Tras las huellas de nuestras raíces africanas
Para regocijo y orgullo nuestro, muchos estudiosos del tema han demostrado que en Cuba el que no tiene de congo tiene de karabalí. Es esa una de las razones primordiales que sustentan la gran aceptación popular del Festival Internacional Timbalaye, con sus atractivas propuestas artísticas y recreativas.
La herencia cultural africana, que vive en el imaginario popular, ha cobrado más vigor entre los días 20 y 31 de agosto con la celebración de la decimoquinta edición del evento, marcado por el valioso patrimonio músico-danzario legado por los oriundos de ese gran continente.
A los instrumentos musicales, específicamente a los tambores batá, se dedica esta nueva edición de Timbalaye. Al decir de Ulises Mora, presidente del comité organizador del festival, “igual que la rumba, ya reconocida como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, los tambores batá también son merecedores de dicha condición y ese es uno de los propósitos.
“Aspiramos en principio a que obtengan esa categoría a nivel de país y, posteriormente, como Patrimonio de la Humanidad. Los tambores batá se tocan desde Pinar del Río hasta Guantánamo. Su valor no solo es religioso, es también cultural.
“Se trata de un instrumento musical que define nuestra cubanía, que es expresión de nuestra identidad. Una especie de antena que nos conecta con el mundo”.
Legendarias agrupaciones nacionales participan en esta edición de Timbalaye, inaugurada el pasado 20 de agosto en el Pabellón Cuba, donde desde el primer momento se reverenció a los tambores batá en un muy bien orquestado espectáculo de música, declamación y danza.
Esta nueva edición de La Ruta de la Rumba cuenta también con la presencia de delegaciones de Italia y México y, por primera vez, asiste Brasil con sus sonidos y manifestaciones artísticas ancestrales, representado por el grupo Diáspora Bantú, de Salvador de Bahía.
Por más de dos siglos llegaron a Cuba cientos de miles de hombres en condición de esclavitud, procedentes de regiones del continente africano como Nigeria, Dahomey, el Congo y Togo, entre otras muchas. Arribaron a nuestras costas desnudos de cuerpos, mas no de almas. En ellas traían la valiosa carga de sus creencias religiosas, sus tradiciones y costumbres, muchas de las cuales quedaron para siempre entre los nacidos en esta Isla.
Legendarias agrupaciones nacionales participan en la decimoquinta edición de Timbalaye, donde desde el primer momento se reverenció a los tambores batá en un muy bien orquestado espectáculo de música, declamación y danza.
Parte de esas creencias, costumbres y tradiciones, forman en alguna medida parte del programa de actividades previsto para el Festival. En ese sentido, sobresalen la degustación de platos originarios, la realización de emotivos encuentros con grupos portadores de la herencia africana y con niños y jóvenes integrantes de diferentes proyectos socioculturales comunitarios dedicados a la preservación del legado cultural africano. Asimismo, la visita a cabildos, museos y sitios históricos, entre los que se destaca el recorrido efectuado por el Complejo Escultórico Comandante Ernesto Che Guevara, en Villa Clara, provincia escogida como subsede del festival.
Se incluyen igualmente en el programa del evento, llamado a no dejar morir nuestras raíces, la inauguración de exposiciones, la celebración de coloquios, conferencias y talleres de danza y percusión afrocubana, homenajes a prestigiosos cultores de la rumba, además de variados espectáculos artísticos que han tenido como principales escenarios teatros y casas de cultura y de manera muy especial las plazas, parques y calles de los barrios.
Es precisamente en las comunidades y en los barrios, en opinión del presidente del comité organizador, donde radica la familia cubana y de la cual provienen los protagonistas del festival. “Es en los barrios donde se resguarda el rico legado africano, donde se encuentra la fuente viva de la cultura cubana. A ellos y a esos grupos portadores de la herencia africana, volveremos siempre. A ellos, también, estará dedicada cada una de las ediciones de Timbalaye”.
Concebido como un periplo cultural iniciado en Pinar del Río y que concluirá en la provincia de Guantánamo, Timbalaye representa en su conjunto una de las expresiones más auténticas de cubanía. En cada región o comunidad, los tambores de origen africano, especialmente los batás con sus sonoridades ancestrales invocaron a los orishas, llamaron a la unidad, a la hermandad entre los hombres y los pueblos.