La Escuela Cubana de Ballet: obra de nuestro pueblo
Una de las razones que convocó el XXVIII Encuentro Internacional de Academias para la Enseñanza del Ballet fue el deseo de apostar por el futuro; por eso la cita del 2023 se dedicó, con justeza, a las nuevas generaciones.
Realizado en los salones de la Escuela Nacional de Ballet Fernando Alonso, devino en enriquecedor intercambio artístico-pedagógico, sustentado en las bondades de la Escuela Cubana de Ballety en la vasta experiencia de nuestras maestras y maestros.
Cada una de las ediciones ratifica la valía de la Escuela Cubana de Ballet, y la eficacia de su metodología para la formación de bailarines. Recordemos las palabras del crítico mexicano Alberto Dallal en el ya lejano 1983.[1]
La Escuela Cubana de Ballet ha roto el mito de que el ballet, la danza clásica, es una práctica exclusiva de cuerpos de tipo anglosajón, o poseedores de determinadas medidas, dimensiones o especificaciones. Sus procedimientos resultan accesibles y aplicables para dotar de procesos y desarrollar las capacidades de cuerpos de variadas, distintas dimensiones.
La Escuela Cubana de Ballet es un fenómeno cultural, gestado en una pequeña isla del Caribe, en cuya raíz se encuentra la tríada Alonso: la bailarina excepcional que fue Alicia, un coreógrafo tan creativo como Alberto, y Fernando como maestro genial. Su máxima expresión es el Ballet Nacional de Cuba, una compañía que ha cosechado innumerables logros a lo largo de 75 años; que formó públicos para una expresión danzaria como el ballet, considerada elitista, y que en Cuba tiene miles de seguidores muy conocedores, capaces de provocar la admiración de expertos internacionales.
Agrupaciones como el Ballet de Camagüey, el Centro Prodanza y la compañía Carlos Acosta también son frutos de la Escuela Cubana de Ballet. El ballet se ha incorporado al entrenamiento habitual de Danza Contemporánea de Cuba, el Conjunto Folclórico Nacional, Lizt Alfonso Dance Company, entre otras. Y se enseña en varias academias del país, como en la Vicentina de la Torre en Camagüey, en la Universidad de las Artes (ISA), y en numerosas instituciones latinoamericanas, donde la metodología cubana para la enseñanza del ballet tiene muchos discípulos.
Investigadores, críticos, periodistas, gestores, publicaciones periódicas, libros, audiovisuales, programas de mano, archivos fotográficos, sedes de las instituciones, poemas, pinturas y esculturas, espacios radiales y televisivos tributan al espíritu de la Escuela Cubana de Ballet. Diseñadores de vestuario y escenografía, vestuaristas, tramoyistas, preparadores físicos y atrecistas acumulan experiencias en el trabajo con representantes de la Escuela.
“La Escuela Cubana de Ballet ha roto el mito de que el ballet, la danza clásica, es una práctica exclusiva de cuerpos de tipo anglosajón, o poseedores de determinadas medidas, dimensiones o especificaciones (…)”.
En tiempos de globalización, la tendencia es borrar todo rasgo nacional; el constante bombardeo de información que propician los medios de comunicación impone modas en todas las esferas de la vida. No importa en qué región del planeta vivimos, todos estamos pendientes de los Premios Óscar, o seguimos atentos la saga del divorcio de Shakira y el futbolista. Hace algunos años, el investigador Pedro Simón alertaba acerca de una necesidad:
(…) que la Escuela tenga cada día más conciencia de sí misma. Que desde las primeras figuras del Ballet Nacional de Cuba hasta el último estudiante de ballet, conozcan la razón de ser y las características fundamentales de la Escuela cubana. Que se comprenda el porqué de una Escuela propia. Que en lo artístico, ello representa enriquecimiento para el arte de la danza, con el aporte de una nueva manera de bailar, la cual es en nosotros más auténtica que lo que podría ser cualquier otra, porque parte de nuestras propias esencias.[2]
Uno de los pilares de la Escuela Cubana de Ballet es su metodología para la enseñanza del ballet, desarrollado en construcción colectiva, con los saberes acumulados por maestras y maestros. El Encuentro académico es una gran oportunidad de intercambiar conocimientos de aspectos técnicos, estéticos, éticos. La Escuela Nacional de Ballet Fernando Alonso cuenta con un claustro de excelencia, con pedagogas de vasta experiencia como Ramona de Saá, Martha Iris Fernández, Ana Julia Bermúdez, Esther García, Sara Acevedo, Lourdes Arnau, Wendy Ferrer; y otras muy jóvenes como Thalía Amelia González y Carolina Escobar, quienes laboran inspiradas en la sabiduría del maestro Fernando Alonso:
Para cumplir su enorme responsabilidad el maestro cuenta con una metodología, con sus conocimientos pedagógicos y con su talento personal. Es en la forma inteligente de utilizar estos elementos donde el profesor tendrá su mayor éxito. No todos los alumnos son igualmente dotados, no todos responderán en la misma forma, y el pedagogo se verá obligado a ser ágil en la aplicación de todos estos principios para lograr su fin.[3]
Y eso conecta con la afirmación de Alicia:
Hay otra cosa muy importante que debe señalarse en la Escuela cubana, y es que en ella se respeta la individualidad de cada artista. Aunque todos bailen dentro de la misma Escuela, esto no supone que se anule la personalidad propia de cada bailarín. Muy al contrario, se trata de que cada cual, dentro de la Escuela y de acuerdo al estilo de la obra a interpretar, haga además su aporte artístico personal.[4]
El Encuentro académico del 2023
Mediante talleres y conferencias se compartieron sistemas de entrenamiento como el Progressing Ballet Technique y otras modalidades danzarias como el jazz, el hip hop y el folclor. El dúo clásico, las puntas, las danzas históricas, maquillaje y vestuario volvieron a ocupar espacios en la agenda del Encuentro. El Taller de Crítica danzaria va ganando reconocimiento como parte fundamental del proceso de comunicación y valoración de la danza toda, y el concurso La Joven Crítica Pedro Ángel In Memoriam multiplica su alcance.
Tal diversidad de opciones para el aprendizaje es uno de los signos distintivos del evento, pues se pretende que estudiantes y maestros accedan al mayor cúmulo de información posible, dadas las altas exigencias del mundo profesional danzario, en el cual se le reclama al bailarín destreza técnica, capacidad interpretativa y experiencia intelectual.
Al Encuentro asisten habitualmente maestros y estudiantes de diferentes partes del mundo. El crítico venezolano Carlos Paolillo viene desde la primera edición, y ha sido testigo del crecimiento de los bailarines. Por ejemplo, fue miembro del jurado que premió a la primera bailarina Anette Delgado, y hoy comparte con ella el acto de reconocer a la nueva generación.
Otros llegan por primera vez; todos cargan con su propia experiencia, abiertos al diálogo. Esa apertura a nuevos saberes es otro de los rasgos de laEscuela Cubana de Ballet, pues se sabe que Alicia, Fernando y Alberto se nutrieron de elementos de otras escuelas y les pusieron el acento cubano, y así sucede hasta hoy. En diálogo con Loipa Araújo, una de las joyas de la danza cubana, el primer bailarín Dani Hernández le preguntó sobre asuntos a tener en cuenta para el futuro de la Escuela Cubana de Ballet. La maestra respondió:
En la medida que reforcemos lo que han sido siempre nuestras propias cualidades, las cosas que nos caracterizaron como Escuela y a la vez seamos capaces de abrirnos, de asimilar, incluir, de hacer nuestro todo lo bueno y grande que se esté haciendo en el mundo, pues nuestra Escuela estará ahí siempre presente. Pero te digo, no solo desde el punto de vista técnico; como espectáculo en general, lo técnico, artístico y la presentación de nuestros espectáculos. También están nuestros coreógrafos, creo que en ese sentido nos hemos quedado un poco atrás. En el mundo, el bailarín de hoy en día tiene que ser capaz de hacer de todo (…).[5]
Paralelamente a los talleres, se desarrolló el Concurso que pone a prueba las aptitudes de los participantes y les abre las puertas al futuro profesional. Dadas las circunstancias que atraviesa el mundo, donde muchos quieren alcanzar el éxito fácil a cualquier precio, una profesión como la del bailarín, que exige largos años de estudio, disciplina, esfuerzos constantes y consagración total, merece el reconocimiento. De ahí la satisfacción de los premiados.
Corresponde a cada una de las partes que conforman la Escuela Cubana de Ballet laborar sostenidamente, en estrecha colaboración, para preservar el legado de los fundadores, y trabajar para que siga cosechando lauros con las nuevas generaciones.
Preservar y desarrollar los logros de la Escuela Cubana de Ballet
Durante años investigadores, historiadores, críticos y periodistas han registrado las características de la Escuela Cubana de Ballet. Desde que Arnold Haskell saludara el milagro cubano hasta hoy, mucho ha llovido, y la Escuela Cubana de Ballet ha evolucionado con los aportes de bailarines, coreógrafos y maestros, acompañada por la crítica y por el público que sigue atento a sus figuras más relevantes y espera la aparición de los más jóvenes. La estudiosa Violeta Konsulova, de Bulgaria, apuntó:
(…) se tiene que subrayar también, junto con el célebre balance de los intérpretes cubanos, la coordinación precisa de los movimientos de todo su cuerpo, que los libera de la tensión muscular y les da la posibilidad de destacar su virtuosismo. Particular impresión hace la suave fuerza expresiva de los pies, que acerca su elocuencia a la de las manos. Además, se guarda la absoluta pureza clásica de la interpretación, impregnada de auténtica musicalidad. En otras palabras, los cuerpos de los artistas cubanos están afinados como instrumentos precisos, que pueden reflejar en el baile clásico las particularidades estilísticas de cada pieza de ballet, acentuar los matices imperceptibles en los movimientos clásicos que distinguen un autor de otro, una época estética de otra.[6]
Y continúa la investigadora:
(…) en lo que se refiere a la educación artística íntegra de los intérpretes del ballet cubano, esta abarca no solo su cultura puramente plástica, sino también su cultura teatral, como artistas que representan en la escena, siempre lógica, detallada y muy convincentemente, la conducta de sus héroes. La actitud hacia el valor teatral de la representación de ballet se subraya no solamente por los artistas, sino también en las soluciones escénicas de cada obra, lo cual también es un rasgo distintivo de la Escuela Cubana de Ballet.[7]
La Escuela Cubana de Ballet ha marcado una impronta en la cultura cubana, y en el ámbito danzario universal, inspirada en la legendaria Alicia, en su virtuosismo como bailarina y en su compromiso con este país. Signada por el carácter del pueblo cubano, la Escuela se abre al mundo en franco diálogo creativo, con una profunda carga anticolonial y con un carácter inclusivo que ofrece amplias posibilidades de desarrollo artístico a los cuerpos que no siguen los parámetros anglosajones; y en la cual mujeres y hombres blancos, negros, mulatos pueden alcanzar la gloria.
Corresponde a cada una de las partes que conforman la Escuela Cubana de Ballet laborar sostenidamente, en estrecha colaboración, para preservar el legado de los fundadores, y trabajar para que siga cosechando lauros con las nuevas generaciones.
Notas:
[1] Dallal, Alberto: “La Escuela Cubana de Ballet”. Tomado de revista Cuba en el ballet, 1983, Vol. 2, No. 2
[2] Simón, Pedro: “La Escuela Cubana de Ballet”. Tomado de revista Cuba en el ballet, 1973, Vol. 4, No. 3
[3] Alonso, Fernando: “La educación del bailarín”. Tomado de revista Cuba en el ballet, 1980, Vol. 11, No. 3
[4] Alonso, Alicia: “Sobre la Escuela Cubana de Ballet”. Tomado de revista Cuba en el ballet, 1976, Vol. 7, No. 1
[5] Hernández, Dani: “Loipa Araújo, una visión universal de la Escuela Cubana de Ballet”. Tomado de revista Todaladanza, No. 4, septiembre-octubre, 2021.
[6] Konsulova, Violeta: “Sobre la Escuela Cubana de Ballet”. Tomado de revista Cuba en el ballet, 1977, Vol. 8, No. 1
[7] Ibid.