El aniversario 170 del natalicio de José Martí, Héroe Nacional de Cuba, se celebra con exposiciones, emisión de sellos y billetes de curso legal, conciertos, publicación de libros y revistas. Los homenajes al pensador y prócer de la independencia cubana incluyen la conferencia internacional “Por el equilibrio del mundo”, en la que participan más de 500 personalidades y estudiosos de la obra de Martí procedentes de 40 países; entre otros, el exmandatario mexicano Miguel de la Madrid, el intelectual norteamericano James Petras y el escritor Ignacio Ramonet.
José Martí era un hombre universal, en la política, la independencia libertaria, la cultura y las artes. Dejó plasmadas palabras sobre la música que han quedado como un testimonio admirable.
El Apóstol de Cuba admiraba la música de José White; entre el 21 de mayo y el 4 de junio de 1875, publicó tres artículos en la revista Universal de México. En uno de esos artículos expresó:
Volvemos a llamar la atención sobre el concierto de hoy. White ya no es desconocido para el público: hay una lengua espléndida, que vibra en las cuerdas de la melodía y se habla con los movimientos del corazón: el color tiene límites: la palabra, labios: la música, cielo. Lo verdadero es lo que no termina: y la música está palpitando en el espacio. La música es el hombre escapado de sí mismo. Es la más bella forma de lo bello. Post-vida: esto nos dice en sus palabras mágicas la música.
El maestro demuestra que la música es algo más que “el arte de combinar los sonidos con el tiempo”. La música abarca muchos aspectos: científico, legal, médico, educativo, filosófico, psicológico, social.
Muchos desconocen que Martí se consagró durante un breve tiempo al estudio de la teorética musical; lo demuestra un libro titulado Tratado teórico de la música, del autor Narciso Téllez y Arcos, conservado en la Biblioteca Nacional José Martí de La Habana. En ese libro tan bien conservado se encuentra la firma inconfundible de José Martí, estampaba en tinta negrísima.
El descubrimiento lo realizó el escritor y musicólogo Alejo Carpentier, posiblemente en 1946, cuando llevaba a cabo una serie de investigaciones acerca de la historia de la música cubana, en la Biblioteca Nacional de La Habana. La crónica sobre este descubrimiento fue publicada por el novelista de El siglo de las luces, en el periódico El Nacional (Caracas, 4 de marzo de 1953), un poco después de celebrarse el centenario del Apóstol el 28 de enero de 1953.
Para el Apóstol, la música era algo más que “el arte de combinar los sonidos con el tiempo”.
¿Cómo Carpentier tuvo prueba de este descubrimiento?
Un día, revisando textos de didáctica de autores del siglo XIX —o editados en La Habana durante la pasada centuria— tropezó con un tomito titulado Tratado teórico de la música, cuyo autor era un tal Narciso Téllez Arcos.
Como el pie de imprenta era de La Habana, con fecha de 1868, Alejo empezó a hojearlo, aunque sin esperar grandes informaciones de un texto de simple teoría. De repente, detrás del frontispicio, apareció la firma inconfundible de José Martí.
Ante el arqueológico descubrimiento Carpentier quedó sorprendido, quizás un poco confundido, estupefacto; habían pasado muchos años desde que Martí había revisado tan significativa obra.
El libro había pertenecido al más grande hombre de Cuba, y los estacionarios de la Biblioteca, al clasificarlo, no habían observado esa importantísima particularidad. El volumen, aunque bien conservado, ostentaba las nobles huellas del estudio. Ciertos trazos a lápiz, frases subrayadas, correcciones manuscritas de erratas de imprenta, etcétera, revelaban, por parte de Martí, una muy atenta lectura.
Todo parece indicar que, en aquellos tiempos de finales del siglo XIX, no era fácil encontrar algún texto de música con mayor nivel. Carpentier comprobó que no tenía todas las posibilidades que exigía un estudioso como Martí.
Por cierto, Carpentier tenía la tesis de que los poetas suelen carecer de sentido musical; como muestra de ello ponía los ejemplos de Víctor Hugo, Verlaine y Valle Inclán: “Tal parece que la posesión de ritmos verbales propios de melodías interiores, se acompañe, en ellos, de una suerte de pereza de la sensibilidad ante una música formulada como hecho externo”.
Pero Carpentier reconoce que la regla tiene excepciones, existían casos como Paul Valéry, que era músico; también Hofmannsthal. En el caso de Martí se sabe que recibió elogios del compositor romántico cubano Nicolás Ruiz Espadero, y sus referencias a algunos músicos de su tiempo nos muestran al autor de Versos sencillos como un hombre dotado de una fina sensibilidad musical.
Las palabras que dedicó Martí al poeta José Joaquín Palma son dignas de publicar; es un documento de un conocimiento creciente y unitario; de enorme utilidad cuando se quiere saber lo que es un poeta, un bardo, juglar, aedo o rapsoda:
Tú eres poeta en Cuba, y lo hubieras sido en todas partes. En Grecia serías un scalder, trovador en España, rimador de amores en Italia. Cuando te desconozcan: ¡canta! Cuando te hieran: ¡canta! Canta cuando te llamen errante y vagabundo, que ese vagar no es pereza, sino desdén. Canta siempre, y cuando mueras, para seguir probablemente lejos de aquí cantando, deja tu lira a tu hijo, y di como Sócrates a sus discípulos en la tragedia de Giacometti: Suona e l’anima canta”.