Los frutos de la Escuela Cubana de Ballet se esparcen hoy día por las cuatro esquinas del mundo, no sólo como parte valiosa de nuestra cultura nacional, sino también como un aporte de esta a la milenaria historia de la danza.
Surgido en la Italia renacentista, el arte del ballet ha sido una expresión artística que ha tenido, y tiene, una profunda raíz en las expresiones danzarias de los pueblos, de donde ha tomado toda su riqueza y que los maestros de danza llevaron a salones palaciegos primero, y más tarde a los teatros, para tomar los senderos de espectáculo. Muchos años han transcurrido desde aquel 15 de octubre de 1581 en que la florentina Catalina de Médicis llevó los llamados ballets italianos a la corte francesa, donde reinó como esposa de Enrique II.
“Los frutos de la Escuela Cubana de Ballet se esparcen hoy día por las cuatro esquinas del mundo”.
De esas raíces italianas se nutriría esa forma danzaria para devenir como el ballet francés, luego de que el rey Luis XIV creara en 1666 la Real Academia de la Danza donde el maestro Pierre Beauchamp codificara toda la danza popular francesa, los pasos técnicos a los que dio nomenclatura y estableciera las cinco posiciones básicas de la llamada “danza académica”.
Con el transcurso de los siglos esta tomaría rostro propio para identificar las llamadas escuelas o estilos, hazaña que muy pocas naciones han logrado consolidar del mismo modo que en las lejanas Dinamarca y Rusia, y en Inglaterra en la primera mitad del siglo XX.
Por ello, no resultó extraño que el prestigioso crítico inglés Arnold Haskell llamara “milagro cubano” a los triunfos de los bailarines de la Isla en la arena internacional y, muy especialmente, en los concursos internacionales de ballet de Varna, Bulgaria.
Desde hace años uno de los rasgos más sobresalientes de nuestra “escuela” de ballet ha sido la extraordinaria calidad de su elenco masculino, brillantemente reconocido en el quehacer del Ballet Nacional de Cuba (desde 2018 declarado Patrimonio Cultural de la Nación) y en las incontables actuaciones brindadas como miembros o estrellas invitadas de las más prestigiosas compañías de ballet en el mundo entero.
Una de esas extraordinarias figuras está de regreso a su patria y me refiero a Joel Carreño, perteneciente a una especie de dinastía de la danza escénica cubana de la que forman parte también sus tíos Lázaro y Álvaro Carreño, su hermano José Manuel y su prima Alihaydee.
Joel Carreño actuó con el Ballet Nacional de Cuba en numerosos países de América, Europa y Asia.
Graduado de la Escuela Nacional de Ballet, bajo la guía de Fernando Alonso, Ramona de Saa y otros destacados pedagogos, en ese mismo año 1988 ingresó en las filas del Ballet Nacional de Cuba, bajo la dirección artístico técnica de Alicia, donde en 1991 alcanzó el rango de Primer bailarín, por su sólida técnica, ductilidad estilística y los dones de un puro “danseur noble”.
Con el Ballet Nacional de Cuba actuó en numerosos países de América, Europa y Asia, y a partir del 2010 como primera figura del Ballet Nacional de Noruega. Su brillante carrera le ha permitido triunfar como estrella invitada de las más prestigiosas compañías y festivales de danza, entre ellas, el Real Ballet Danés, el Ballet de Washington, el Ballet del Teatro Teresa Carreño, de Caracas, así como en galas de estrellas en Rusia, República Popular China, Hungría, Italia. Francia y España.
De vuelta a su Alma Mater, Joel Carreño ha impartido clases a los miembros de la compañía, especialmente a los más jóvenes recién egresados de la Escuela Nacional de Arte, que lleva el ilustre nombre de Fernando Alonso.
Poco antes de su próximo regreso a Europa, para cumplimentar compromisos como maitre, ha tenido la gentileza de asumir el rol de Hilarión en la puesta en escena de Giselle, en la afamada versión coreográfica de Alicia Alonso, que tendrá lugar el próximo 22 de marzo y que marcará el debut de la bailarina principal Chavela Riera junto a Symium Chudyn, primer bailarín invitado del afamado Ballet Bolshoi de Moscú.
Hermoso ver que Joel Carreño no ha olvidado sus raíces. Gracias, compatriota querido.