Ana de Armas está en Cuba. Ella, sin dudas, es una estrella mediática por su relevancia actual en la industria cinematográfica de Hollywood. Que venga a Cuba a disfrutar vacaciones, que lo haga a cada rato, dice mucho más que cualquier declaración. Ella puede decir que en Cuba no hay apertura, pero su visita lo desmiente y el reflejo positivo de esa visita en la prensa cubana también. Ella necesita decir algo, la emplazan públicamente los poderes hegemónicos del imperialismo cultural, para que se pronuncie.

El hecho mismo de que se siente segura de venir y verla sonreír en las calles cubanas; ir a La Colmenita, disfrutar con su familia y amigos es una declaración en sí. La que aquí nadie le ha pedido. Eso lo sabe la maquinaria del odio y por eso arremeten contra ella y la presionan para que, como es costumbre en ellos, se pronuncie de acuerdo a su agenda de infamia. No sé si mañana lo hará, hay que tener coraje para resistir esa máquina de fango que buscará, si no se pliega, que Hollywood la cancele.

Ana de Armas y Paul Boukadakis con La Colmenita de Cuba. Foto tomada de Prensa Latina.

Nuestra prensa hace bien en reflejar la visita cuando lo hace sin sucumbir al colonialismo cultural. Ana de Armas es una actriz que ha triunfado en Hollywood. Es una figura pública. Eso no la hace, ni con mucho, nuestra mejor actriz, tampoco la condena por ello. Sin dudas, ese triunfo en Hollywood es también resultado de su talento, y mucho trabajo y esfuerzo. Esfuerzo pasado y presente. Ana no llegó donde está, comiendo pastelitos, lo hizo adaptándose a los cánones de ese cine, y dentro de ellos, logró destacarse para triunfar. Hay ahí dentro un mérito, no pequeño. Cuántos lo intentan y no lo logran. Sólo podemos alegrarnos por ella como individuos.

Pero si nuestra prensa sucumbe al colonialismo cultural y la refleja como el modelo de éxito a seguir, con tal de estar de moda y no ser pedante, entonces tenemos un problema, y no es Ana, es nuestra prensa. Si se sucumbe a eso, entonces hemos pasado de Ana como persona, con todo lo bueno que podamos desearle, a Ana como símbolo cultural, y eso es otra cosa.

Se puede celebrar la visita de Ana (la persona) a Cuba, por parte de la prensa nacional, sin sucumbir al colonialismo cultural. Es más, hacerlo bien demuestra nuestra capacidad de separar la paja del trigo y ser generosos (con ella y con nosotros) sin conceder.

Hollywood es la meca del cine comercial. Y es el cine hegemónico mundial y con ello, impone sus modelos y sus arquetipos de éxito cinematográfico, incluyendo los mal traídos y llevados Oscar.

“Se puede celebrar la visita de Ana (la persona) a Cuba, por parte de la prensa nacional, sin sucumbir al colonialismo cultural”.

Sin dudas, el cine norteamericano es capaz de hacer obras de arte de mucha valía, pero no más, ni mejores, que otras cinematografías. El cine norteamericano tiene un segmento que no tiene nada que envidiarles a otros en cuanto a calidad artística, experimentación y acierto; y dentro de él, hay películas que lo afirman. Quizás mañana Ana sea partícipe de ese cine de altos quilates, aún no lo ha hecho (a pesar de Marilyn), pero no tengo por qué dudar que tenga talento y tiempo para ello.

Como arquetipo Ana nos la presentan como la muchacha de país pobre, que emigra y triunfa. Que sea cubana le agrega a ese arquetipo la oportunidad de instrumentalizarlo como arma contra la Revolución. Y eso ocurre quiéralo Ana o no. Por eso no se trata de arremeter contra ella, que parece una buena persona con una sonrisa radiante y honesta. Le toca a nuestra prensa, no sucumbir acríticamente a la presencia de Ana en Cuba, sino distinguir entre la persona y el arquetipo, celebrarla a ella, mientras se desarma, se deconstruye al arquetipo y se le pone apellidos a la palabra éxito, talento.

Repito, Ana está lejos de ser nuestra mejor actriz, ni históricamente, ni entre las actuales. Es un hecho calificado en cuanto a la variedad y profundidad de personajes que ha hecho comparados con otras actrices nuestras. Y eso no es un demérito de Ana, al fin y al cabo, el arte no es una competencia, y, repito, no tengo por qué dudar que no tenga el talento y la disciplina para lograrlo.

La hegemonía cultural tiene como elemento definitorio imponer un modelo de éxito que asimilamos acríticamente. Nos venden que los actores pueden triunfar en muchos cines, pero no hay triunfo como el que se logra de hacerlo en Hollywood, y más aún, si es consagrado en los Oscar. Su sistema de estrellas es un mecanismo de control cultural. Las usan para demostrar la superioridad del American Way of Life, la superioridad cultural del imperio frente a nuestras culturas “atrasadas” y “disminuidas”. Las usan para vendernos no solo cómo vestirnos, qué comer y qué música oír, sino también para que nos transmita un mensaje político de que aceptar al imperio, es apostar al “éxito” y a lo “superior”. Y lo hacen, al margen de las voluntades individuales de esas personas. No tenemos que reafirmar ese mensaje colonialista.

“La hegemonía cultural tiene como elemento definitorio imponer un modelo de éxito que asimilamos acríticamente”.

Cuando resaltamos a Ana, de manera colonial, no lo hacemos a la persona, lo hacemos al arquetipo. Consolidamos la idea de éxito que nos venden, la validamos como nuestra concepción de éxito, y ayudamos a venderlo como tal. La validamos como portadora de un mensaje a seguir.

Y ese mensaje es el mismo que conduce a que si alguien tira dólares en una calle de La Habana, se arma un zafarrancho, o que tenga éxito un videoclip bochornoso que pretende rebajar nuestra condición de cubanos. Y vuelvo a insistir, no se trata de Ana la persona, se trata de no verla como tal y terminar validando el arquetipo, que ya no es ella como individuo.

Hay un término medio aquí que es posible lograr.

Hay deficiencias en una parte de nuestra prensa que no son resultados de otros, sino de nosotros mismos. No es poca la presencia del facilismo, la falta de profundidad, las carencias de anclajes históricos-culturales sólidos, de claridad semiótica.

Insisto, no tenemos que dejar de celebrar la visita de Ana, la persona, y, por el contrario, es deber de generosidad y tino crearle el ambiente propicio para que regrese cada vez que sienta nostalgia por su tierra. Que vea aquí un lugar que no le condiciona el regreso a que haga declaraciones forzadas. Que vea aquí refugio fuera de la banalidad agobiante del sistema de estrellas hollywoodense. Que vea aquí un enclave de una cultura que huye de los oropeles para anclarse en lo que emancipa, lo que combate la alienación que provoca el arte como consumo. Cada visita es un triunfo, no importa si después se sienta obligada a decir esto o aquello para calmar a las hienas subalternas de la mediocridad histórica.

Bienvenida Ana, la persona, después de todo, Cuba es su origen.

Texto tomado del perfil de Facebook del autor.

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