresar que “[…] el compositor es sofisticado y posee gran capacidad técnica, pero expresa un espíritu feroz, primitivo y violento que se expande en ritmos salvajes, sones agudos y gemidos siempre controlados por la mano sabia de un verdadero artista”.
En el propio poemario West Indies Ltd aparece el poema “Sabás” que habla del negro bueno, honesto, humilde; otro de los poemas en que Guillén aboga por eliminar las diferencias sociales y de raza llevado a la música de concierto por el cubano Alejandro García Caturla, compositor que posee muchas semejanzas con la estética folclórica del mexicano Silvestre Revueltas.
Alejandro García Caturla fue un hombre que al decir de María Aleyda Hernández y Marcia María Guerra estuvo signado por las encrucijadas del amor de sus dos mujeres negras y su familia blanca; las profesiones de músico y abogado; la vida en Remedios y la capital. Fue miembro del Grupo Minorista, donde se fomenta su interés por el folclore y el afrocubanismo.
También mantuvo correspondencia con Nicolás Guillén en las que el poeta, por ejemplo, puso al descubierto la satisfacción de que sus poemas recién publicados fueran llevados a la partitura por un músico que, como él, había nacido en una ciudad del interior del país, defendía y hacía suya la espiritualidad negra: su fuerza, esencia y presencia, aún no visible o develada, en aquello que lo identificaba como cubano.
De las musicalizaciones de Caturla sobre los Motivos de son, de Guillén, se conocen “Bito Manué” y “Mulata”; así como “Yambambó”, del poemario Sóngoro cosongo. Aunque el interés de Caturla se encontraba en una obra grande, sinfónica, de tema racial especialmente escrita para su estilo y forma de musicalización. Por ello le había pedido a Guillén: “[…] veré con verdadero gusto que usted me haga obras para mí especialmente, permitiéndome sugerirle un poema racial con seis u ocho cantos para una obra grande, en que yo pueda utilizar solistas y coros […]” …. pero la muerte le impidió cumplir su deseo.
“Sabás” fue el último de los poemas de Nicolás Guillén que alcanzó a musicalizar Caturla. Se trata de un lied o canción donde tanto la voz como el acompañamiento juegan un papel esencial y que a diferencia del lied convencional —que utiliza generalmente piano—, aparece acompañado por un conjunto instrumental que tiene desarrollo independiente de la melodía y no solo la sostienen, sino que comentan el texto a través de sus propios recursos expresivos, otorgando posibilidades sinfónicas a un conjunto de cámara de cinco instrumentos aerófonos.
Silvestre Revueltas y Alejandro García Caturla estuvieron en la mira de Alejo Carpentier, quien prestó atención a la creación musical de ambos, al legado musical que dejaban para América.
De manera general, la musicalización de este poema se caracteriza por presentar abundantes polirritmias ceñidas al texto del poema, donde la melodía y el acompañamiento establecen una especie de diálogo en el que se aprecian ritmos de esencia popular y pasajes hasta cierto punto joviales.
Por coincidencias del destino Silvestre Revueltas y Alejandro García Caturla mueren en el mismo año —uno a consecuencia de una neumonía complicada por su alcoholismo y el otro asesinado a manos de un hombre al que debía llevar a juicio—. Por su labor, estuvieron en la mira de Alejo Carpentier, quien prestó atención a la creación musical de ambos, al legado musical que dejaban para América y que así expresó:
La obra de Alejandro García Caturla crece con el tiempo, como crece, en México, la de un Silvestre Revueltas cuya música tenía un cierto parentesco sonoro, digámoslo de paso, con la de nuestro compositor. Ambos ―el uno dentro de lo mexicano; el otro dentro de lo cubano― estaban guiados, sin conocerse siquiera, por parecidos propósitos estéticos. No por mera casualidad ambos trabajaron, en distintas épocas, sobre poemas de Nicolás Guillén y llegaron a coincidir en la elección de los mismos textos.
En el caso de Silvestre Revueltas se encuentran en su catálogo las versiones musicalizadas de “Caminando” —también del poemario West Indies Ltd.— en versión para barítono y piano y para voces y conjunto instrumental fechada en febrero de 1937 y “No sé por qué piensas tú” —del poemario Cantos para soldados y sones para turistas— para barítono y conjunto instrumental compuesta en marzo del propio año. Como se puede apreciar, las versiones musicalizadas de esos poemas guilleneanos coinciden con la visita del poeta a México para participar en el congreso de LEAR.
El mexicano Revueltas y el cubano Caturla son impulsores del movimiento sinfónico de sus respectivos países y de llevar al lenguaje de este formato instrumentos autóctonos de las poblaciones indígenas y africanas de sus naciones.
Tienen en común, también, el estímulo a la música europea de su tiempo a través de conciertos llamados de “Música Nueva” acompañados muchas veces de conferencias ilustradas.
Como director, Silvestre Revueltas también dirigió algunas obras de Alejandro García Caturla en su paso por Cuba. Ambos compositores, en fin, establecieron importantes nexos entre lo nacional y lo foráneo a través de un lenguaje contemporáneo y propio, que, junto a la obra poética de Nicolás Guillén, de cuya savia bebieron para sus creaciones musicales, es expresión de la esencia e identidad de los pueblos de Nuestra América.
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