Genuina exponente de la Bibliotecología en Cuba
Un pensamiento martiano asegura que un “alma rica puede dar mucho sin empobrecer”. Justo así es Araceli García Carranza Bassetti, quien a sus 85 años de edad y después de más de medio siglo de tantas y constantes entregas, continúa siendo dueña de una seguridad, confianza y entusiasmo verdaderamente admirables.
“Pertenezco a una generación amante de los libros y confieso que entre sus integrantes soy, sino la más, una de las más apasionadas a la Bibliotecología”.
Conoce de memoria cada espacio, cada rincón de la Biblioteca Nacional. Y aunque actualmente asiste solo una vez por semana a esta centenaria institución que honra el nombre de José Martí, “durante 60 años trabajé en ese sitio tan querido para mí de lunes a sábado de seis de la mañana a seis de la tarde”.
¿Por qué se decidió por la Bibliotecología?
“Comencé mi vida laboral en la enseñanza primaria como maestra auxiliar de preescolar, llamado entonces kindergarten. Había obtenido esa plaza por oposición, en 1957.
“Cuando triunfa la Revolución fui promovida a profesora de Secundaria Básica y aprovechando las grandes oportunidades de superación ofrecidas por el gobierno revolucionario, matriculé en la Universidad la carrera de Filosofía y Letras, de la cual me gradué con resultados académicos sobresalientes.
“Un día supe de la existencia de plazas vacantes en la Biblioteca Nacional. Le pedí al doctor Fernando Portuondo, que había sido mi profesor en la Universidad, una recomendación. Nunca olvidaré la hermosa frase con que respondió a mi solicitud: los buenos se recomiendan solos.
“Sin otra opción, me llené de valor y solicité una entrevista a la doctora María Teresa Freire de Andrade, que era por los años sesenta la directora de la Biblioteca Nacional. A esa extraordinaria mujer se le atribuye la refundación de la Biblioteca, por las grandes transformaciones que realizó en la institución. Sentó bases muy sólidas para el funcionamiento posterior de la que hoy es motivo de orgullo nacional.
“Finalmente resulté aprobada y así comenzó mi tránsito por la Bibliotecología. Era el primero de febrero de 1962. Al principio trabajé en el departamento de Catalogación que hoy se reconoce como Procesos Técnicos. Pero muy pronto pasé al departamento de Colección Cubana.
“Pertenezco a una generación amante de los libros y confieso que entre sus integrantes soy, sino la más, una de las más apasionadas a la Bibliotecología. Amo intensamente los libros y allí en la Biblioteca Nacional, entre libros nuevos y viejos, escudriñando papeles y documentos, encontré mi verdadera vocación, mi razón de existir”.
Más allá de sus responsabilidades en la Biblioteca Nacional y en su condición de Investigadora Titular, es autora de alrededor de un centenar de publicaciones entre suplementos, anuarios, cronologías y biobibliografías de prestigiosas personalidades que enaltecen la cultura nacional, como Alejo Carpentier, Fernando Ortiz, Emilio Roig y José Lezama Lima, por solo citar algunos.
“Dirigir el departamento de Colección Cubana me dio la posibilidad de conocer, de estudiar a profundidad la vida y las obras de grandes nombres de nuestra literatura y rápidamente encaminé mis pasos hacia sus biobibliografías. La primera fue la del doctor Fernando Ortiz”.
“Cuando en 1969 muere Don Fernando su biblioteca particular pasó a la Biblioteca Nacional. Enseguida me di a la tarea de organizar su papelería y al organizarla me percaté de la valiosa riqueza literaria que tenía en mis manos. Se me ocurrió entonces escribir su biobibliografía, que para mi dicha se publicó casi enseguida.
“Un proceso muy similar seguí con la obra de Ramiro Guerra, José Lezama Lima, María Villar Buceta, Elías Entralgo, Roberto Fernández Retamar, Emilio Roig y Eusebio Leal”.
De manera particular destaca la compilación de documentos de Alejo Carpentier, “a quien conocí en 1972 y desde el principio se mostró interesado en que hiciera su biobibliografía, publicada en 1984, lamentablemente cuatro años después de su muerte”.
“Solo espero contar con el tiempo suficiente para convertir en realidades todo cuanto me falta por hacer todavía”.
“A raíz de esa primera publicación, vio la luz un Suplemento. Seguidamente otro y ahora, de conjunto con la fundación que lleva su nombre, trabajamos un tercer suplemento.
“Asimismo estoy trabajando intensamente en la biobibliografía martiana, de la cual ya vamos por el Anuario número 46, en cuya elaboración colaboro con el Centro de Estudios Martianos.
“Acontecimientos históricos, como la Guerra de Independencia, han formado parte también de mis investigaciones, compilaciones y publicaciones”.
En fecha tan significativa como el 20 de octubre, Día de la Cultura Cubana, el ministro de Cultura Alpidio Alonso le impuso la Orden Félix Varela. ¿Qué representa para usted este alto galardón destinado solo a quienes han desarrollado una labor realmente meritoria a lo largo de toda su vida?
“Con anterioridad, exactamente el pasado año, recibí la Orden Carlos Juan Finlay, conferida por el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente. Pero la mayoría de los reconocimientos que me han sido otorgados provienen del Ministerio de Cultura. Entre ellos sobresalen la Distinción por la Cultura Nacional, la Medalla Alejo Carpentier y la Utilidad de la Virtud del Centro de Estudios Martianos. El Premio Nacional de Bibliotecología y el Instituto Juan Marinello me distinguió con el premio de Investigación Cultural.
“Como dijo nuestro Apóstol, los reconocimientos obligan. Por ello para mí representan mayor compromiso, más obligación con la cultura de este, mi país. Me siento obligada con esta cultura que admiro mucho porque además de grande es tremendamente rica.
“Con relación a la Orden Félix Varela, es un galardón muy importante que nunca creí merecer. Y además de ser motivo de regocijo para mí, lo fue igualmente para mis compañeros en los que percibí su alegría. Algo que resulta muy gratificante”.
¿A partir de su vasta experiencia, qué requisito no puede faltarle a un bibliotecario?
“No puede faltarle jamás la disciplina. Un bibliotecario tiene que ser, en mi opinión, una persona rigurosa, disciplinada. Otro requisito indispensable es la organización y el afán de superación. El amor a la profesión que realiza y a los demás. Si no es capaz de amar a los demás, no podrá nunca dar un buen servicio que es un proceso enriquecedor y aún práctico. Junto al amor está el respeto a los usuarios. La entrega total a una profesión cuya esencia es la prestación de servicios.
“Sería negar el desarrollo si me opusiera al empleo de las nuevas tecnologías. Pero ellas no lo son todo. Sencillamente las considero como un complemento, un auxiliar a ese trabajo tradicional que promueve el intercambio y esa calidez tan necesaria que debe existir entre usuario y bibliotecario”.
Para la doctora Araceli García Carranza, toda una institución privilegio de la cultura cubana, ¿qué significan seis décadas de labor ininterrumpida en la Biblioteca Nacional?
“La Biblioteca Nacional es mi gran paraíso. Es mi sitio más querido en el que me siento rejuvenecida. A esta institución he dedicado la mayor parte de mi vida y eso me causa un inmenso placer. Agradezco a la vida que me haya situado allí, donde me he realizado profesionalmente. Desde hace ya algún tiempo fui nombrada Jefa del Departamento de Investigación y en este, como en las demás responsabilidades, solo espero contar con el tiempo suficiente para convertir en realidades todo cuanto me falta por hacer todavía”.