Inteligencia Artificial y políticas culturales desde el Sur global. ¿Qué hacer?
La Inteligencia Artificial (IA) como tecnología de propósito general está destinada a tener un impacto profundo en los procesos culturales. Lo que hace unos años era dominio de especulaciones tecnológicas y literarias, ya es una realidad. La IA, especialmente plataformas de IA generativa como MidJourney, Dall-E, ChatGPT y otras, puede generar de manera sintética en soporte digital contenido cultural muchas veces indistinguible de una obra de autoría humana.
Como se hace notar en el informe de la Unesco (“Repensar las políticas para la creatividad. Plantear la cultura como un bien público global”, de 2022), podemos esperar productos culturales sintéticos exitosos comercialmente en los próximos años en el campo de la literatura, el cine y la música popular. Estas predicciones no solamente ilustran el avance de la IA, sino también anuncian impactos en el sector creativo y cultural como un todo. Esta tecnología tiene la capacidad de incrementar de manera notable los ritmos de producción de contenidos digitales eficientemente y con un alto nivel de realización técnica en el producto final.
Por ello no es difícil avizorar fuertes reconfiguraciones en las rutinas productivas de las industrias culturales en los próximos años, con la reorganización de procesos y actores dentro de la cadena de valor a nivel mundial, el reforzamiento de regímenes regulatorios y de propiedad intelectual y un más que esperable incremento de la concentración de capacidades en distribución, comercialización e innovación asociadas en Estados Unidos, China, y en menor medida, Europa.
Es preciso reconocer que considerada en sí misma como tecnología, la incorporación de la IA abre inmensas posibilidades para la producción cultural. Puede potenciar y enriquecer el acto creativo, aumentar su eficiencia y productividad, multiplicar su alcance a nuevas audiencias de manera personalizada, adaptar las expresiones culturales a nuevos medios y canales de forma eficiente y en general facilitar el acceso a sofisticadas herramientas y recursos artísticos a muchas más personas, con el potencial de multiplicar la participación cultural y enriquecer la diversidad de voces en el campo artístico.
“La influencia de la IA presenta tanto oportunidades como desafíos”.
Sin embargo, dado el sistema de relaciones capitalistas en el que nacen, la incorporación de la IA a las industrias culturales y creativas está instrumentalizada en función de fortalecer y extender posiciones de unas cuantas empresas líderes en el mercado mundial, concentrando el suministro de contenidos simbólicos, datos, mercados culturales e ingresos en unos cuantos actores. Si no se atiende de manera adecuada, esta concentración de poder debilitará la capacidad de agencia de las naciones del Sur global, independientemente de las enormes diferencias existentes entre los países comúnmente agrupados bajo esta etiqueta. Esta concentración afectará en gran medida los principios de participación, inclusión e igualdad en el campo cultural internacional.
La influencia de la IA presenta tanto oportunidades como desafíos. Estas oportunidades y desafíos están profundamente marcados por el lado del orden económico mundial desde el que se actúe. Aquellos actores que participan en la producción cultural desde la dependencia con los centros mundiales de poder tendrán mayores obstáculos para aprovechar a plenitud las potencialidades de la IA, y serán mucho más vulnerables ante sus peligros.
Aunque aún no está suficientemente visibilizado, el uso de la IA generativa, desde los mismos contenidos sintetizados tiene la capacidad de perpetuar sesgos, naturalizar hegemonías y limitar la visibilidad de contenidos y autores locales que no cuentan con una presencia importante en los corpus de datos que sirvieron para entrenarlos. Al favorecer visiones culturales e ideológicas dominantes en los contenidos que generan sintéticamente, estas AI generativas pueden debilitar la exploración y apreciación de expresiones culturales alternativas o minoritarias. Promover y preservar las identidades culturales nacionales y regionales culturales de cara a la mayor presencia de la IA requiere atención deliberada y políticas culturales explícitas.
Los desafíos para cerrar la brecha de las capacidades tecnológicas y científicas entre los países en vías de desarrollo y el mundo desarrollado intensifican la complejidad de la situación.
Históricamente, el Sur global ha sido un importador en lugar de un productor de tecnologías, y además no ha sido capaz de implementar políticas científico-tecnológicas que favorezcan de manera decidida la producción y generalización de tecnologías endógenas. Esta dependencia tecnológica pasa factura al considerar el origen nacional de las plataformas digitales, en su mayoría norteamericanas o europeas, que sirven como el principal medio para la circulación global de contenido cultural originado en el resto del mundo.
Con la aparición de la IA, la disparidad entre el Sur global y el mundo desarrollado se ampliará aún más, acentuando los desequilibrios existentes y exacerbando la desigualdad tecnológica, con consecuencias culturales, científicas y económicas. A medida que la influencia de la IA sea mayor en las industrias creativas, se vuelve crucial abordar esta brecha creciente y asegurar que el potencial transformador de la IA se aproveche de manera que promueva la participación cultural inclusiva, empodere a los países menos desarrollados y facilite el acceso equitativo a las nuevas capacidades tecnológicas.
Para abordar los desafíos urgentes que enfrentan los países en vías de desarrollo, debe reconocerse desde la política pública la necesidad apremiante de que estas naciones forjen alianzas entre sí.
Al unir sus recursos científicos y tecnológicos, estas naciones están en mejores condiciones para construir colectivamente capacidades de IA autóctonas que se adapten a sus contextos y necesidades únicas. Además, una alianza de naciones menos desarrolladas puede participar como una voz cohesiva e influyente en la configuración de las discusiones que están teniendo lugar a nivel internacional sobre la regulación de la IA, aumentando las probabilidades de que sus intereses y perspectivas sean consideradas. Para ello, es crucial reconocer que preservar la identidad y diversidad de las culturas en los países en vías de desarrollo requiere ir más allá de las políticas culturales convencionales. Se necesita un enfoque integral que abarque el empoderamiento tecnológico, la innovación y las políticas orientadas al futuro.
Las tecnologías digitales han permeado todos los aspectos de los procesos sociales. Entre estas tecnologías, la IA destaca como una tecnología de propósito general, con el potencial de impactar y dar forma a todos los aspectos de la vida económica y social. A la luz de esta realidad, la política cultural debe adoptar un enfoque más holístico, reconociendo e incorporando los avances en tecnologías digitales y sus profundas implicaciones culturales.
“Las tecnologías digitales han permeado todos los aspectos de los procesos sociales”.
En las discusiones que están teniendo lugar a nivel internacional sobre la regulación de la IA, resulta esencial incorporar una perspectiva cultural, y ese puede ser el sello distintivo de una voz desde el Sur. La IA tiene consecuencias significativas en la participación cultural y en la promoción de la diversidad que van más allá del valor comercial de su introducción en las industrias culturales. Al defender desde el Sur la incorporación de una mirada cultural en la discusión sobre la IA, hay mayores posibilidades de asegurar que las políticas y regulaciones que se diseñen sean integrales, inclusivas y atentas a los diversos valores y tradiciones que moldean a las sociedades de los países en vías de desarrollo.
Si los países en vías de desarrollo no responden adecuadamente y de manera coordinada al desarrollo de plataformas digitales globales impulsadas por la IA, la dependencia tecnológica que ya padecen solo se profundizará, lo que tendrá repercusiones en la amplitud de las políticas culturales que se propongan desde estos países y sus posibilidades reales de implementación.
La creciente dependencia tecnológica en plataformas digitales norteamericanas o europeas erosiona la libertad de acción de los organismos nacionales de política cultural de los países menos desarrollados, disminuyendo su capacidad para promover y regular de manera efectiva su espacio cultural. Por lo tanto, es vital que estos países aborden de manera proactiva el problema, fomentando capacidades autóctonas de IA y formulando políticas culturales sólidas que entre otros objetivos abogue internacionalmente por la apropiación de la IA desde la promoción de las identidades culturales nacionales, el empoderamiento de los creadores locales, la salvaguarda del patrimonio cultural y la defensa de la participación inclusiva y diversa en el paisaje cultural global. De no hacerlo se corre el riesgo de perpetuar desigualdades existentes, disminuyendo la diversidad cultural y agravando los desequilibrios de poder dentro de las industrias culturales globales.
En el panorama actual, una política cultural efectiva para un país pequeño y en vías de desarrollo como Cuba frente al entorno dominado por las plataformas digitales y la IA requiere un enfoque decidido de participación internacional, con el objetivo de establecer alianzas y apoyar organismos regionales dedicados a promover y salvaguardar la identidad y diversidad cultural. Sin embargo, este enfoque debe basarse en una comprensión integral de dos tendencias clave. En primer lugar, la política cultural contemporánea, especialmente en el ámbito de las industrias creativas, está intrínsecamente vinculada a las políticas de transformación digital, las iniciativas de investigación, desarrollo e innovación (I + D + I) y las políticas de desarrollo económico, una conexión que solo se intensificará en el futuro. Esto requiere que los responsables de la política cultural, al mismo tiempo que estén formados cultural y humanísticamente, posean también competencias tecnológicas, y tengan una comprensión de los aspectos regulatorios que rodean a las tecnologías digitales.
“El camino a seguir radica en fomentar alianzas regionales”.
En segundo lugar es fundamental reconocer que ningún país en el Sur global por sí solo cuenta con los recursos económicos, científicos o tecnológicos necesarios para establecer una política cultural verdaderamente soberana, excluyendo parcialmente a países de economías grandes como China, India o Brasil, si se considera como soberanía el control de todos los componentes de la cadena de valor. Para preservar y potencialmente ampliar la capacidad de agencia de los organismos nacionales responsables de la política cultural, el camino a seguir radica en fomentar alianzas regionales. Al unir fuerzas, los países pueden compartir recursos, experiencia y perspectivas para dar forma de manera colectiva a las agendas de política cultural, desarrollar soluciones y plataformas comunes ante los desafíos tecnológicos y defender sus intereses culturales en el escenario global con regulaciones, estándares y protocolos propios.
Este enfoque colaborativo ofrece la oportunidad más viable para que los países más pequeños en el Sur global como Cuba, ejerzan influencia, promuevan su identidad cultural y naveguen por la compleja interacción contemporánea entre tecnología digital, economía y cultura.