Lo voy a confesar desde la primera línea, que no quede un atisbo de duda: Berta Mariela Casanovas Camps (Santiago de Cuba, 1955) es mi amiga. No hay, no encuentro mejor razón para estar aquí. La amistad es el puente del mundo. Estas palabras, sin embargo, no son el regalo que merecería; muy al contrario, constituyen un privilegio que ella ―generosamente―, ha depositado en mis manos. No todos los días uno asiste a un nacimiento, a la primera exposición de una artista.
“La amistad es el puente del mundo”.
Dígase artista y se adelantó mucho. Ya se dijo flama y se dijo arcano y sajadura. Todo aquello que brota de las mismísimas entrañas, que no tiene razones al alcance, sino la luz esquiva, fascinante de la creación.
¿Y si les digo que estas mariposas, que estos verdes y azules y soles, que a estos ojos enormes y encendidos que ahora encontráis, han hallado alas y brillo en el dolor, en las noches insomnes, en el albor sin oxígeno, en el feroz sacudimiento, en el abrazo vacío, el abrazo ausente, inefable, de un hijo?
“Dígase artista y se adelantó mucho. Ya se dijo flama y se dijo arcano y sajadura. Todo aquello que brota de las mismísimas entrañas”.
Para emerger de esas tinieblas, para correr el horizonte, ha de excavarse hondo ―muy hondo―, hay que exprimir el arcoíris, hay que mover las fibras de la vida, hay que hallar al fin la alegría en el aire. Eso ha hecho Mariela Camps.
Sin más modelo que su imaginación, sin otra guía que sus propias manos, la artista no ha reparado en hacer suyo, en tomar todo aquello que su sentido le pidió, que sus trazos demandaron. Acrílico, tinta china, pastel, lápices de colores, tempera, acrílico… todo sobre la cartulina.
Esta podrá ser una muestra pionera, mas todos los saberes de la artista aparecen aquí ―sintetizados y filtrados―, sus andares por el mundo del maquillaje, de las manualidades, de la educación infantil, de las máscaras…
En estas piezas caben el tríptico exuberante, la esbeltez como marca, el guiño a épocas pretéritas (y hasta a la manera cartelística de Toulouse-Lautrec); a la par que la fantasía desbordada, los pétalos, el folclor. Y por supuesto, el protagonismo femenino, evocado, transfigurado, condensado.
Extender la mirada al mundo drag, dota a la muestra de un espesor humano y un hilo contemporáneo, amén de demostrar la capacidad de la creadora para aprehender con particular acierto, esa atmósfera transgresora, intensamente plástica.
La muestra en su auténtica sencillez, desafía en su festín de colores, envuelve en sus diversidades, define en su síntesis. No todos los días uno asiste a un nacimiento. Estos son los trazos de Mariela, estos son los trazos del amor.