Oshanlá nuestra que estás en la blancura del día y en la cabeza de los hombres, no te olvides de Palestina. Su pueblo clama también por la misericordia divina. Una extraña fiera no se cansa de rugir desde el mismo centro de su ser y estos devoran a sus hermanos.
Salve padre la paz de sus algarrobos y cipreses y salva a quienes descansan bajo su sombra. No permitas tantas familias dispersas como manojos de estrellas en una horrenda noche.
Detén Oshanlá mía
las manos de los que cambiaron el perfume de los lirios, por el hedor a sangre y pólvora.
Haz que la justicia toque el corazón del invasor y vuelva el amor sobre sus antiguos pasos,
para que favorezca la paz en el universo, ese lirio necesario.