Sobre el carácter transgenérico de “Los zapaticos de rosa”
En “Los zapaticos de rosa”, poema de La Edad de Oro, se muestra lo mucho que puede lograr el escritor a través del elemental e insustituible recurso de la sugerencia. En estos poemas, dirigidos a un lector infantil, prima el elemento narrativo; son relatos o viñetas líricas de gran plasticidad, que cobijan sabiamente el elemento reflexivo. De “Los zapaticos de rosa”[1] Jesús Sabourín publica una glosa sutil e ideológica en el propio año 1974, que, entre otros elementos, recrea las relaciones entre la asunción de conciencia de Pilar y su gesto caritativo. Allí refiere el estudioso:
…al anochecer, madre e hija regresan en el coche que el padre les ha enviado. Pero muy en contra de lo que pudiera suponerse, no van contentas ni orgullosas: van calladas: “Vuelven calladas de noche / A su casa del jardín: / Y Pilar va en el cojín / De la derecha del coche”. Algo extraño, filoso como el hielo, nos sobrecoge : el poeta nos revela, a través de sus personajes, súbita y extrañamente callados, que su acción ha sido ineficaz, que las cosas seguirán siendo como antes; que allá en el cuarto oscuro, seguirá llorando la niña tísica y gimiendo la madre desesperada, y que ellos mismos serán impotentes para evitarlo. A los ojos de la justicia poética, el gesto humano ha tenido valor: “Y dice una mariposa / Que vio desde su rosal / Guardados en un cristal / Los zapaticos de rosa”. Pero a los ojos de la estricta justicia, solo queda este coche que marcha en medio de la noche llevando en un rincón callado a un pequeño ser ya para siempre entristecido.[2]
En 1988 ve la luz el ensayo “El narrador y el espacio en ‘Los zapaticos de rosa’”,[3] de Alejandro Cánovas, estudio sin lugar a dudas íntimamente relacionado con la asignatura Metodología de la Investigación Literaria que impartía el singular Salvador Redonet durante la década del 80 en la carrera de Letras, en la Universidad de La Habana. El investigador aplica al poema de Martí el instrumental para el análisis de textos narrativos, entregándonos un sugerente estudio que incursiona aún más profundamente en la estructura del texto, y por tanto devela con mayor fidelidad las esencias del mismo. Nos seducen afirmaciones como esta:
El recurso del desplazamiento, expresado a través de los personajes de Pilar y su madre, originará en la mente del niño, desde el punto de vista imaginativamente espacial, una idea de conocimiento progresivo a causa del ensanchamiento gradual al que conduce moverse de la casa a la playa; dentro de la playa: del acá al allá; y de este, de vuelta al hogar.[4]
El viaje físico que aquí se describe contiene el viaje síquico que tiene lugar tanto en la mente de Pilar, como en la del niño lector. El caleidoscopio del mundo sigue mostrando, a través de los giros más sutiles de la pluma del escritor, la magnitud del equilibrio. El paralelismo entre lo físico y lo síquico en el poema pone a la luz su gran metáfora. Los avatares de la conciencia han hallado ecos en la naturaleza.
Así “el final de la obra obliga ir al comienzo”. Con el “vuelven calladas de noche”, se recuerda que era de día: “hay sol bueno y mar de espuma” (estrofa I) cuando salieron la madre y Pilar.[5] Vemos entonces cómo en el poema la naturaleza también está en función de las vivencias, como en su poesía primera o en la de madurez. “Este volver al inicio no tiene más objetivo que el de provocar la comparación… De la comparación surge el descubrimiento propio, que sin embargo, ha sido inteligentemente orientado”.[6]
“En estos poemas, dirigidos a un lector infantil, prima el elemento narrativo; son relatos o viñetas líricas de gran plasticidad, que cobijan sabiamente el elemento reflexivo”.
En la misma línea del trabajo de Cánovas, la iluminación del carácter transgenérico del poema dedicado a mademoiselle Marie, se ubica el estudio “‘Los zapaticos de rosa’: descodificación de un mensaje al corazón infantil”, de Marta Ávila y Mirian Dorta,[7] publicado en 1990. Allí se profundiza en los elementos de la composición y los aspectos sicológicos de la enunciación, y se califica de cinematográfica la visión de la playa, donde, según las autoras, “la perspectiva se ubica espacial y moralmente en la niña”. Luego de hacer alusión “al tono emocional del texto, inherente a la poesía”, afirman que “el carácter lírico de la enunciación en “Los zapaticos de rosa” predomina por sobre su estilo narrativo, y es en esencia más efectivo en la transmisión de su contenido ideológico y su valor estético”.[8]
Anne Fountain parte de este mismo texto para afirmar en 1991[9] que tanto en dicho poema como en los demás de la revista, Martí procura dar ejemplos de generosidad de espíritu que unen lo grande y lo pequeño, lo noble y lo plebeyo, lo rico y lo pobre. Este artículo se cuestiona los motivos por los que Martí escogió precisamente para sus adaptaciones obras de Emerson y de Helen Hunt Jackson, y llega a la conclusión de que dicha selección no fue casualidad, sino propósito ya que
Martí undertook to translate at least five of Emerson’s poems althought as late as 1950 it was believed that he had translated only the one which appears in La Edad de Oro. Martí rendered but did not put into publishable from Spanish versions of “The World – Soul” and “Good- bye” and included portions of “The Test” and “Blight” in his assembled notes.[10]
“Los zapaticos de rosa” —cuento en verso o poema narrativo, según se estime—, compuesto por redondillas, es quizá el poema más profusamente divulgado de José Martí, y uno de los más estudiados entre los que integran la revista, seguido por el comúnmente conocido como “La rosa blanca”, poema XXXIX de los Versos sencillos. Esa asombrosa oralidad[11] del poema de La Edad de Oro debía convencer a los incrédulos del poder real de la poesía.
Notas:
[1] Existe un folleto donde se lleva a cabo un estudio de las posibles locaciones donde transcurre dicho poema. Nos referimos a En La Barranca de Todos. Las playas en “Los zapaticos de rosa”, indagación psico-semiológica de Oscar Fernández de la Vega (Hunter College, Roman Language, City University of New York, 1984), que no comentamos en nuestro análisis por considerarlo demasiado especulativo.
[2] Jesús Sabourín. “Filosofía social en ‘Los zapaticos de rosa’”. En Acerca de La Edad de Oro, Ob. Cit en 30, p. 155-156. Publicado por primera vez en De amor y combate (algunas antinomias en José Martí). La Habana, Casa de las Américas, 1974, p. 53- 55.
[3] Alejandro Cánovas. “El narrador y el espacio en ‘Los zapaticos de rosa’. En Revista Universidad de La Habana (231), 1988.
[4] Ob. Cit. p. 64.
[5] Alejandro Cánovas Pérez. Ob. Cit. p. 67.
[6] Alejandro Cánovas Pérez Ob. Cit. p. 68.
[7] Martha Ávila y Mirian Dorta. “‘Los zapaticos de rosa’: descodificación de un mensaje al corazón infantil”. En Patria, Cuaderno de la Cátedra Martiana de la Universidad de la Habana (3): 103 -109, La Habana, 1990.
[8] Ob. Cit. p. 105.
[9] Nos referimos a su trabajo “Ralph Waldo Emerson and Helen Hunt Jackson in La Edad de Oro”. En Secolas Annals, Volume XXII, March, 1991.
[10] Ob. Cit. p. 46.
[11] “Lo excelso que penetra lo cotidiano —he ahí una de las principales funciones de la cultura y de la poesía, una de sus más esenciales formas de cristalización—”.Caridad Atencio. “Recepción de Versos sencillos: poesía del metatexto”. En Anuario del Centro de Estudios Martianos, n. 19. (Tómese como nota curiosa el hecho de que todos los versos de La Edad de Oro han sido musicalizados. Aquí ha funcionado un sentido inverso a lo que ocurre cuando se musicalizan poemas: por lo general la canción promueve, hace más conocidos los textos. Aquí la asombrosa oralidad de los versos hace palidecer a las canciones más allá de la nobleza de su propósito.