Mientras el joven dramaturgo y actor Erduyn Maza es el director general de Teatro La proa, Arneldy Cejas es su director artístico. Los dos, sostenidos por ese sublime sentimiento llamado amor único, capaz de engendrar la maravilla —parafraseando al trovador Silvio Rodríguez—, se propusieron hacer de una instalación en ruinas, una sede digna para su agrupación, que justo este año está celebrando los veinte años creada.
Además de dramaturgo, actor, diseñador y profesor, Arneldy Cejas Herrera es un narrador por excelencia, un narrador genuino que imprime a cada palabra una alta dosis de modestia y transparencia. Su primera incursión por el universo del teatro no fue precisamente como actor, sino como rotulista en el grupo Papalote.
“En esa agrupación, que junto a Teatro de Las estaciones fueron mis dos grandes escuelas, después de rotulista fui tramoyista. Poco a poco me fui superando porque me propuse ser actor hasta que, finalmente, lo conseguí.
“Por aquellos años, en los que todavía era muy joven, tenía tan arraigado el sueño de ser actor que llegué, incluso, a trabajar durante tres años en una fábrica de sogas por tal de no regresar a Sancti Spíritus, exactamente a Cabaguián, mi pueblo natal.
“En Matanzas existían todas las condiciones para dar riendas sueltas a mi afición por el teatro. En esa ciudad había estudiado y me había graduado de Agronomía. Profesión que, por supuesto, apenas desempeñé. En ella, igualmente, había pasado el servicio militar donde integré una brigada artística perteneciente al Ejército Central. “En Matanzas —merecidamente reconocida como la Atenas de Cuba—, también tuve la oportunidad de participar en varios concursos internacionales relacionados con el teatro. Y allí, además, logré formar parte de esa gran escuela que es el grupo Papalote, del cual fui uno de sus integrantes hasta que vine para La Habana”.
“Teatro La proa llama mucho la atención de los niños por la presencia de títeres, pero en su generalidad está dirigido a un público de todas las edades”.
¿Por qué precisamente teatro para niños cuando eres un actor que ha cultivado la pasión por el arte teatral en general?
“En primer lugar porque me gusta mucho enseñar. De los 27 actores que conformamos La proa, cinco somos profesores de la Escuela Nacional de Arte en la especialidad de títeres. Una escuela por la que abogamos durante largo tiempo y que conseguimos hace cinco años después de innumerables gestiones e incesante batallar. En su inauguración fue decisiva la intervención, que agradeceremos siempre, de reconocidos actores, entre ellos nuestra querida Corina Mestre.
“Asimismo y lo colocaría en igual posición, porque disfruto grandemente enviar buenos mensajes y los títeres son ideales para eso. Mensajes que lleven implícito alguna enseñanza, que contribuyan en cierta medida a la formación de las personas, a fomentar en ellas los mejores valores. Probablemente un niño crea, confíe más en lo que le dice un títere que en lo que le diga su maestro.
“Aunque en la práctica Teatro La proa cuenta en su repertorio con obras tanto para niños como para adultos. De ahí que el público que asiste a nuestra sala pueden ser niños o personas adultas. Como de la misma manera que nuestras presentaciones han estado programadas para esta sala y también para espacios abiertos, como comunidades y zonas intrincadas.
“Somos, por ejemplo, asiduos participantes de la cruzada teatral Guantánamo Baracoa. Disfrutamos a plenitud esos momentos en que dormimos en casas de campaña o en los portales de las viviendas de los campesinos, quienes nos reciben con sincero cariño y, generalmente, nos dan mucho más de lo que realmente tienen para subsistir ellos y sus familias.
“En el caso de una embarcación, la proa, situada en su parte delantera, es la que va destruyendo, rompiendo obstáculos y abriendo caminos. Justo a eso nos hemos dedicado por dos décadas”.
“Hace algunos años preparamos un espectáculo, uno de los más grandes que hemos hecho y del que todavía pienso que se nos fue la mano porque lo integraban 52 títeres asumidos solo por cinco actores. Con él recreábamos el campo cubano con sus correspondientes vacas, caballos, gallinas, pollitos, cerdos. Además de incluir a prestigiosas agrupaciones de nuestra música. Fue una especie de homenaje que quisimos hacerle a los grupos de parranda del centro de Cuba.
“Con esa obra llamada “Burrerías”, viajamos a Bolivia en 2014, invitados por un grupo de actores y dramaturgos bolivianos que habían asistido a nuestra presentación en Matanzas. Si bien en ese país estuvimos en varias salas, la mayor parte de las puestas las realizamos en lugares recónditos de la selva boliviana. Resultó no obstante una experiencia realmente hermosa, maravillosa en la que nuestros espectadores fueron personas de todas las edades y de una humildad sobrecogedora, al extremo de que la mayoría vieron el espectáculo por la parte de atrás del retablo.
“Es decir, que Teatro La proa llama mucho la atención de los niños por la presencia de títeres, pero en su generalidad, está dirigido a un público de todas las edades y de todos los estratos sociales cualquiera que sea su nacionalidad. Esa bella experiencia vivida en el transcurso de dos meses en Bolivia, la hemos repetido varias veces en distintos lugares de Cuba y de otras naciones”.
¿A qué obedece el nombre de Teatro La proa?
“Llegué a teatro La proa en 2005, dos años después de fundado. Confieso que no he investigado acerca de su nombre. Pero sí puedo asegurar con absoluta certeza que ese nombre lo tiene muy bien ganado. Y esta sede es uno de los mejores ejemplos.
“En el caso de una embarcación, la proa, situada en su parte delantera, es la que va destruyendo, rompiendo obstáculos y abriendo caminos. Justo a eso nos hemos dedicado por dos décadas.
“Cuando se derrumbó el pequeño espacio que teníamos en La Habana Vieja nos convertimos en nómadas. Ensayábamos hoy aquí, mañana allá. Solo dos o tres sedes, especialmente la Casona de Línea, nos abrieron sus puertas. El grupo, sin embargo, se mantuvo unido.
“Con la valiosa ayuda del Consejo Nacional de las Artes Escénicas nos instalamos en este espacio, totalmente deteriorado y con infinidad de filtraciones en techos y paredes. La mano de obra fuimos nosotros. Aquí nos graduamos de todos los oficios: albañilería, carpintería, plomeros, electricistas. Hicimos y continuamos haciendo de todo un poco.
“A la entrada de nuestra sede construimos una galería. Está decorada con afiches y títeres, otrora personajes de diferentes obras. Esa galería la hicimos con madera reciclada en la terrible etapa de la pandemia”.
“Desde el principio acordamos donar voluntariamente el diez por ciento de nuestro salario para la adquisición de materiales, equipos o cualquier otro recurso. También los padres y familias enteras nos han hecho importantes donaciones.
“Entre los muchos hechos que hemos protagonizado en este sitio, hay uno que demuestra cuanto amor sienten todavía por el teatro un grupo de jóvenes que ya constituimos una gran familia. Y que únicamente sostenidos por ese amor han sido capaces de emprender acciones tan increíbles como grandiosas.
“A la entrada de nuestra sede construimos una galería. Está decorada con afiches y títeres, otrora personajes de diferentes obras. Esa galería la hicimos con madera reciclada en la terrible etapa de la pandemia.
“Lógicamente escaseaba todo incluyendo los clavos. Un día nos regalaron una caja de clavos para herrar caballos que, como es sabido, carecen de puntas. Con suma paciencia fuimos abriendo cada hueco en las maderas. Y ahí está hoy esa galería.
“Algo similar sucedió con otros espacios interiores como la biblioteca que presta servicios a todos los actores de la capital, particularmente a los estudiantes de teatro, pues cuenta con muy buenos textos de la historia del teatro, además de documentos originales, partituras, manuscritos y revistas. Nuestra sede funciona de la misma manera, como un espacio docente. Estamos conscientes de que aún nos falta mucho por hacer, pero al menos contamos con una sede decorosa que es orgullo nuestro”.
¿En qué consiste el Festival Habana Titiritera: figuras entre adoquines?
“Es un evento que cada dos años organiza Teatro La proa, con la ayuda del Centro de Teatro de La Habana, el Consejo Nacional de las Artes Escénicas, la Asociación Hermanos Saiz y la Oficina del Historiador.
“Su propósito esencial es propiciar la participación de todas las agrupaciones de la capital. Para dicha nuestra, se nos han ido sumando un número cada vez mayor de agrupaciones nacionales y extranjeras.
“Ni siquiera la pandemia detuvo la celebración de este festival. En esa oportunidad lo efectuamos de manera virtual mediante la presentación de títeres y entrevistas a destacadas personalidades del teatro cubano, transmitidas en diversos programas de la televisión.
“Convocamos a este certamen en el que hemos llegado a realizar más de cien funciones en siete días, los años impares. En su realización ponemos todo nuestro empeño y el pasado agosto, a escasos meses del Festival Internacional, celebramos su cuarta edición”.
Hace unas horas concluyó en La Habana el Festival Internacional de Teatro. ¿Cómo fue la participación de Teatro La proa en este importante certamen en el que pudieron apreciarse las puestas más significativas y al propio tiempo se evidenció que, no obstante las carencias actuales, los principales referentes de la escena cubana continúan trabajando con igual o más entusiasmo?
“Fue un enorme placer, un honor inmenso que fuéramos seleccionados para acoger la mayoría de las presentaciones infantiles foráneas y nacionales. Aunque la alegría más grande nos la proporcionó el público que abarrotó la sala todas las jornadas del festival, sobre todo instructores y jóvenes estudiantes, lo cual es una señal inequívoca del acercamiento que existe hoy al mundo de los títeres y, en sentido general, al teatro de figuras.
“Del amplio repertorio de Teatro La proa, entre otras muchas obras como “Cenicienta”, “Los diablos en la maleta”, “Regalo de Navidad”, “Cuidado hay perros”, “Cajita de música” escogimos para presentar en esta edición del festival “Amelia sueña mariposas”.
“Es nuestra obra más reciente, estrenada en el último Festival Habana Titiritera. Esta puesta nos ha traído incontables alegrías por su excelente acogida y los premios que se le han otorgado en eventos internacionales de dramaturgia.
“Trata acerca de una niña nombrada Amelia cuya imagen, representada en el cartel, trae de vuelta a nuestra inolvidable Amelia Peláez. Todo lo que pinta esa niña se convierte en realidad y por eso un tirano quiere dominarla. Es una obra verdaderamente hermosa en la que se canta en vivo. Con ella cerramos la vigésima edición del Festival Internacional de Teatro”.
¿Te quedará todavía algún sueño por realizar?
“El más inmediato. Un fabuloso y ambicioso proyecto, una cooproducción
con amigos mexicanos, al que felizmente se ha incorporado la República de Corea. Su realización está prevista para el venidero mes de febrero. Desde ahora adelantamos que será un éxito extraordinario por su complejidad y belleza artística y para lograrlo trabajamos sin descanso.
“Por otro lado, en mi opinión nunca nadie debe sentirse satisfecho con lo que ha realizado. Siempre debe aspirar, soñar con hacer más cada día, sobre todo si su desempeño profesional es en un medio como éste, donde hay que estar, constantemente, creando.
“A pesar de que era muy pequeño, jamás olvido la algarabía de mi pueblo de campo cuando llegaba el circo. Por eso sí, sigo soñando con ser artista de circo y también con tener un transporte, aunque sea maltrecho, para trasladarnos más frecuentemente a esos lugares a los que nadie va, dispuestos a ofrecer todo nuestro arte a la gente más humilde, a esas personas que se asombran al vernos y que nos permiten sentir más cálidos los abrazos”.