El “son” en las estampas de una artista visual
Las artes visuales cubanas dibujan un mapa pleno de diversidad creativa, en el que conviven varias generaciones. Afortunadamente aún tenemos entre nosotros a personalidades que, nacidas en la década de los treinta, han vivido con intenso desvelo desde su práctica artística, las sucesivas décadas del arte cubano desde los sesenta hasta hoy.
¿Y qué significa ello si nos ubicamos en la propia trayectoria de una artista como Lesbia Vent Dumois (1932) que acaba de inaugurar su exposición Son de la gubia y el taco en la prestigiosa Galería Habana de la capital cubana?
Es el grabado una vía de expresión importante para Lesbia Vent Dumois.
La muestra reúne 49 impresiones en xilografía (léase la técnica de grabado en madera) junto a 47 tacos de maderas. Y es que hablamos de una cultivadora del grabado que estudió en Checoslovaquia (litografía o grabado en piedra), conocimientos en general de esa técnica que pudo enriquecer con su esposo, el artista Carmelo González, quien fuera fundador y presidente de la Asociación de Grabadores de Cuba que surgió en febrero de 1950, cuyo primer objetivo fue, precisamente, difundir las técnicas xilográficas.
Es el grabado, entonces, una vía de expresión importante para esta artista, que ha trabajado variedad de manifestaciones (pintura, dibujo, instalación, y otros). En todas, me aventuro a decir, ha estado presente esa labor de detalle y precisión, de fuerza y delicadeza en su manejo de la gubia sobre la madera, como en otros soportes por ejemplo la piedra o el metal (calcografía) para delinear un imaginario propio que no se deslinda de un concepto de belleza, trazado con líneas precisas, a la vez que, con una elegante fineza, algo por lo que pudiera identificarse también una obra de Vent Dumois.
De modo que el grabado xilográfico tiene un lugar privilegiado en la obra de la artista, no solo por la maestría lograda de tanto trabajar la técnica, sino porque ésta se halla íntimamente vinculada a su historia de vida artística, a su memoria afectiva de estudios, de magisterio, y de su matrimonio con el artista Carmelo González (con obra presente en la exhibición). Esas condicionantes (y puede que más) son precisamente las que llevan a concebir la exposición que Lesbia despliega (como creadora y curadora también) en Galería Habana.
Aquí las obras desde los años 50 que pueden verse recorren un arco entre expresionismo con acentos grotescos, el tema de género femenino (ella ha abordado antes las mujeres artistas, las cantantes afamadas como Violeta Parra y Rita Montaner, y otras), la presencia femenina en la sociedad, el retrato, pasando por crónicas que toman del costumbrismo y de una crítica social representada en varias estampas como escenificaciones teatrales que organiza en bandas horizontales y de modo narrativo.
A lo anterior se suma el reflejo de la temática histórica (véanse allí los retratos de José Martí y Fidel Castro) o la literaria, de ahí que no falte el arte de ilustrar un poema como West Indies L.T.D. de Nicolás Guillén.
Su arte es deudor del modernismo latinoamericano, pero no se permite caer en alabanzas capaces de congelar el arte en un único concepto de identidad.
Hace un par de años vimos una reveladora exposición de la propia Lesbia en el Museo Nacional de Bellas Artes titulada por la artista Memoria, que devenía homenaje por su Premio Nacional de Artes Plásticas en el 2019; muestra además que nos condujo por el camino de su creación a través de una diversidad de tendencias que la creadora visual asumió desde su muy vasto conocimiento, no solo técnico, sino de los movimientos artísticos vanguardistas europeos, sobre todo del arte latinoamericano, y su no menos amplia cultura general, algo que continúa manifestándose en la muestra personal de este 2023.
Ya en aquella oportunidad en Bellas Artes veíamos cómo determinados textos bordados o insertados en las obras las dotaban de una significación a ratos apacible o aflictiva. Dos años después, Lesbia, como solemos llamarla los muchos artistas y expertos del gremio, resalta esa condición textual en su muestra. De ahí que la reconocida curadora Dannys Montes de Oca en las palabras a la exposición, especificara que sus estampas “devienen inspiración para el uso de diagramas caligráficos que redundan, desde el conceptualismo lingüístico y tautológico, en el proceso del grabado”.
“Lesbia, que no se ufana nunca de todo su saber acumulado (…), se vanagloria eso sí, de tener un abuelo que peleó en las tropas de Antonio Maceo”.
Se trata de una artista conciente del papel del creador inserto en un contexto epocal, mas sin limitarse a las características del nacionalismo relevante en el arte que signó los años sesenta y setenta, algo que Vent Dumois supo evitar sin dejar de ser una creadora con un transparente compromiso sociohistórico, al que se sumaron, desde la vida misma, sus experiencias como maestra normalista primero y como artista después, desde inicios de la Revolución cubana. Sus presupuestos, a los que se ha referido varias veces, implican el ser auténtica consigo misma, no atarse a ninguna tendencia específica y asumir aquellas que la obra le demanda, la comprensión de la complejidad del artista y ser coherente con una ética propia.
Lesbia, que no se ufana nunca de todo su saber acumulado en la especialización de curaduría de arte, de su contacto con los mejores artistas del continente o de su labor directiva durante muchos años al frente del Departamento de Plástica de la Casa de las Américas, se vanagloria eso sí, de tener un abuelo que peleó en las tropas de Antonio Maceo, y de haber guardado con celo sus cartas, como un suspiro de historia dentro del seno familiar.
Quisiera detenerme en este sentido de compromiso ético e histórico, porque aún en medio de la etapa “compleja” actual, su acendrada cubanía además se fue enriqueciendo con aquella otra notable experiencia de vida. Si usted le pregunta sobre ésta, Lesbia recordará a su madre modista y su padre ebanista, a la vez que comentará, como lo ha hecho tantas veces, sobre el perfil creativo de esos oficios que, sin duda, le marcarían en su infancia y juventud. Asimismo, no olvidará mencionar que “tuvo un gran privilegio al trabajar con Haydée Santamaría en Casa de las Américas” (siempre me ha marcado conocerla, ha dicho). Y cuánto ella influenció en su enfoque sobre la labor cultural en su más amplia dimensión, como mismo Lesbia puede recordar el cine de Santiago Álvarez y a los maestros insignes del arte latinoamericano de los setenta y ochenta.
“Lesbia es una suerte de enciclopedia viva de saberes curatoriales, de anécdotas ganadas en sus encuentros con aquellas prestigiosas personalidades del mundo”.
Durante una entrevista a la artista, puede darse por descontado que dará testimonio de la importancia de haber conocido a afamados escritores y artistas latinoamericanos, con certeza, los más trascendentes del continente. De ahí también, esa preocupación por la lectura, sin olvidar al respecto aquello que Haydée le dijera alguna vez, sobre cuán necesario era leer a los mejores para luego poder conversar con ellos cuando llegaran a La Habana. En Casa de las Américas podía encontrarse, por ejemplo, con Gabriel García Márquez y otros que llegaban en visitas, hoy inolvidables, para el centro, donde comenzó a trabajar a solicitud del pintor Mariano Rodríguez, y donde tantos años laboró al frente de las Artes Plásticas.
Mi consideración es que Lesbia es una suerte de enciclopedia viva de saberes curatoriales, de anécdotas ganadas en sus encuentros con aquellas prestigiosas personalidades del mundo, máxime de Latinoamérica, y de visitas e intercambios interesantísimos, vividos en sus viajes internacionales, de sus trayectos como funcionaria desde joven cuando comenzó en la Dirección Provincial de Cultura (semejante a la cultura comunitaria de hoy), etapa anterior al surgimiento del Ministerio de Cultura, de sus inicios en el magisterio de arte.
“Su historia personal refleja, del mismo modo, la armónica coherencia de esa vida entregada al arte”.
En ese sentido, solo espero que algún día ella se anime a escribir su autobiografía (aunque suele ser reticente, puedo dar fe de ello) o al menos, se halle a algún escritor que se entusiasme a ser su biógrafo porque ella nos dejaría ese tesoro de sabiduría, de imágenes contadas al filo del atardecer de sus años, de preciosos testimonios sobre los renombrados creadores de Latinoamérica, de todo lo cual jamás la hemos visto presumir.
Su historia personal refleja, del mismo modo, la armónica coherencia de esa vida entregada al arte (la creación), a la curaduría de una muestra de arte como resultado de la investigación, y no menos importante la labor sociocultural como maestra, directiva o funcionaria (no he sido nunca burócrata, especifica siempre ella). Múltiples funciones que, aunque en la práctica se distancian, parecen hallar, gracias a su proyección cultural, un especial modo de fusionarse que es apenas descriptible, léase una manera de enseñar, crear imágenes y dirigir a la que habría que bautizar como el distintivo estilo Lesbia Vent Dumois.