La rumba nace en la Habana Vieja
La Habana marca su inicio el 16 de noviembre del 1519. A partir de entonces la villa se convierte en una ciudad de servicio. Lo primero que aparece son las tabernas, que pululan desde el 1570. Ya en esa fecha encontramos cincuenta tabernas, fondas, mesones, posadas, casas de juego. En 1592 La Habana poseía 80 tabernas, según datos de J. M. Bens Arrate, en La Habana del siglo XVI.
Nuestra bulliciosa bahía es la capital marina, el centro de toda la actividad del orbe, zona de esparcimientos y vicios de soldados, forasteros pícaros, de la chusma de los esclavos bullangueros, mulatas del rumbo, negras mondongueras, gente marinesca, como lo fue Sevilla en los tiempos de Iberia.
Todos los placeres del alma, pasiones, goces y libertinajes, sacuden el alma; ella se vacía en el puerto de la rada de San Cristóbal de La Habana. En esos recintos se funden el aguardiente de caña, el tabaco, los cantos, bailoteos, la música más sensual, excitante y libre, venida de España África, América y de otras nacionalidades. Todas las pasiones sin freno, arrancadas al género humano, se muestran en este singular encuentro de culturas.[1]
Ya en esta etapa las músicas arrabaleras se denominan “danzas mestizas”; ese es el embrión de lo que muchos años después llamarían “rumba”.
“Los africanos, en aquel mundo abigarrado, fueron cocinando lo que sería con los años la rumba cubana”.
A Cuba arriba casi un millón de esclavos (983 mil). Algunos de sus barracones fueron situados en los alrededores de la bahía, al costado de lo que es hoy el Paseo del Prado, en la zona del puerto (San Isidro) y toda el área de extramuros. En todo ese mundo pobre es propicio el desarrollo de la rumba de solar, que lleva capítulo aparte.
Los africanos, en aquel mundo abigarrado, fueron cocinando lo que sería con los años la rumba cubana. Después esa música se trasladaría a los solares y cuarterías, casas de inquilinatos en barrios marginales hacinados de gente pobre que viven en condiciones infrahumanas. La investigadora María del Carmen Barcia publica que “es notable la cantidad de negros horros que eran dueños de solares en los siglos XVI y XVII”.[2]
Juan M. Chailloux Cardona en sus pesquisas encontró la cantidad de más de dos mil solares en La Habana, con un promedio de unas 60 mil pocilgas con más de 50 mil familias. En esos solares el 95,7 % de sus ocupantes eran negros y mestizos.
En este panorama se desarrolla la rumba en La Habana. Estos recintos fueron temas de inspiración de obras literarias, documentales, películas, revistas musicales (El Solar), canciones, guaguancó, timbas.
El desarrollo de la rumba en La Habana se asentó en los solares y tuvo como protagonistas a los negros y mestizos.
En Matanzas sucede más o menos lo mismo. La rumba nació en los solares de los ferrocarriles en Unión de Reyes, en Bolondrón, la rumba matancera, y por supuesto en el área de la bahía de la ciudad de Matanzas.
Es sabido que en 1893, en Matanzas son detenidos en el solar de la calle Manzano no. 251, después de salir sin autorización tocando cajones y bailando rumbas ñáñigas por las calles, un grupo de pardos y morenos, mujeres y hombres.
Los solares fueron motivos de obras literarias, de pinturas, películas, canciones, temas de guaguancó. Guarachas, congas, obras de teatro musical, video clip, tan de moda ahora.
“En todos estos parrafitos
Que componen mi rumbón”.
Toda la cohorte de personajes populares. La mulata chancletera (Rumba como quiera / Rolando Vergara), La caminadora, Los Zafiros, (Néstor Milí), Sabrosona (Egues y Lay, de la Aragón [1956], la más famosa orquesta cubana). “Es la reina del solar/ tan sabrosona y tan buena/ que tiene hasta la cintura/ que a cualquiera se le va/. Todos los hombres la miran por su manera de andar/ Oye vieja sabrosona/ conmigo vas a acabar/”.
Esa es la rumba habanera que salía del alma, del corazón del pueblo. La rumba es un sentir, una exaltación, una atmósfera. Lasciva y provocadora huele a patio de solar, a plante ñáñigo, a toque de santo… Eso hizo decir a Alejo Carpentier: “Las canciones llegaban por su carácter y su gracia. Olía a Trópico. Tenía fragancia de fruta al sol, y auténtica alegría arrabalera. Saben a patio de solar, batey de ingenio, puesto de chino, fiesta ñáñiga y pirulí premiado”.[3]
“La rumba es un sentir, una exaltación, una atmósfera”.
El cine las llevó a la rumba más estilizada, con otra proyección escénica, fílmica, artística… Ella no quedó en los barrios, es una rumba mixtificada, transculturada, como se le quiera llamar, pero el basamento es la rumba de cajón y la cuchara, la rumba de los solares y los barrios, la rumba que tiene la sensualidad y, por supuesto, su traguito de ron, y que tiene esa expansividad del ser humano que la creó no para expresar o proyectar sus preocupaciones o sus intenciones de carácter religioso, porque la rumba es profana, es una soberana fiesta.
Sabemos que una gran cantidad de rumberos emblemáticos nacieron, vivieron o se criaron en solares habaneros: Chano Pozo, Chori. Muchos de los grandes rumberos nacieron o vivieron en solares: Ignacio Piñeiro, Carlos Embale, Aspirina, Aparicio, Callava, Miguel Chapottín, Amado Dedeu, El Lele (cantante de Los Van Van).
“La rumba”
Y hay olor a selva
Y hay olor a grajo
Y hay olor a hembra
Y hay olor a macho
Y hay olor a solar urbano
Y olor rustico a barracón.
(José Zacarías Tallet, 1928)
“Rumba en Fa”
Yo soy negro de solá
Pero soy intelectual
Y aquí vengo a preguntá
Señores que gusta más
Si la música de disco
O la rumba en fa.
Dicen en la sociedad
Que la rumba es de solar
(Orquesta Orestes Santos V-23-5255 10/3/1950. Rumba de G. Timor).
“¡Cuidemos de nuestra pandereta guajira, arrabalera y afrocubana! ¡Defendámosla contra sus detractores! ¡Amemos el son, el solar bullanguero, el güiro, la décima, la litografía de cajas de puros, el toque santo, el pregón pintoresco, la mulata con sus anillas de oro, la chancleta ligera del rumbero, la bronca barriotera, el boniatillo y la alegría de coco! ¡Bendita la estirpe de papá Montero y María la O…!” (Alejo Carpentier).[4]
Notas:
[1] Fernando Ortiz, La clave xilofónica de la música cubana, Letras Cubanas, La Habana, 1984, p. 74 al 76.
[2] María del Carmen Barcia, Los ilustres apellidos: Negros en La Habana colonial, Ciencias Sociales, 2009, p. 41.
[3] Alejo Carpentier, “Sobre la música cubana”, en el libro Conferencias, Letras Cubanas, La Habana, 1987, p. 32.
[4] Alejo Carpentier, “Las nuevas ofensivas del cubanismo”, Carteles, 13 de diciembre de 1929.