Como parte de las actividades desarrolladas con motivo del Festival del Humor de San Antonio de los Baños, este lunes 10 de abril se inauguró en la Galería de 12 y 23 la exposición Manuel es un manual, en homenaje al humorista gráfico Manuel Hernández Valdés. Merecedor del Premio Nacional de Periodismo José Martí (2001) y del Premio Nacional de Humor (2006), Manuel, así de sencillo, es algo más que un manual. De ello da testimonio la presente muestra expositiva, constituida por cuarenta obras, cuyos dos ejes temáticos centrales las relacionan con hechos de la actualidad nacional e internacional, a saber: las situaciones generadas en nuestra sociedad en su diario existir y las políticas injerencistas de las potencias a nivel global. Sin embargo, no por el impacto existencial y económico de los asuntos tratados, dejamos de sonreír y reflexionar, reflexionar y sonreír, ante cada pieza.
Con un dibujo de franca matriz expresionista, nuestro humorista habilita por igual la imagen de un mensaje de estricto carácter conceptual y uno de evidente aliento costumbrista. En la primera de las dos líneas humorísticas, por lo general, predomina la ausencia de “globos” o, al menos, la información escritural se reduce a la mínima expresión; es decir, el dibujo por sí solo es autosuficiente para darnos el sentido último del mensaje. En la segunda línea —dominante en la exposición— el espacio entre personajes y situaciones lo ocupa casi siempre el “globo”, cuyo contenido escritural complementa el sentido último de la propuesta humorística.
Manuel, una vez más, nos demuestra el carácter crítico de su obra, sin miramiento alguno ante lo que trasciende desde la mediocridad y el abusivo poder. Las esencias de nuestra cultura visual y las propias de la idiosincrasia del cubano de a pie se hermanan en cada propuesta suya, en un alijo de preguntas y respuestas, de situaciones y contradicciones, que no le dejan otro margen al receptor que aceptar sus consecuencias, casi siempre negativas, aunque factibles de corregirse, al aflorar en su rostro la consabida sonrisa, la prueba última que le da a la escena dibujada el valor de una verdad irrebatible. Con tal punto de vista, cumple una de las funciones del buen humor gráfico de todos los tiempos. Puede pensarse que su dibujo todo lo sabe.
“Manuel aún es mucho Manuel”.
La calle, la interminable e impredecible calle de la vida, es su fuente informante y, por supuesto, su objeto de arte. De ahí que en Manuel no haya conflicto alguno en representar una escena donde el único personaje es un señor de traje, sombrero de copa y abultado vientre, y otra donde sus protagonistas son dos burócratas en camisa, porque en ambos casos la verdad implícita en la crítica los justifica, dándole la unidad conceptual requerida. Por ejemplo, en el brazo derecho del encopetado personaje, nuestro humorista “posa” un avión de combate cual si fuera un halcón adiestrado para la caza, mientras que en la segunda propuesta un eufórico empleado le informa a su director: “¡Cumplimos el plan!”. A lo que este le responde: “Bien, ya puedes darle información a la prensa”. Con ninguno de los dos, Manuel transige, aunque su rostro aparente esa misma apacibilidad que tenía cuando lo conocí en la ya distante década de los 70. No se deje engañar por los manuales, estimado lector, mi semejante. Manuel aún es mucho Manuel. ¡Hasta la gráfica siempre!