Cuando el 27 de noviembre pasado se celebró la jornada Todo bajo control, en la que se incluían clases magistrales y un evento teórico en torno al bajo eléctrico, su evolución e importancia en la música en su rol de acompañante y protagonista, realmente se daba el primer paso para otorgarle a este instrumento el lugar, respetado, que merece.
La Sala de Teatro del Edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes fue el escenario privilegiado. Allí se dieron cita los soñadores y el público que aplaudió sin cesar, regaló la clave cubana con sus palmas y tarareó.
No quiso Rafael Paseiro, principal organizador, ni los demás (Pedro Pablo Gutiérrez, David Faya, Roberto Vázquez Ley, Roberto Álvarez Serra y Giselda Fuentes) que ahí quedaran los debates, intercambios, ideas, proyectos y aspiraciones surgidos al calor del momento. No. Soñaron un concierto y este jueves 9 de marzo lo tuvieron.
Una vez más la Sala de Teatro del Edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes fue el escenario privilegiado. Allí se dieron cita los soñadores y el público que, consciente de que asistía a un momento único, aplaudió sin cesar, regaló la clave cubana con sus palmas y tarareó.
Algo quiero destacar. Según uno de los presentes me comentó, realmente era una oportunidad auténticamente exclusiva, en tanto “los bajistas, por lo general, bajan la cabeza mientras ejecutan y son poco carismáticos con el público, porque eso lo hacen los líderes de las agrupaciones o quizás otros instrumentistas. Esta vez será diferente, seguro”.
Y así fue. No obstante, me siento en el compromiso de añadir a ese comentario que algunos de los protagonistas de la noche sí son perfectamente extrovertidos en el escenario, perfectos dialogantes con el público y proyectan una imagen desenfadada del instrumentista. Es el caso de David Faya, Giselda Fuentes, Julio César González y Rafael Paseiro, a ratos mesurado.
Roberto Vázquez Ley y Roberto Álvarez Serra e Ignacio R. Cervantes fueron (o son) más medidos, menos “explosivos”, y no me refiero al virtuosismo sino al movimiento corporal y la ejecución “suelta”, que también seduce al espectador.
Cada músico es un show en sí, y cada minuto en la escena es propicio para demostrarlo. La timidez les gana a algunos pero, ciertamente, despojarse de esos estereotipos, asociados incluso a un instrumento en sí, es esencial en estos tiempos.
“Cada músico es un show en sí, y cada minuto en la escena es propicio para demostrarlo”.
Justo este concierto, como el proyecto en general Todo bajo control, quiere desterrar esos pensamientos y aquellos que, reitero, ubican al bajo eléctrico en una posición de apoyo o de acompañamiento. Además, como explicara Paseiro al final del espectáculo, “reivindicarlo en la enseñanza artística, porque me resultó triste regresar a Cuba años atrás y descubrir que la cátedra del instrumento que existía desapareció. Rescatarla es vital para los estudiantes y para el futuro de la música cubana, que necesita del bajo, obviamente”.
El programa de la noche fue exquisito.
Una versión de la obra “Preludio, Fuga y Allegro”, de Bach, fue el primer regalo, interpretada por Roberto Vázquez Ley a media luz, seguido por “Longina”, de Manuel Corona, en un arreglo genuinamente cubano, por David Faya.
Recordando a su tatarabuelo, Ignacio R. Cervantes (El Chispa), ejecutó “Danzando”, acompañado por el también bajista Roberto Álvarez Serra, el pianista Juan Antonio Figueredo y Yoendri Perera, en la percusión
“Solo para adultos” es un tema que Rafael Paseiro compuso hace años y al que volvió, sólo por este concierto, junto al saxofonista Carlos Miyares.
Se demostró la capacidad de comunicación que un instrumento como el bajo puede tener.
En franco diálogo con el repentista Alex Díaz, el bajista Julio César González bajó las escaleras de la sala, entre las butacas y hasta el escenario, demostrando la capacidad de comunicación que un instrumento como el bajo puede tener.
Luego, junto a la violinista Ailín Pino en el violín se adueñó del momento y dos temas de su autoría fueron regalados, “Cuando llega la luz” y “Optimismo”, con Julio Rigal en la trompeta e Irán Frías (El menor) en la percusión.
Para bailar a golpe de música traída desde Martinica, Giselda Fuentes hizo sentir el toque femenino del bajo, junto al saxofonista Jesús Fuentes, Julio Valdés en el piano, Geoldys Cuma, en las congas y Rolando Javier en el drums mientras interpretaba “Ti mouton”, del martiniqués Eugene Mona.
La reafirmación de que Todo bajo control es mejor, llegó con el último tema de la velada, compuesto por Paseiro para la ocasión, en el que se sumaron los bajistas David Faya, Julio César González y Roberto Vázquez Ley.
Auguro nuevas iniciativas como parte de un proyecto que le permite brillar a un instrumento tan infravalorado.