La 24 edición del Havana Film Festival de Nueva York, que se realiza hasta el próximo 18 de abril, apuesta por la diversidad cultural de América Latina y el Caribe, otorgando espacios a las narrativas de la región como alternativa a las propuestas de las grandes distribuidoras de cine. De esta manera se proyectarán más de una treintena de películas, en su mayoría estrenos mundiales y nacionales, como han reseñado varios medios de prensa.
Filmes de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, México, Perú, Panamá, Uruguay y otros países de la región, se proyectarán en el Quad Cinema de la Gran Manzana. La diversidad de géneros y temas, además de la variedad de países, caracteriza también esa edición que persigue atraer la mayor cantidad de público interesado por esta producción. De Cuba se presenta una sugerente curaduría de largometrajes de ficción y documentales, la mayoría de estreno en Estados Unidos o en la ciudad de Nueva York. De los primeros encontramos: La mujer salvaje (Alán González, 2023), Bajo un sol poderoso (Kiki Álvarez, 2022), Una noche con los Rolling Stone (Patricia Ramos, Cuba-Nicaragua, 2023) y El mundo de Nelsito (Fernando Pérez, Cuba-España, 2022). Mientras que los documentales aparecen en cartelera: Landrián (Ernesto Daranas, Cuba-España, 2023), La leyenda de Arsenio (Rolando Almirante, 2012), Santa canción (Juan Carlos Travieso, 2023), Retorno (Blanca Rosa Blanco, 2023) y Jíbaro (Osmanys Sánchez Arañó, 2023).
“La 24 edición del Havana Film Festival de Nueva York, que se realiza hasta el próximo 18 de abril, apuesta por la diversidad cultural de América Latina y el Caribe”.
Justamente con Osmanys Sánchez Arañó (Palma Soriano, 1972) conversaremos sobre Jíbaro, desempolvando un diálogo de hace unos meses cuando esta producción del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic) con colaboración de Champola Films, obtuvo el Premio “Cine Invisible” en el XV Festival de Cine Invisible Film Sozialak, realizado del 19 al 26 de octubre de 2023 en Bilbao, España; ganándolo de manera compartida con otro documental: Imelda no estás sola, de la salvadoreña Paula Heredia.
De entonces a la fecha, Jíbaro posee un amplio recorrido, como nos cuenta Osmanys, pues fue seleccionado por la Asociación Cubana de la Prensa Cinematográfica (ACPC) como Mejor documental cubano exhibido durante el 2023, un “premio que lleva implícito un valor intelectual que lo hace uno de los más importantes y valiosos que puede recibir una obra audiovisual dentro de Cuba”; así mismo fue parte del stand de cine cubano, conformado por 12 películas, en el Festival Internacional de Cortometrajes de Clermont-Ferrand, en Francia; y elegido este año para la muestra por el aniversario 65 del Icaic, “un gesto hermoso que recibimos con agrado y gratitud”, pues fue “esta industria quien asumió el presupuesto total de producción y el acompañamiento en todos los procesos”, subraya Osmanys.
Esta obra, que se presentó también en el Festival Internacional de Cine de La Habana el pasado año, nos pone frente a la vida de Yamíl Alessander Tamayo Flores, un joven transgénero que vive en la Sierra Maestra: “Existe un misterio en el que los personajes y el contador de historias se eligen. Esta empatía de almas logra que aunque se cuente de manera muy sencilla, sea honesta y convincente la historia. Conozco a Yamíl cuando aún era habitado su cuerpo por Grethel. Cambió su elección de género, pero nuestra amistad se mantuvo intacta. En el hogar donde yo vivía le seguimos acogiendo en familia, pues no nos limitamos a elecciones humanas sino a valores universales. Acompañamos a Grethel hasta su final y a Yamíl en su renacer, pues las historias nos eligen”. Allí trata —a pesar de las adversidades y la exclusión que conlleva la visión heteronormativa de parte de la sociedad— de edificar su masculinidad y su felicidad, o sea su vida. Yamíl lo hace en lo profundo de la naturaleza, como todo jíbaro, siendo parte de ella, aunque esto conlleve a la realización de difíciles trabajos propios de la cotidianidad del hombre de la montaña.
Graduado de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual, con perfil en Dirección de fotografía, en la filial de Holguín de la Universidad de las Artes-ISA, Sánchez Arañó y su equipo logran que Jíbaro rehúya la anécdota pueril, a lo explícito de los conflictos hogareños, y que se concentre en Yamíl y su humanidad, eso que nos iguala y nos acerca a todos, y no en un personaje que podría ser asumido, de un primer momento, como el “diferente”, como el “otro” en ese contexto sociocultural. No siempre un protagonista de una historia de resiliencia como lo es Yamíl accede a compartir su vida frente a cámara, como ocurre en este documental: “Partimos de un pensamiento martiano: “Todo lo que divide a los hombres, todo lo que los específica, aparta o acorrala, es un pecado contra la humanidad”. Y decidimos, entonces, no abordar sus interioridades domésticas, pues comer y beber es parte de muchas necesidades fisiológicas que generalmente no se filman. Partiendo del respeto hacia una niña cuya elección o posicionamiento moral está en el futuro, acordamos sostener la no aparición en imágenes de su hija. Colegiamos entre equipo y protagonista lo oportuno para un documental tan intimista de no sumar terceros”, explica.
¿Cómo fue este proceso de realización de Jíbaro? ¿Cómo lograste esta relación natural entre el protagonista de Jíbaro y la cámara, que posee una mirada que no resulta para nada intrusa? “Yamíl es un ser de una inteligencia admirable, de gestos humanos sorprendentes; aunque por diversas razones, huraño y desconfiado hacia los otros. Un día publican la convocatoria lanzada por el Icaic en la que su Oficina de Atención a la Producción financiaba los proyectos ganadores de un concurso por la igualdad, la no discriminación y los derechos de la comunidad LGBTIQ+. Recuerdo haberlo comentado en casa, luego a mi amigo Alfonso Fontela Soto, quien para suerte nuestra es el sonidista y realizador de la banda sonora del documental. Nos pareció interesante la idea. El equipo estuvo claro que no se abordaría literal la vida de un transgénero, sino la historia personal de alguien que sufre la exclusión y la desigualdad por la no aceptación desde los otros, y eso puede suceder por elección religiosa, política, cultural, en fin… La cámara quedó en su utilidad y en la importancia de inmortalizar esos días en sitios tan agrestes y solitarios”.
Cada obra tiene una intención, una búsqueda, un objetivo… ¿Cuál sería el de Jíbaro? “No arremeto contra las doctrinas, en cada una existe la posibilidad del aprendizaje. Emprendo contra el dogma que las sostienen, porque eso las hace imponerse y no aceptar ideas diferentes y revolucionarias. Jíbaro busca mostrar que somos una sola especie con la admirable posibilidad de elección. Su objetivo es levantarse digno contra toda forma de injusticia”.
“No basta con ser profesionales y trabajar con frialdad de oficio, mostrando superioridad de feria; es preciso una alineación con la realidad que filmas, una empatía sincera con el conflicto que tratas”.
La crítica —comentario al que me sumo— ha subrayado que Jíbaro, aunque comparte espacio físico y sus habitantes, se distancia de las obras de la Televisión Serrana. ¿Qué crees diferencia tu cine, que sí se relaciona con este contexto, del producido por esta casa? “El cine documental se diferencia en ciertas estéticas tanto desde modalidades clásicas, como desde la ética del realizador que impregna su sello al instante de exponer las realidades creadas. Mi relación con la TV Serrana es curiosa. Va desde vivir a 200 metros de allí y no haber sido admitido por caprichos humanos de los decisores de aquel lugar en un momento de vida en los que, en una Cuba en post-COVID-19 y sin tener vías convencionales de subsistencia, me resultaba indispensable como ser humano y artista un sitio que me abriera las puertas. Creí ingenuamente en mi derecho a expresarme a través del arte desde un lugar que tan buena referencia tiene por ser consecuente con los artistas, existiendo plazas vacantes… Admiro la obra de Televisión Serrana y algunos documentales que, por su poética y realización, marcan mi apreciación de esta casa productora. Además, el equipo de trabajo de Jíbaro en su mayoría son realizadores de allí y amigos incondicionales; y parte de la historia de TV Serrana va unida a mi historia personal”.
Además: “Utilizo grandes planos. Voy menos a detalles de las interioridades domésticas; fui guajiro de monte adentro y sé que las puertas se abren con humildad; a veces una palangana reparada, una olla vieja y unos boniatos son la riqueza que se comparte y muestra con sano orgullo. Elijo no mostrar la precariedad como ejercicio de validación, a no ser que sea determinante para el discurso de la obra. La pobreza material no es deshonra; la lástima ofende al pobre digno. En cambio apuesto por exponer la decadencia espiritual y las formas de violencia que emergen con fuerza en nuestra sociedad. No niego que las carencias exacerban estos comportamientos, pero el hombre bueno lo será hasta en el desierto”.
¿Crees que en Jíbaro el paisaje es un protagonista más, vinculado a Yamíl? Noto que lo paisajístico posee cierta condición humana vinculada a la vida de Yamíl y que conlleva a enaltecer su figura sin demeritar al medio ambiente de esta parte del país… “El paisaje es hogar y protección para el jíbaro, cobra una dimensión humana y un carácter per se; ambos se nutren para que sea pan y hogar del uno y sitio de crecimiento espiritual del otro”.
La atención que la voz en off solo aborda puntuales testimonios de la vida y el pensamiento de Yamíl… Como si no hiciera falta decir (ni explotar o subrayar) nada más… “Nuestro protagonista representa a todos los que, por alguna causa, han tenido que optar por ser jíbaros ante cualquier injusticia o maltrato; sus frases puntuales buscan responder las complejidades humanas que nos pueden llevar a ciertos abismos, y las maneras de levantarnos hasta alguna superficie en la que emprendemos nuevamente la marcha”.
“Jíbaro busca mostrar que somos una sola especie con la admirable posibilidad de elección. Su objetivo es levantarse digno contra toda forma de injusticia”.
“No basta con ser profesionales y trabajar con frialdad de oficio, mostrando superioridad de feria; es preciso una alineación con la realidad que filmas, una empatía sincera con el conflicto que tratas”, asegura Osmanys, uno de los ganadores en 2021, con el proyecto de Jíbaro, del concurso de cortometrajes por la igualdad, la no discriminación y los derechos de la comunidad LGBTIQ+, convocado por el Icaic. “Jíbaro encuentra una dimensión desde sus conceptos y su espiritualidad, ambos se imbrican en un solo símbolo acogedor y desconcertante en que el espectador asume no solo la soledad del personaje, sino sus propias incertidumbres; todos hemos sido jíbaros por disímiles circunstancias”, comenta el director de Jíbaro, documental cubano presente en el Havana Film Festival de Nueva York.
“Nos enfocamos en la felicidad que nos brinda saber que nuestra obra ha llegado desde un intenso recorrido ante un umbral acompañado por parte de lo mejor del cine cubano recientemente producido. En algunos de los que allí se encuentran asiste mi alma, siento sus obras o sus trayectorias como mías y sé que estaremos acompañados”, añade Sánchez Arañó.