“El motivo es para mí del todo secundario; lo que quiero representar es lo
que existe entre el motivo y yo”.
Claude Monet
La Galería Collage Habana, perteneciente al Fondo Cubano de Bienes Culturales, inauguró en la tarde del viernes 25 de agosto la exposición personal Paisajes sin nombre, del pintor matancero Enrique Casas Castellanos. Toda obra que aquí se presenta es expresión poética de una belleza que las hace especiales, íntimas y personales; realizadas para este proyecto en leal compromiso. Junto a él se exhibe hoy una pieza de un invitado especial, para él y para la cultura cubana, su abuelo Félix Casas Lima, ilustre exponente del paisaje en Cuba, alumno de Leopoldo Romañach y graduado de la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro en 1940.
El título de esta muestra, completamente intencionado, es una alegoría a la diminutamente inmensa Dulce María Loynaz, que en Madrid, en 1953, presentó Poemas sin nombre, excelsa obra de profunda y delicada lírica.
Esta exposición, 70 años después, evoca con profundidad el paralelismo de estos dos originales cubanos que, con maestría y rigor nos han legado su obra de refinada belleza. Aquí están en mágico maridaje, el color y la luz de Cuba sin elitismo ni zonas oscuras.
La muestra es arte, el de componer en el lienzo con lirismo similar a la prosa o el verso; cada cuadro es un poema, un verso de introspección y embeleso. Poetisa y pintor son sendos pilares de la espiritualidad en el arte cubano. Evocan e invocan un mundo cardinal de sensibilidad, sentimiento, emoción, apego y amor, con fastuosa maestría.
Enrique Casas, escultor de academia, ha logrado del pigmento una imagen “corpórea”.
Sin nombre, estos paisajes de Casas y los poemas de la Loynaz, son puras condensaciones de poesía interior, viven en lo más hondo de nuestro ser, donde se atesoran accidentes poéticos, vivenciales, geográficos y culturales propios.
Enrique Casas, escultor de academia, ha logrado del pigmento una imagen “corpórea”. Su uso de la luz y el color, pinceladas, empastes y espatulazos, el uso desenfadado de tonos y matices en la osadía de sus contrastes, es un viaje en el tiempo y el espacio. Sus soluciones plásticas alucinantes nos remiten sin duda alguna a un “no tiempo@no lugar”, son un déjà vu expedito al movimiento plástico impresionista que se gestó en Europa a partir de la segunda mitad del siglo XIX.
Los movimientos artísticos son tendencias vinculadas al arte que comparten estilo o filosofía comunes. Además, muchos artistas los siguen durante un período considerable de tiempo. Se extienden por distintos ámbitos geográficos e influyen en la realidad social de su época; han marcado la historia del arte y la cultura.
Los franceses Eugene Boudiin, Pierre Auguste Renoir, Paul Cézanne, Claude Monet, Camille Pizarro; el danés Peder Mørk Mønsted; los ingleses J.M.W. Turner y John Constable; el estadounidense James McNeill Whistler; el valenciano Joaquín Sorolla; los catalanes Santiago Rusiñol y Ramón Casas (por cierto ¿serán parientes? Esa sería una respuesta genética a algunos de mis enigmas…); los alemanes de la escuela de Düsseldorf Max Liebermann, Andreas Achenbach y Eugen Dücker; el ruso Ivan Shisnki, todos impresionistas e indispensables para el desarrollo del arte posterior, a través del posimpresionismo y las vanguardias, están aquí y ahora.
En Bélgica se acuñó el término luminismo belga (vie et lumière) entre finales del siglo XIX y comienzos del XX. De todos los artistas de este movimiento, Emile Claus y Guillaume Van Strijdonck son los más representativos para calificarlos de influencia en el quehacer plástico de Casas. En los Países Bajos, a partir de 1910 y hasta la última producción del impresionismo, se nombró luminismo holandés. Jan Toorop y Jan Sluijters, son evidentes en la obra del artista cubano que aquí exhibimos.
Toda esa contundente herencia histórica de la pintura universal es el summum alquimista de estas manos matanceras que pintan el momento de la luz incluso en la oscuridad, más allá de las formas que subyacen. Ellas traducen lo que ven sus ojos y, sobre todo, cómo lo ven.
En mitad de mi asombro y realmente impactada me propuse el empeño de expandirle el camino hacia esa otra “luz” que muchas veces no borra las sombras. Es mi quijotesca intención que tantos ojos como sea posible queden igual de emocionados ante la observación de sus idilios campestres, escenas de playas, costas marinas; sus veleros, sus vistas citadinas a cualquier hora y lugar.
Enrique Casas Castellanos, tal como los luministas, los impresionistas, los neo o posimpresionistas, impugna el concepto tradicional de la composición formal: pinta lo que sus ojos ven. La composición en sus lienzos obedece sólo a su punto de mira y decide asentar en sus cuadros la fugacidad de la impresión despertada en él por la escena que contempla.
Toda esa contundente herencia histórica de la pintura universal es el summum alquimista de estas manos matanceras que pintan el momento de la luz incluso en la oscuridad, más allá de las formas que subyacen. Ellas traducen lo que ven sus ojos y, sobre todo, cómo lo ven.
El efecto de la luz, el uso de la perspectiva aérea y la pincelada suelta; los paisajes detallados de inaudita y poderosa soltura factual, así ha dotado sus obras de mayor realismo, pues pintando al aire libre es capaz de capturar todos los matices que la luz genera en cada detalle.
Heredero de la pintura au plein air, plein air o plenairista, Casas como otros tantos a lo largo de la historia de la pintura, ha elegido este recurso para apresar la luz del paisaje en un momento determinado, la permanencia y evolución de tal concepción de la pintura. Él nos regala ese rasgo distintivo, la “impresión” visual de atrapar la luz y el instante, sin retocar la identidad de lo que proyecta. Ahí están las claves y transformación de esa escuela sin espacio ni tiempo exacto.
Paisajes sin nombre es el título que Casas ha elegido para esta muestra, en la que honramos a su abuelo, a toda su herencia pictórica, y a sus propias manos. Obras claves, deleitosas, que aportan “nuevas luces y sombras” a la vasta tradición paisajística cubana de todos los tiempos. Aquí nos queda un excelente registro del impacto que la desafiante luz tropical, seductora y enceguecedora ha calado en él. Sus paisajes “privados” nacidos al “aire libre” hacen cada vez es más intenso mi déjà vu.