María Moliner presentada desde la irreverencia
28/4/2017
Convertida en personaje teatral llega a La Habana María Moliner, la creadora del Diccionario de uso del español. La vida de esta lexicógrafa española, transcurrida entre la aparente tranquilidad de las palabras, estuvo marcada, sin embargo, por sucesos de su época. Conocida como la primera mujer que debió ocupar un sillón en la Real Academia de la Lengua Española, María Moliner fue, sin embargo, privada de este honor por ser mujer, sin contar con que justamente por eso, su mérito fue mayor. Y no fueron solo estos sus avatares; la creación del Diccionario en sí mismo fue “una carrera de velocidad y resistencia contra la vida”, como la definiera Gabriel García Márquez en su artículo “La mujer que escribió un diccionario”, publicado en El País a su muerte.
Fotos: Sonia Almaguer
Irreverencia Producciones apuesta por esta obra del dramaturgo español Manuel Calzada y la lleva a escena en Espacio Irreverente, una novísima sala teatral situada en un apartamento del Vedado capitalino (Calle 11 no. 1152). Las funciones se limitan a una veintena de asistentes que deben reservar con antelación por razones de espacio. Para ello pueden hacerlo por correo electrónico, mensaje de texto, por teléfono o personalmente en la sala.
El neurólogo —interpretado por Yasmany Guerrero— nos recibe. Dentro de la ficción teatral somos los pacientes sentados en esta suerte de sala de espera que es el lunetario. Varios carteles nos piden que apaguemos los celulares, que permanezcamos sentados y atentos a la función. Un documental sobre la liberación social de las mujeres está siendo proyectado como preámbulo a la obra. María Moliner está a punto de llegar; es la estrella, el símbolo de la emancipación en sí misma. Es interpretada por Eva González de manera pintoresca, a la vez que Roque Moreno, cuyo trabajo conocemos del teatro y la televisión, encarna a su marido. Así se completará esta tríada de actores que hará de la noche un emotivo homenaje a la Moliner, la mujer que se dejó la vida en cada palabra de su Diccionario.
Manuel Calzada crea para su obra un personaje ocurrente; su María Moliner es una mujer desenfadada cuya obsesión por deconstruir palabras la lleva siempre a ver las cosas desde ángulos diferentes. El autor se atiene a la verdad del personaje real y decide reflejarla a través de un esquema de flashbacks que irán develando de manera anecdótica momentos de su vida: la muerte de su hija, su arduo trabajo, la rescritura del diccionario una vez terminado, el triunfo del franquismo, la ceguera del esposo, y la más terrible, su propia degradación bajo los embates de una enfermedad que le iría haciendo olvidar justamente las palabras, su alimento vital. A manera de un personaje secundario —suerte de propiciador del drama—, el médico irá descubriendo estas escenas de la vida de Moliner.
La dirección, también a cargo de Eva González, pone poco énfasis en diferenciar los saltos temporales presentes en la obra. Se recurre aun a los apagones entre las escenas a manera de resolver esto, aunque los actores mantienen sus cadencias y vestuarios, lo cual resulta confuso a veces para el espectador, quien se da cuenta del cambio porque hay un retorno a la escena de partida. Pediría a la directora que permee toda su creación con el espíritu dramático logrado en la escena del electroencefalograma. En ella, aflora el miedo de la protagonista, quien cargada de electrodos y subida sobre una silla, confunde las preguntas de su médico con las de su inquisidor franquista.
Los espacios escénicos serán dos: el consultorio mínimo del neurólogo y el despacho de la casa. María pivotará entre ellos como de manera simbólica lo hace entre la ciencia —su enfermedad— y las letras —su obsesión—. Estos espacios contrapuestos tendrán un desarrollo paralelo que converge hacia el final de la obra, cuando el médico visita a María en su casa: ella delira, ha perdido las palabras.
Un fino tejido dramático coloca esta puesta teatral a la par de un homenaje y un canto a la tenacidad humana. Sentida obra que viene a saldar una deuda con María Moliner, a la vez que ensalzar a las mujeres como fuerza creadora, rompiendo otro más de esos eslabones culturales que les atan. Bienvenida sea, por tanto, esta propuesta escénica de Espacio Irreverente.