Crónica sobre cómo renacer entre libros
¿Sabes de ese momento en el que de pronto un olor, el rostro de alguien, una frase suelta, te transportan al más sentido “deja vú”? Bueno, no sé a ustedes, pero a mí ese instante de “viaje interplano” me encanta. Los libros también siempre han sido una especie de móvil para viajar en el tiempo, para volver a personas que ya no están, a momentos donde fui feliz. Desde muy pequeña descubrí que podría escapar con tan solo hojear unas páginas. Huir de todo y todos sin remordimientos por alejarme demasiado. Dentro del mismo universo de papel que fui construyéndome, hubo mundos que preferí por encima de otros. Los libros de uso son uno de esos espacios íntimos que disfruto sobremanera. Tienen una magia distinta, un poder añejo. Otro olor. Por ende, son capaces de hechizos más poderosos.
Con los años nuestras rutinas y modos de vida cambian, desplazándose lo que en la infancia era prioridad. Me he esforzado porque esa esencia me perdure y acorde a ello voy poco a poco haciendo coincidir trabajo con placer y puedo sentirme dichosa de haberlo conseguido.
Hace aproximadamente tres años fundé el proyecto Renacimiento, en honor a la librería que históricamente vendió libros de uso en mi ciudad natal: Santiago de Cuba. Recuerdo que estando en la Secundaria, hacía novillos o me escapaba de la escuela para recorrer esa librería de mi ciudad junto a mi mejor amiga, quien también padecía la misma bibliofilia.
“Rescátalo, no pierdas la oportunidad de llevar a casa la magia de un libro de uso”, es el slogan que usé esta vez en la recién culminada Feria Internacional del Libro.
Aquí, mi amigo Enrique Yecier y yo, tuvimos la oportunidad de tener un puesto de venta para dar cabida a nuestro sueño. Pero ahí no comenzó la cosa. El día antes, presionados por el tiempo, fuimos a casa de un abuelito, historiador, ex profe de la Universidad, a buscar los libros que estaríamos vendiendo y exponiendo durante la Feria. Cuando llegamos, el señor nos esperaba en la puerta. Nos hizo pasar y enseguida indicó el camino hacia el librero. Algunos clasificados, otros puestos al azar en cualquier rincón. Mientras limpiaba un poco comenzó a contarnos el actual problema con su señora, también destacada investigadora de la academia, a quien la edad ya le pasaba factura sin compasión. Ella iba y venía constantemente entre nosotros y él mostraba dedicatorias en los libros que alguna vez alguien escribió para su esposa. Imagino cuánto duele desprenderse de esos tesoros que guardamos durante tantos años. Yo no podría separarme de mis libros. Se lo comenté, pero respondió que ya ellos estaban demasiado viejos y que más dolor le causaría saber todo ese universo ahí, recibiendo polvo eternamente, o peor, sirviendo de envoltorio para maní cuando ya no estén y la calle sea la salida que encuentren los que vengan a quedarse con la casa. “-Mejor se lo llevan ustedes”, dijo. “-Si logran algo de dinero, perfecto, que una ayudita siempre viene bien, sino, pues los regalan. De seguro habrá quien los aproveche”.
Así cargamos entonces en nuestras bicis Enrico, cerca de sesenta libros que estuvimos vendiendo del 16 al 19 de marzo durante la Feria. Gracias a la colaboración del Centro Provincial del Libro, nuestro proyecto Renacimiento tuvo su carpa ubicada en la emblemática calle Enramadas, patrimonio de Santiago de Cuba, justo frente al Parque Serrano, lugar donde hemos desarrollado las ventas desde que surgió esta idea.
En septiembre del 2020 tuvimos la primera expoventa de libros de uso Renacimiento, en el marco de la primera edición de los premios El Creador, iniciativa de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), institución que agrupa a la joven vanguardia artística de Cuba. Un evento cuyo objetivo es reconocer y premiar los logros de los artistas más destacados durante el año y se celebra con todo un programa de actividades donde convergen disímiles manifestaciones artísticas. Desde entonces, eso hemos estado haciendo durante ese festival como parte de la Sección de Literatura de la AHS. Fuera de eso el proyecto ha tenido su espacio algunos fines de semanas en el mes y la aceptación por parte del público lector de la ciudad es gratificante.
En esta Feria del Libro no fue distinto. Personas de todas las edades se acercaron a la carpa rescatando libros de uso, brindándose la oportunidad de disfrutar no solo la historia del ejemplar, sino la que cuentan sus páginas, honradas y vividas ya por otros.
Le dimos una salida feliz a cerca de cien libros, al menos eso nos gusta pensar. Los rescatamos del olvido, del polvo y las polillas, para que cumpliesen de nuevo su cometido: “hacer viajar a alguien más, transportarlos a otro plano, servir de bálsamo ante tanta realidad, llenarlos de magia, la magia más poderosa, esa que no necesita varita ni invocación porque solo basta con oler un libro”.