Evocando al hermano Félix Masud-Piloto.
“Casi todo lo que decidimos hacer está inspirado —digamos francamente, copiado— de modelos célebres”. Julio Cortázar en Historias de cronopios y famas.

En carta de Severo Sarduy, fechada el 22 de junio de 1972 y dirigida a su amigo el profesor y ensayista Roberto González Echevarría —autor de un libro imprescindible sobre cultura y béisbol como es La Gloria de Cuba—, Severo, en sintonía con esa afinidad, le comenta: “Es que comprendí el último punto que nos separaba —devoción de la pelota—, la mía iba hasta ahora a las rumberas. Me regalaron un cha-cha-chá de los sesenta que dice: “La pelota va/ y va/ y va…/ ¡Se fue! / Han bateado un jonrón(sic)…”, etc. Es un homenaje a Miñoso que me hizo llorar. Metafísica pura. Y la simultaneidad de palabra y evento en los primeros versos…”[1].

En este fragmento de correspondencia donde se identifica afectivamente con esa leyenda de nuestro Olimpo deportivo que es Minnie Miñoso, el intelectual camagüeyano dialoga con las influencias que reconociera de su agitada “educación sentimental” capitalina: “…la condición semiótica de la cultura habanera de los años 50, un mecanismo que Sarduy explotará de manera diferente a Guillermo Cabrera Infante. La Habana de la charada, de los negros rumberos que “nunca cesan”, del bolero y el béisbol: el puerto colonizado por la lengua inglesa y el flaneurie turístico…”[2], en ese callejear sin rumbo de su aprendizaje habanero.

Félix Masud, Orestes Miñoso y Norberto Codina, autor del presente artículo.

Este 29 de noviembre —fecha que por el feliz azar de los afectos es la del cumpleaños de mi madre—, se cumple el primer centenario de Saturnino Orestes Arrieta Armas, pues el apelativo de Miñoso lo adoptó del padrastro. Nacido en la finca La Lonja, cerca del central España, término municipal de Perico, en la tierra matancera, pródiga en grandes estrellas de béisbol y del parnaso criollo. Estos datos, que rezan en el tomo dos de la “Enciclopedia biográfica del béisbol cubano”, aunque la misma se equivoca en registrar 1922 como el año de su natalicio, amén de que más adelante aclare “aunque otras fuentes afirman que fue en 1923”[3]. Ejemplo en cuanto a sus diferentes fechas de nacimiento se da en distintas publicaciones, algunas  por demás rigurosas, como la de Bjarkman y Nowlin,[4] en el cual registran 1925 como el del natalicio del estelar jugador; o el obituario del New York Times al conocerse la noticia de su fallecimiento, donde menciona los años 22 y 25, como posibles, y no el verdadero de 1923: “En su autobiografía, Sólo llámame Minnie, escrita con Herb Fagen, dijo que había indicado su fecha de nacimiento en su visa como el 29 de noviembre de 1922, pero en realidad nació el 29 de noviembre de 1925”. (In his autobiography, ‘Just Call Me Minnie’, written with Herb Fagen, he said that he had listed his birth date on his visa as Nov. 29, 1922, but that he was in fact born on Nov. 29, 1925)[5].

Algo entendible, pues fijar el año de su nacimiento fue una arista polémica, de la que fui testigo. Recuerdo que en el otoño del 99 le llevé un recorte de media página publicado en el periódico Trabajadores, que hasta donde sé era lo primero que sobre él aparecía en décadas en la prensa cubana. Cuando leyó el artículo se alegró, pero al instante me rectificó con énfasis, algo molesto: “Yo no nací en el 23, sino en el 25”. El año lo había tomado el cronista de su récord en el sitio oficial de las Grandes Ligas, pero Minnie lo argumentó con pasión, y dilucidar si eran uno o dos años más o menos, no era motivo para deslucir nuestro encuentro, por lo que reservé mi opinión.

“Orestes Miñoso, que lo hacía todo bien en el terreno era, al decir cortazariano, un modelo célebre que inspiraba a un niño seguidor del béisbol”.

Estando en Chicago en la primavera de 2014 en casa del fraterno Félix Masud —su padre del mismo nombre, había sido masajista del Marianao  y uno de sus buenos amigos—, mi esfuerzo por saludarlo personalmente, resultó infructuoso por diversos compromisos de ambos, y el contacto se redujo a un par de charlas telefónicas, pero si pude ver un ameno documental que me comentó y que le acababan de hacer por sus “recién noventa”, en el cual no contradecía, en absoluto, haber nacido en el 23, a la vez que disfrutaba la manera en que el camarógrafo lo seguía mientras maniobraba seguro a tan añosa edad, en su Cadillac.

Todos sabemos que el recordado poeta Pablo Armando Fernández siempre fabuló con muchas cosas, ya sean cotidianas o trascendentes, y de ello no escapan las fechas, pues celebraba indistintamente sus natales en el 29, 30, 31 y si lo dejábamos… Esto siempre lo asocie con el amigo pelotero, que desconcertaba a sus exégetas: 22, 23, 25. Pero la prueba de carbono 14 no falla, Miñoso nació en el veintitrés y Pablo en el veintinueve. No sabe el poeta tunero Carlos Esquivel, que nunca lo vio jugar, cuánta razón encierran estos versos de su poema dedicado al Minnie: Yo envejezco con la patria que no / quiere envejecer / y a veces, / pero no pongo los años.

En los días en que nací en los predios muy caraqueños de la parroquia de La Candelaria, tenían lugar en sus calles varias manifestaciones y disturbios por parte de estudiantes universitarios contra la dictadura de Marco Aurelio Pérez Jiménez; salía al mercado la Malta Polar y mi primer equipo de béisbol, Navegantes del Magallanes, ganaba su segundo campeonato. Unas semanas antes, Alfonso Chico Carrasquel junto a su gran amigo y coequipero, el cubano Minnie Miñoso, se convirtieron en los primeros latinoamericanos en participar en un juego de las Estrellas de las Grandes Ligas. Algo que el poeta y amigo venezolano William Osuna, evoca en un mensaje que me escribiera: Aquí William Osuna. /Vista al fly que la bola está en el aire. /A correr Miñoso que la bola está en las gradas. / El Chico Carrasquel espera su turno.

Este recordatorio forma parte del mural dedicado a Orestes Miñoso en el café-restaurante Slugeers Club de Chicago.

Mi simpatía por el equipo de “la ciudad que progresa”, como se conocía por un eslogan publicitario de la época la barriada de Marianao, no se debía ni a su récord que fue más bien pobre —cuatro campeonatos en cuatro décadas aunque dos de esos títulos los ganaron los años previos a que me declarada su partidario (56-57, 57-58), y aún se disfrutaban los ecos de esas victoria— ni a esos lares donde nunca viví, sino a una gorra naranja-carmelitosa (¿sería mostaza?) que me regalaron; a mis lecturas de los tigres de Emilio Salgari (aún no había leído a los tigres de los William, Blake y Saroyan), pero sobre todo, a mi primer ídolo de la infancia, una estrella del diamante llamada Orestes Miñoso, que lo hacía todo bien en el terreno. Al decir cortazariano, un “modelo célebre que inspiraba a un niño seguidor del béisbol, y fue simiente de aficiones, recuerdos, lecturas y escrituras que me acompañan hasta hoy, con toda una galería de proezas y anécdotas”.

Entre las proezas de Miñoso (en el torneo de 52-53) se contó un portentoso jonrón que produjo contra Conrado Marrero el 10 de febrero. La bola pasó sobre la valla del Grand Stadium en que estaba situado el reloj en lo profundo del jardín central, pudiéndose calcular que la esferoide viajó unos 430 pies del home […] esta fue la primera vez que alguien la sacara por encima del reloj.[6]

“La estrella del Marianao sigue siendo hoy una referencia vigente en los anales beisboleros”.

El último campeonato de la liga profesional cubana se celebró en 1961, y lo ganó el equipo de Cienfuegos, del brazo, entre otros, del hijo del poblado del Corojo en el San Luis pinareño, Pedro Ramos. Recuerdo yo de niño y partidario del Marianao, haber oído en la calle y leído en Bohemia, cómo la afición nacional, empezando por la de los Elefantes, reclamaba que llevaran al hijo de Perico, como refuerzo a la serie del Caribe correspondiente a ese año. Sin dudas, desde la segunda mitad de los 50, con los dos títulos de su novena, era el pelotero más popular —como lo fueran en fechas precedentes de esos mismos cincuenta, el jonronero Roberto Ortiz, el estelar campo corto Willi Miranda o el líder almendarista Tony Taylor—-, para todos un consagrado Miñoso, como lo registra el tan mencionado cha-cha-chá de Enrique Jorrín.

La estrella del Marianao sigue siendo hoy una referencia vigente en los anales beisboleros. Cuando en la recién concluida serie mundial, el avileño Adolis García resultó reconocido como el más valioso y se convirtió en el quinto jardinero cubano en merecer el premio de Guante de Oro, recordamos que Orestes Miñoso lo conquistó en tres ocasiones (1957, 1959 y 1960), siendo los otros ganadores el pinareño Tony Oliva (1966), el granmense Yoenis Céspedes (2015) y el guantanamero Luis Robert (2020). Con el valor agregado, en el caso del matancero de que los Guantes de Oro solo empezaron a entregarse en 1957, justo cuando lo mereció por primera vez, y, según nos recuerda un cronista, “cuando él tenía 33 años. Desde esa temporada hasta el final de su carrera, jugó solo seis campañas completas y en tres se llevó el galardón de mejor defensor en los bosques”[7].  

De esa vigencia dan fe episodios personales o mediáticos. En el primero recuerdo a un amigo del barrio, representante de una familia de destacados referentes culturales —su padre etnólogo; su hermano, actor y dramaturgo; su hermana, actriz—, como es el actor y escritor Juan Pedro Torriente, llevarme a conocerlo en mi primera visita a Chicago en 1996. Y cómo al regreso de ese viaje dos Enriques, el primero Núñez Rodríguez —apasionado a la pelota-, y el otro Enrique Saínz —en apariencia ajeno a los deportes—, se mostraron muy interesados en que yo les contara, en detalles, sobre aquel encuentro. Igual experiencia tuve en la propia Chicago, donde era un ídolo, pues al saber mi posible interlocutor que lo conocía —lo mismo un policía irlandés, un taxista puertorriqueño o un profesor afroamericano—, me preguntaban sobre él.

Orlando Miñoso jugando al cubilete en la bodega de un barrio de La Habana.

En cuanto a los medios, en el capítulo cinco de la primera temporada de la exitosa serie norteamericana The Bear, estrenada por la productora FX en el 2022 —con dirección de Joanna Calo y escrita por Karen Joseph Adcock—, en un set ambientado en la cocina de un restaurant popular de Chicago, la mayoría de cuyos empleados son afroamericanos, se origina el siguiente diálogo:

—“Marcus es el Minnie Miñoso de la fermentación de Illinois —dice uno de los cocineros celebrando a un colega en pleno ejercicio del arte culinario.

—“¿Quién es Minnie Miñoso? —interroga un joven asistente blanco, desconociendo de que se hablaba.

El resto de los presentes, incluyendo dos mujeres, le responden a coro, con caras de incredulidad ante tamaña ignorancia:

— “Mr. White Sox —recordando el apodo más popular del aludido.

— “Aaah!!…Creo que era bueno… —reconoce el interpelado, ante la reacción unánime y espontánea de sus colegas”.

A lo que agrega otro de los cocineros afroamericanos, para cerrar con orgullo de forma rotunda el tema:

“—Primer jugador negro de los White Sox. Robó 176 bases; 195 jonrones; 1100 carreras impulsadas y un promedio de carreras, de 300…nada mal —agrega con un guiño de burla, para dar por terminada su intervención”.

Estos datos citados en la serie, aunque dan una idea de sus récords —por ejemplo, quemó la liga americana con tres títulos consecutivos de bases robadas (1951-1953)—, no pueden ser tomados como los oficiales.


Notas:

[1] Roberto González Echevarría, Son de la loma: cartas de Severo Sarduy, Rialta Ediciones, Querétaro, 2023, p. 124.

[2] Rafael Rojas, “Mariposeo Sarduyano”, La Habana Elegante, www.habanaelegante.com

[3] Juan A. Martínez de Osaba, Félix Julio Alfonso y Yasel Porto. Enciclopedia biográfica del béisbol cubano. Tomo II. Cubanos en las Grandes Ligas. Editorial José Martí, 2016, p. 178

[4] Peter C. Bjarkman y Bill Nowlin. Baseball´s Alternative Universe: Cuban, baseball leyends. Society for American Baseball Research, Inc. 2016, p. 283.

[5] http://www.nytimes.com/2015/03/02/sports/minnie-minoso-dies-treasured-white-sox-ballplayer.html?

[6] Jorge S. Figueredo, Béisbol cubano. A un paso de las grandes ligas, 1878-1961,Editorial MacFarland, 2005, p. 305.

[7] Reinaldo Nerey, “Adolis García, magia y Guante de Oro”, OnCubanews, 6 de noviembre de 2023.

 

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