Hijas, libros, diálogo: Historia Contemporánea

Hilario Rosete Silva
31/3/2017

Es mediodía. Luz, brisa y altura avivan el espíritu. Elier Ramírez Cañedo (La Habana, 1982) contagia confianza, prudencia. Vine a dialogar con él, no a entrevistarlo. Se abre ante nosotros la gigantesca perspectiva de la Plaza de la Revolución. Estamos sentados “a la sombra de un ala”, en una esquina del monumento al Apóstol. Coordinador de Dialogar, dialogar —espacio viejo por ya establecido, y renovado por innovador dentro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS)—, cortando huevos aprendió a capar.

foto de Elier Ramírez Cañedo
Elier Ramírez Cañedo. Foto: Cortesía del autor.

Decir con voces permitidas lo prohibido, ¿sería talante básico del comunicador?

Claro, lógico —asiente el licenciado en Historia (2006) por la Universidad de La Habana (UH)—; puede expresarse lo que se quiera, ¡las cosas más críticas!, si van en palabras cuidadas, si llevan análisis, argumentos, pensamientos.

Venimos del estreno de Pasión por Cuba, muestra fotográfica dedicada al doctor Armando Hart; la presentación de Fe, trazos en mi memoria desde la ética, antología de textos escritos por el propio Hart; y la entrega a este intelectual, en febrero, de manera extraordinaria, del Premio Nacional de Periodismo José Martí, por la obra de la vida.

Atender las palabras, ¿es un modo de su vida cotidiana innato o adquirido?

Aprendido —confirma el también máster en Historia Contemporánea y Relaciones Internacionales (2008)—; cuando se forma la polémica, trato de ser respetuoso, sobre todo de apoyarme en evidencias; los argumentos se rebaten con argumentos; ese es un propósito de Dialogar, Dialogar: generar una cultura del debate sin caer en vulgaridad, chabacanería… Ciertos medios calumnian nuestra libertad de expresión. Pero si hay un país donde la gente opina con libertad, dondequiera, en una escuela, la esquina, una barbería, la parada de guagua, es en Cuba.

Sin embargo, los enunciados no siempre se alzan desde un sostén cultural: ¡El cubano se siente tan libre de decir lo que piensa!; ¡Habla lo que le viene a la cabeza!; ¡Como si tuviera toda la razón del mundo!; ¡Asombra la seguridad con la que expone su criterio, basándose, en ocasiones, en gran ignorancia! Si las discusiones descansaran en mayor conocimiento, hasta con análisis contrapuestos lograríamos mejores debates.

¿Cree útil anteponer diálogo a debate? El uno denota coloquio sereno; el otro, ímpetu, fervor en exceso…

Los dos serían sinónimos —admite el doctor en Ciencias Históricas (2011)—, pero el primero da más idea de charla fluida en ambas direcciones: ni es el monólogo ni es la polémica dominada por una de las partes; es el ciclo construido desde el aporte colectivo. Preferimos debates donde el público vierta sus juicios, se sienta tan partícipe como los invitados; decepciona pasar la palabra al auditorio y que nadie responda.

El título Hacia una cultura del debate [1], presentado en la 26 Feria Internacional del Libro, La Habana 2017, debió dar prioridad al apelativo del espacio en cuanto es causa suya.

Habría sido más oportuno. No en vano Alfredo Guevara, con gran sabiduría, tituló así su libro, Dialogar, dialogar [2]; de ahí tomé el nombre para el proyecto de la AHS, los encuentros son un constante homenaje a su memoria. Primero buscamos multiplicar su efecto por blogs y redes sociales, que no acabarán entre cuatro paredes ni apenas en el recuerdo de los presentes; ahora en 2017, saldremos del sitio físico de las sesiones: de 26 debates, solo seis transcurrirán en el Salón de Mayo del Pabellón Cuba.


Imagen del espacio Dialogar, dialogar. Foto: Internet

Reconoce la preeminencia del diálogo, pero “se le sale el debate”.

No soy lingüista, quizás el término debate se contaminó; por lo pronto, el diálogo, entendido como intercambio entre dos o más seres humanos, tolera la discusión, el hecho de examinar varias personas un tema en detalle, exponer cada una su sentir, poder un sujeto manifestar un criterio contrario a algo que dijo otro. En cualquier caso se requiere paciencia, aprender a escuchar; a eso se dedicó Alfredo durante sus últimos años; lo recordé cuando fuimos a la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, allí se le nombró doctor Honoris Causa, y sobrevino su asombroso diálogo con la juventud, recogido por él en su libro.

Dialogar, dialogar se reunirá en otros preuniversitarios y universidades del país, entre ellas la de Oriente, en lugares donde el porcentaje de jóvenes sea preponderante.

Veinte diálogos fuera del recinto original, ¿son pocos o muchos?

Resulta escaso y ambicioso, simultáneamente; hasta podrían ser más si viviéramos para eso. Se han multiplicado los espacios; en su día hicimos un levantamiento: el UH caliente; El debatazo, del Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI); La cafetera, en la Facultad de Comunicaciones (FCOM) de la UH; La caldera, de la AHS en Villa Clara; el del Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello; los ya tradicionales Jueves de (la revista) Temas en el Centro Cultural Cinematográfico Fresa y Chocolate; el Diálogo de generaciones inspirado por Hart y atizado por el Movimiento Juvenil Martiano… Varios nombres dan ardentía. Deberíamos repensarnos en voces de mesura… La fogosidad conforma la identidad del cubano, está en su temperamento; pero se puede ser apasionado sin menoscabo de la humildad, sin ofender, adjetivar o descalificar al prójimo.

¿Qué otros retos enfrenta el diálogo en la Cuba de hoy?

Amén del irrespeto, identificamos los anexionistas o autonomistas de nuevo tipo; soy historiador, me gusta llamarlos así, he investigado esas corrientes políticas, circulan por los blogs, las redes sociales, el mundo real; nos acompañan a lo largo de la Historia, ora muy vivas, ora más opacas. ¿Cómo actuar? ¡Prefiero desafiar cualquier obstáculo a renunciar al diálogo en nuestra sociedad! No consentiremos que nos construyan los consensos, nos pongan a la defensiva o en actitud de paranoia. Algunos actúan de mala fe, buscan contaminar los espacios, mutilar la verdad, la transparencia, las ganas de construir desde la Revolución; tratan de frenar flujos de ideas que, puestas a punto para avanzar, redundarían en beneficio. Tarea de primer orden es desenmascararlos —la mayoría se identifica sola—, reprobar su legitimidad. Desde el plano ideológico, Martí combatió a unos y otros; cierto, no renunció a aceptar su conversión, pero solo la de quienes dejaran a las puertas de la patria las sandalias enfangadas o equivocadas de camino.

Primer volumen de Hacia una cultura del debate

Revive, en orden cronológico, partes de trece Dialogar, dialogar, ligados por vasos comunicantes, acaecidos entre mayo de 2013 y enero de 2015. Reúne once temas, contando como uno las proyecciones y debates de los tres primeros capítulos de Cuba Roja, el documental de Ismael Perdomo. Luce 26 invitados, cuatro por partida doble: el ensayista Enrique Ubieta; el pedagogo Raúl Antonio Capote; Iroel Sánchez, ojo de La pupila insomne; y Fernando Martínez Heredia, Premio Nacional de Ciencias Sociales. En voces del doctor Manuel Calviño y del viceministro de Cultura Fernando Rojas, abre preguntándose si es posible cambiar la mentalidad.

Otras cuestiones tratadas son las reglas, ¿nuevas?, de nuestra hacienda, el significado de ser revolucionario en la Cuba de hoy, el binomio fuerza de trabajo y economía del conocimiento… El blog homónimo precedente sirve para juzgarlo: toda vez finalizado cada diálogo mensual, tan pronto como la coyuntura lo permitía, sus giros en detalles eran transcritos y colocados en la web.

Háblenos de los criterios de selección —pinchamos a Elier.

No abarcan parlamentos del público, necesitaríamos varios libros; suelo pedirles a los invitados: “En sus palabras iniciales, de quince minutos, sean sugerentes, aviven el análisis”. Entonces escogí los Dialogar, dialogar cuyos comienzos fueron más incitantes; agrupé los más ricos, sensibles al intercambio acorde al momento presente. La obra distingue transcripciones de lo que oímos a los miembros de la mesa, bien en la presentación (20), bien durante el debate (nueve), y textos de su autoría leídos tal cual en el espacio o limados y enviados luego a mi correo (10): aquí seguirán provocando el debate o el diálogo, ahora con los lectores.

Los (39) materiales llenan 282 folios: 101 de textos (36%), y 181 de transcripciones (64%). El coordinador recalca: “No soy autor del compendio”. Pensará otra cosa quien haya reproducido y ponderado tamaña cantidad de discursos.

¿Cómo se las arregló con las transcripciones?

Según el espacio sobrevivió, logramos más apoyo de la propia AHS y de otras instituciones. El avance de cualquier proyecto depende del empeño, la voluntad que uno ponga al inicio, máxime en una tarea tan difícil. Aquí agradezco los favores de mucha gente, desde mi esposa, Mónica Corrieri, profesora de Filosofía de la UH, hasta la periodista Yisell Rodríguez, jefa de la Redacción Multimedia de Juventud Rebelde. Para la segunda parte, el entorno cambió; esa es una primicia, ya ordenamos un segundo tomo, que recapitula fragmentos de diálogos acontecidos entre los meses de febrero de 2015 y 2017. Sigo apasionado como con el primero, por los temas abordados y la altura de los debates.

Licenciado en Historia, máster en Historia […], doctor en Ciencias Históricas. ¿Huelga indagar si la disciplina permea su proyecto? ¿Sobra aclarar por qué?

Privilegio temas de nuestra actualidad, y de los anales de la Revolución en el poder, con un criterio propio: mirar todo hecho, catar su valor social, cual Historia Contemporánea. Cuánto pueden decirnos todavía Mella, Camilo, Guiteras, José Antonio… De ahí que también encontremos en el primer volumen cómo enfrentar el desmontaje de la Historia, los idearios del Che y Martí en la hora actual de Cuba, y “La epopeya contemporánea de Rubén Martínez Villena”.

Si precisamos de un sujeto crítico, capaz de discernir en un país y un mundo como los de hoy, diversos, multifacéticos, ceñidos a varias influencias, se impone, en especial, que ese individuo posea una cultura del diálogo; solos nunca resolveremos el problema, lo zanjaremos los medios, las empresas, los sindicatos, las organizaciones políticas y de masas; debemos fomentarla desde las primeras edades, a través del sistema de enseñanza, y la Historia es un instrumento fundamental.

¡Ojo! El cometido del socialismo y la Revolución cubana es convencer, convencer, convencer. Si pretendemos crear un pensamiento antiimperialista, contra el colonialismo cultural; un individuo capaz de discernir qué nos enriquece y qué nos manipula o daña la condición humana, debemos asumir que ese sujeto igual será crítico del proceso donde participa y se compromete.

Dialogar es un arte, demanda paciencia, conocimiento, capacidad de escucha, volverse psicólogo. Si en calidad de miembro de la mesa, estoy en un lugar y alguien del público, desde una esquina, vierte un criterio para mí absurdo, puedo acercármele, atreverme a darle una palmada en la espalda, rodearle los hombros con el brazo, invitarle a pasar al frente, reflexionar juntos; no solo se convence con razones: persuaden los modos de decir y obrar, el encuentro de las interioridades. Dialogar exige adiestrarse, hacerlo en forma lleva tiempo.

“No existe desacierto que no tenga parte de verdad”. ¿Serviría la máxima de piedra angular para el edificio del diálogo?

Claro; también mi verdad presenta puntos flacos y el otro puede percibir cuanto yo no distingo. Todo es ensayo y error; no existe la verdad absoluta: el diálogo franco, transparente, ayuda a edificarla entre dos o más personas. Por distinta, la perspectiva del prójimo siempre te remueve, te obliga a realizar nuevos análisis, a profundizar en tus juicios. Entonces puedes concluir, bien mejor provisto para trasmitir tu verdad, o bien sorprendido: “Estoy errado, él tiene razón”. Así prosperó el pensamiento por siglos, incluso el cubano. ¿Adónde condujeron nuestras disputas del siglo XIX, las polémicas de los años sesenta del pasado siglo XX entre figuras de la política nacional? A mayores, sucesivas aproximaciones a la verdad; desde la Revolución, según eran confrontados, los puntos de vista florecían.

En 2011, en vísperas de que defendiese el doctorado, nació María Fernanda, su primera niña. Tres años después llegó Alejandra, su segunda bebé. ¿A cuáles hijos quiere más, a ellas o a los libros?

¡Esa es dura, podría preguntarle a mi esposa para ver qué le dice! —se carcajeó Elier. Por supuesto, los hijos son algo único en la vida, la mayor creación, pero al mismo tiempo estaría incompleto si no tuviese libros; de hecho, cuando llega la Feria Internacional del Libro entramos en conflicto. Soy un padre responsable, debo mantener y educar una familia y pensar en las niñas; ellas necesitan lecturas con arreglo a su edad, ¡no puedo lanzarme a comprar solo las que sean de mi interés!

 

Notas:
 
1. Ramírez Cañedo, Elier (selección y notas): Hacia una cultura del debate (Espacio Dialogar, dialogar de la AHS). Volumen I, Ediciones Abril, La Habana, 2017.
2. Guevara, Alfredo: Dialogar, dialogar (Escuchar, enseñar, afirmar, aprender), Ediciones Nuevo Cine Latinoamericano, La Habana, 2013. Obra póstuma del autor.