El Hacha de Holguín, símbolo de la ciudad y máxima distinción que otorga el gobierno en la provincia, fue conferida al Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic) en el 65 aniversario de su fundación, en el marco de la edición 31 de las Romerías de Mayo.
Este reconocimiento, entregado por el gobernador de Holguín, Manuel Francisco Hernández Aguilera a Alexis Triana, presidente del Icaic, enaltece la labor de esta institución cultural, baluarte del valor dado por la Revolución al arte, especialmente al cine.
Triana agradeció el gesto de los holguineros y expresó, en nombre de todos los que se agrupan en torno al Icaic, el orgullo que representa la distinción. “Tenemos una deuda con Holguín: el Icaic tiene que volver a convertir a esta ciudad en una urbe cinematográfica, que no solo se quede en el Festival Internacional de Cine de Gibara; e integrar a los realizadores y productores de la provincia y darle vida al movimiento de creadores”.
“Triana agradeció el gesto de los holguineros y expresó (…) el orgullo que representa la distinción”.
Con el Icaic se materializó el sueño de muchos precursores y cineastas que, a lo largo de años, se debatieron para conseguir la fundación y el desarrollo de una industria cinematográfica cubana. La institución ha protagonizado la producción cinematográfica nacional por más de 60 años.
Muchos de sus filmes, considerados clásicos de la cinematografía latinoamericana, han sido premiados en numerosos festivales internacionales y constituyen objeto de estudio en diferentes partes del mundo. El Icaic continúa con su propósito inicial y con la capacidad para asumir los retos mirando al futuro.
El 24 de marzo de 1959, con la publicación en la Gaceta Oficial de la Ley No. 169, el Consejo de Ministros del Gobierno de la República de Cuba creó el Icaic, un organismo de carácter autónomo y personalidad jurídica propia, que pretendía “organizar, establecer y desarrollar la Industria Cinematográfica, atendiendo a criterios artísticos enmarcados en la tradición cultural cubana, y en los fines de la Revolución que la hace posible y garantiza el actual clima de libertad creadora”.
Desde su génesis, el Icaic potenció el surgimiento de una cinematografía que acompañara el proceso político y que posibilitara redefinir y subvertir los discursos de la historia colonial y neocolonial. La Ley fundacional destaca que el cine es un arte y “constituye por virtud de sus características un instrumento de opinión y formación de la conciencia individual y colectiva y puede contribuir a hacer más profundo y diáfano el espíritu revolucionario y a sostener su aliento creador”.