Roberto Méndez Martínez

Poeta, ensayista, crítico de arte y narrador. Nació en Camagüey, en 1958. Miembro de la Academia Cubana de la Lengua. Licenciado en Sociología en la Universidad de La Habana, Cuba (1980). Doctor en Ciencias sobre Arte en el Instituto Superior de Arte de La Habana (2000). Posee la categoría científica de Investigador Auxiliar y la docente de Profesor Auxiliar. Ha impartidos cursos de posgrado, diplomado, maestría y conferencias en instituciones culturales o docentes de Cuba, España, México, Venezuela, Colombia, y Corea del Sur. Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC). Vicepresidente de la Filial de la Fundación Nicolás Guillén en Camagüey. Posee la Distinción Por la Cultura Nacional. Entre otros reconocimientos, mereció el Premio Nicolás Guillén de Poesía por su obra Viendo acabado tanto reino, en el año 2001; el Premio Alejo Carpentier de novela por su obra Otra mirada a la peregrina, en el año 2007 y nuevamente el Premio Alejo Carpentier de novela por su obra Ritual del necio, en el año 2010. En 2011 recibió el Premio Internacional de Ensayo Mariano Picón por su obra El tiempo dorado por el Nilo; otra lectura de José Lezama Lima y en 2017 el Premio Alejo Carpentier de Ensayo por su obra Plácido en el laberinto de la Ilustración.

¿Académico?

En contra de lo que algunos suponen, un académico de la lengua no es alguien que pretende obligar a los demás a pronunciar la z y la j como si vivieran en Ciudad Real o en Burgos, ni se asusta de que a los pantalones de mezclilla les llamen “yins” (jeans), sino que procura cuidar, desde su formación como escritor o lingüista, ese organismo vivo que es el idioma.

Paradiso, confesiones y recepciones

Ante aquel volumen de 617 páginas, invitadora cubierta diseñada por Fayad Jamís y azarosa impresión hubo de todo: miedo, rechazo, atracción morbosa. Se le llegó a negar con furia no solo la condición de novela, sino hasta la más general de texto literario. Pocos libros entre nosotros se aquilataron tanto en la prueba de la negación como este.

Las criaturas del agua

Es muy posible que Juana no supiera o se interesara ni por los Eddas escandinavos ni por los dramas de Wagner, y que la pobre litografía derivada del cuadro de Dahl apenas fuera el modesto punto de partida para un soneto que se goza en la despreocupada libertad de la juventud en contacto con la naturaleza, quizá porque tal cosa estaba en las antípodas de su existencia.