El trampantojo, la literatura cubana y los premios literarios (II y final)
Rafael de Águila
4/5/2017
4/5/2017
Sobre el artículo “El trampantojo, la literatura cubana y los premios”, de Rafael de Águila:
Este humilde servidor, igual que Rafael de apasionado por la dama Literatura, conoció apenas hoy (18/07/2017) en La Jiribilla digital la segunda (y final) parte de su rico artículo sobre los premios literarios en Cuba, artículo que, bien se nota, tiene mucha sustancia sobre más que el fenómeno de los premios en sí.
Hace unos días había encontrado una parte del artículo en la página de la Asociación Hermanos Saíz, y su lectura me movió (impulso “mea culpa”, pero definitivamente suya) a escribirle un comentario todavía “pendiente de moderación” en dicha página.
Reproduzco a continuación mi comentario, solo para dar mi propio pasito al frente, desde el siempre humilde y simbólico Guáimaro (donde, recuérdese, la Historia de Cuba dio uno de sus más largos y firmes Pasos al Frente…), de frente a la tarea, al desafío, de unirnos de verdad y hacer algo por los premios, por la Literatura, por la Cultura, por todo y para todos…
Felicito al autor del artículo, por atender con tanta dedicación y fervor al asunto: un fenómeno vital, crucial, y olímpicamente desatendido, dejado a la deriva (como tarea pendiente, quizá, en el mejor de los casos) por las Supremas Instancias de la esfera cultural en Cuba (esfera que, en mi humildísima pero honestísima percepción, sufre similar suerte en el Olimpo insular)…, instancias que apenas reaccionaron cuando, hace ya como diez años, los dioses de la economía cubana dictaron media hecatombe para los premios literarios de la Isla.
Al artículo de Rafael, podrían, deberían, suceder muchos otros acercamientos, y otras acciones diversas, que conduzcan a aquello por lo que el escritor aboga: que asumamos la Ocupación como postura para de una vez enfrentar el viejo y lacerante entramado de problemas, que sin dudas, SIN DUDA ALGUNA, está afectando, desestimulando, distorsionando y asfixiando la creación literaria cubana, desde sus átomos a sus superestructuras.
Una anécdota como perla: recientemente la ciudad de Camagüey celebró el Medio Milenio de su fundación como Villa de Santa María del Puerto del Príncipe. La villa principeña, la misma que ahora mismo reclama su título como Cuna de la Literatura Cubana (es decir, algunas voces principales vienen echando mano a su historia desde “Espejo de Paciencia”, para obtener los pingües y quizá justos beneficios materiales o simbólicos que ello podría suponer…), es, como todos saben, también la cuna, el terruño, la matria de Gertrudis Gómez de Avellaneda, Nicolás Guillén, Emilio Ballagas… sin olvidar a una mujer determinante para la vida y obra de Martí, o la larga estancia y correrías de otros grandes como Virgilio Piñera, y autores de hoy tan elevadísimos como Roberto Manzano Díaz… Una villa tal, tenía hace más de diez años un Premio Literario de la Ciudad que, en mi opinión, nunca alcanzó la visibilidad y atractivos de los Premios de la Ciudad de Matanzas, Santa Clara, Holguín…; carencia injusta, que seguramente se debió a la debilidad de su institución promotora: ¡la dirección municipal de Cultura en Camagüey!, y a la falta de atención del gobierno principeño hacia el tema, del que alertaron en algunos momentos algunos intelectuales del patio. LO PEOR, lo incalculable, la evidencia suprema, es que en el momento de enjundiosa celebración, cuando se pusieron en marcha múltiples mecanismos de promoción de la Historia y Cultura de la Villa, con el válidos pretexto del Medio Milenio… su premio literario, increíblemente, tristísima e inaceptablemente, se convirtió en un puro fantasma. Un premio de castigo, sin dotación, sin figuras relevantes aupándolo, sin mecanismos de promoción a su altura, y con tratamiento de los detalles para enaltecerlo, que bien podrían ser diseñados para enterrar hasta el Nobel. La otrora riquísima y señorial Villa de Puerto Príncipe, que indiscutiblemente sí debe ser reconocida como hogar histórico de mucha literatura cubana, ha venido perdiendo, por lógico éxodo, su entramado literario: de ahí se han ido largando en los últimos años voces tan consistentes, interesantes y diversas como Jesús David Curbelo, Roberto Méndez, Roberto Manzano… hasta una lista de nombres jóvenes (Legna Rodríguez, Lionel Valdivia, Yosvel González, y otros) en una penitente fuga hacia la capital del país, y al extranjero. Y el gobierno camagüeyano, estoy seguro de ello, no ha podido percatarse de que la pobreza de sus premios literarios, es un ingrediente de peso en el menú de las carencias que obligan al éxodo, a la pérdida, a una pobreza mayor.
Adelante, Rafael, con su (pre y pro) Ocupación, intente compartirla con más y más amigos, ya hasta enemigos, en todo espacio posible. La ola ha de llegar al tsunami.
(Y hasta ahí, mi comentario de marras.) Ahora quisiera “refrescar” mostrándoles (especialmente, al autor del artículo) una sencilla evidencia de que hay muchas maneras de coincidir, de expresar y refrendar nuestras inquietudes, de participar en batallas como esta. Resulta que hace unos años un libro mío fue bendecido por el jurado del Premio Nacional de Poesía “Manuel Navarro Luna” (en Manzanillo), y gracias a ello vio la luz el poemario que incluye textos donde asoma hasta la esencia misma de lo que apunta dolorosamente Rafael sobre el malvivir de los escritores, vistos “per se” o comparados con los artistas de la música, las artes plásticas, las artes escénicas… En una de esas páginas, llamé al fantasma de Fayad Jamís para cuestionarle: “Habrá que ser salseros/ o diplomáticos,/ dilo tú,/ viejo Fayad.”
Desde Guáimaro,
Diusmel Machado.