El afamado bailarín cubano Carlos Acosta, considerado una de las figuras más relevantes de la danza masculina desde finales del pasado siglo hasta nuestros días, acaba de sumar a sus múltiples galardones internacionales el Lifetime Achievement Award de 2023, otorgado en la 50 edición del prestigioso premio de Lausana, Suiza, en reconocimiento a su brillante trayectoria como bailarín, coreógrafo y director.
Nacido en La Habana, el 2 de junio de 1973, en el seno de una humilde familia, realizó sus estudios en las Escuelas Provinciales de Ballet de La Habana y Pinar del Río y los concluyó en 1991 en la Escuela Nacional de Ballet, en la capital cubana, bajo la guía de la eminente profesora Ramona de Saá. Su carrera profesional se inició, antes de graduarse, en el Ballet del Teatro Nuevo de Turín y en 1990 se hizo acreedor del Premio de Lausana, que abrió nuevas perspectivas para su casi legendaria carrera posterior, que ha incluido sus desempeños como Primer Bailarín del Ballet Nacional de Cuba, del English National Ballet, The Houston Ballet y el Royal Ballet de Londres, y como artista invitado de las más importantes agrupaciones danzarias, entre ellas el Ballet Bolshoi de Moscú, la Ópera de París, la Scala de Milán, el Ballet de Stuttgart, el American Ballet Theatre y el Ballet de Tokio. Su espectacular poderío técnico y una versatilidad estilística que incluye los roles protagónicos de la gran tradición romántico-clásica del siglo XIX y creaciones de los más prestigiosos coreógrafos contemporáneos, lo convirtieron en una de las más relevantes personalidades del ballet de nuestro tiempo.
Este Premio que ahora recibe viene a sumarse a una larga lista de lauros entre los que figuran los Premios del Círculo de la Crítica de Londres, que lo proclamó el Mejor Bailarín de la Gran Bretaña, el Premio Laurence Olivier y el Doctorado Honoris Causa de su Universidad Metropolitana, en Londres; la Distinción de Comendador de la Excelentísima Orden del Imperio Británico, el Premio de la Coronación Reina Isabel II de la Royal Academy of Dance, el Premio Benois de la Danza y el Premio Nacional de Danza de Cuba.
Su espectacular poderío técnico y versatilidad estilística lo han convertido en una de las más relevantes personalidades del ballet de nuestro tiempo.
En el 2017 Carlos Acosta fundó la Compañía Acosta Danza con sede en La Habana y desde el 2020 es director del Birmingham Royal Ballet.
En la gala de premiación, efectuada el pasado domingo 5 de febrero, en la mencionada ciudad suiza, el gran bailarín cubano, con su acostumbrada modestia, ante un auditorio en el que figuraban los 82 nuevos aspirantes al galardón, afirmó:
Este es el Premio de Chery —refiriéndose a su maestra Ramona de Saá— y de todos mis profesores cubanos. Y para aquel que me dio un buen consejo del cual me he sabido agarrar. Es para Iván Nagy, para mi mentor Ben Stevenson, para Anthony Dowell, Sara Agashanov y para el resto de mi familia del Royal Ballet. Este es el Premio de mi padre, que me enseñó que a la vida se le parte pa’rriba. Pero sobre todo se lo dedico a mi madre, que muchas veces sufría en silencio cuando me veía salir de la casa. Se lo dedico de corazón a todos.
En ese mismo contexto, dirigiéndose a la nutrida audiencia en la que predominaban jóvenes bailarines con un promisorio futuro, con gran emoción expresó:
Creo que los propios bailarines son los que más han evolucionado. El nivel ha aumentado grandemente, y lo que el cuerpo de un bailarín es ahora capaz de hacer es asombroso. En el ballet clásico, los pasos pueden ser los mismos; pero se ejecutan de manera diferente y existe un mayor deseo de que los bailarines de hoy se mantengan al día con un cierto nivel y tal vez incluso superen esas expectativas. Me encanta ver cómo la danza contemporánea también ha abarcado tantos estilos diferentes; las posibilidades son ilimitadas y emocionantes y los bailarines siempre deben estar listos para aprender nuevas técnicas.
Siento que esta competencia realmente significó el comienzo de mi carrera como bailarín y sé que otros bailarines jóvenes sentirán lo mismo. Es una oportunidad de ser visto por directores y mostrar de lo que eres capaz en el mundo del ballet, es simplemente una hermosa tradición. Seguir siempre buscando las estrellas y ser disciplinado contigo mismo. Muchos jóvenes bailarines se pierden en el mundo de las redes sociales, que es solo una realidad distorsionada. Ser capaz de hacer fouettés interminables no te convierte en un artista, así que nunca dejes de mejorar y trabajar en tu arte.