Cuando el sol se ponga sobre mí
La maldita muerte que nos ronda como si fuéramos presas. Llevo rato intentando dormir, es como un desasosiego y un desamparo en el alma que no me deja estar. Llego aquí. Leo a Randy Alonso Falcón y la noticia que no quieres, que no puede ser cierta. Elijo no creerla.
La memoria me rescata y allí voy a encontrarme con Teresa Melo desandando Matanzas —muy flaca y con el pelo muy largo—, en los bancos de la Facultad, con la misma sonrisa y llena de poesía el alma. No sé, la vida sigue empeñada en que los golpes sean tan duros. ¡Yo no sé! Sé que tú y Sigfredo Ariel ahora volvieron a juntarse.
Mientras la busco en mi biblioteca, aquí tranquila con su sonrisa, la leo y casi pasan el susto, el miedo y la tristeza infinita. Sigo esperándola en los días de la Feria.
“Las altas horas”
(…)
Hija mía. Sé libre.
Ama con esperanza, con ingenuidad.
Una taza de té empecé a tomar hace años
y hace más tiempo removía la carne temblorosa
que tomaría el té. Desde ese temblor
escribí, escribí:
ahora cuento las palabras
que quedan sin contaminar.
Dentro de mí el piso 23 la escuela
el corazón que cae.
Tú eres ese cuerpo sin fragmentar intacto.
Hija mía soy libre
te amo con esperanza, con ingenuidad.
Quédate cerca de la puesta del sol:
quien la fragmenta y disecciona
no puede hacer que el sol se ponga para ti.
Quien diseca la palabra
no puede hacerte vibrar con palabra alguna.
Eso te doy las puestas de sol que fueron
las sobre mí
las que te inquietarán y aquietarán
y esta palabra sin contaminar
para que la bebas con fruición
como la leche de las altas horas
la acunes, aprendas y mastiques
y te haga luz en la hora violeta
cuando el sol se ponga sobre mí.
Tomado del perfil de Facebook de la autora