Cosme Proenza, gratitud a un artista bendecido (o la poderosa adhesividad de la belleza)
La muestra colectiva Tributo a un artista bendecido, abierta al público en la Sala Principal del Centro Provincial de Arte de Holguín, constituye un homenaje de los creadores holguineros al pintor, escultor y dibujante Cosme Proenza Almaguer, quien falleció el 12 de septiembre pasado.
Cosme fue dejando, directa o indirectamente, primero desde las aulas de la Academia Regional de Artes Plásticas El Alba, donde impartió clases, y en conferencias e intercambios con los jóvenes artistas en los últimos años, una impronta visible, un influjo que se puede rastrear en la obra de muchos artistas de la provincia y de otras partes del país. Desde procedimientos técnicos —fruto de múltiples investigaciones— y ecos de los diálogos sostenidos con la tradición artística occidental, hasta abordajes temáticos, propios también de esa tradición, pero no anclados en el Renacimiento —como podría pensarse con las series Boscomanías y Los dioses escuchan—, sino como vimos en recientes muestras, relacionadas con la obra de Henri Matisse y con la abstracción, que de alguna manera, creía, es un punto culminante o delimitador.
Ya la pintura se acabó ahí, llegó a la belleza total con la abstracción. Cuando la expresión es igual a la belleza máxima y la belleza máxima es un cuadrado de un solo color, no hay nada más. Tope. ¿Y después de eso qué hay, si ya está a tope? Con la invención viene el juego, incluso hoy en día, con las cosas que se hacen, que son arte, artes plásticas, pero que no tienen pinceles ni pintura, o en las que ya no necesitas pinceles para hacer pintura. Si tuviera edad haría eso.
Se trata de búsquedas —en su afán investigativo, tanto de técnicas como de códigos, de variaciones y manipulación, de exploración de signos e intertextualidades, de utilización del pastiche, de afán lúdico— que le permiten trascender la acentuada mirada posmoderna.
La otra influencia, y quizá la más importante, es el eco que ha dejado su propia obra; ese hálito intangible y fecundo que Cosme emana en los demás creadores a través de sus piezas, en las diferentes exposiciones, en la circulación de sus obras de variados medios y formatos, en proyectos como el Parque de los Tiempos (inaugurado hace unos años en Holguín), en la articulación de una cosmovisión, de una poética tan reconocible como personal, tan sui generis como imantadora.
“Lo grande que tiene el arte es su capacidad de expansión. La belleza es imperdonablemente adhesiva, no hay manera de escapar de ella”, me comentó una vez. Esa capacidad de expansión, de resonancia fértil —ya sea con apropiaciones de códigos, piezas dedicadas a él, obras recientes o conocidas— distingue una exposición donde encontramos piezas de Jorge Hidalgo, Lauro Hechavarría, Miguel Ángel Salvó, Jorge Luis Cudina, José E. Leyva, Eduardo Leyva, Juan C. Anzardo, Rosa Leticia Leyva, María del Pilar Reyes, Luis Silva, Ronald Guillén, Víctor M. Velázquez, Ronaldo S. Pavón, Nalia Martínez Grau, Yuri Urquiza, Alfonso Tamayo, Dayamí Pupo, Javier Erid Díaz, Anibal de la Torre, Adria Bruzón, Daniel Pérez, Erlys A. Carballosa, Hennyer Delgado, Juan J. Cabrera Ortiz, Oscar García y Roger D. Ramón Fuentes.
El equipo del Centro Provincial de Arte, liderado por Yuricel Moreno Zaldívar, logró reunir en la muestra varias obras de Cosme, pertenecientes a la colección del Centro (una de las piezas, sin título, corresponde a la reciente Variaciones sobre temas de Matisse) y del Fondo Cubano de Bienes Culturales en la provincia, que muestran parte del desarrollo artístico del maestro holguinero y sus etapas de investigación. Entre estas se encuentran “Estudio para el mural Sol de Libertad”, fechado en 1984, en Kiev, Ucrania, en cuyo Instituto de Bellas Artes estudió; “Manipulación No. 61”; “La Ventana”, y una de Los dioses escuchan, su conocida serie.
Agradecidos ecos de una impronta
El Centro Provincial de Arte organizó también, en la sala Electa Arenal —como parte de la XXVIII Fiesta de la Cultura Iberoamericana—, el panel “Impronta del maestro Cosme Proenza”; un homenaje desde la memoria, la cercanía y el agradecimiento al artista nacido en Tacajó en 1948. Dicho panel, que tuve la oportunidad de moderar, contó con el artista y profesor Lauro Hechavarría, quien recordó mediante anécdotas su amistad con Cosme desde los años 70, y el calado de su obra en el corpus artístico cubano; mientras que la investigadora Ana Castro enfocó sus palabras en el trabajo pedagógico que realizó el maestro después de graduarse en la Escuela Nacional de Arte, y también a su regreso en 1985 del Instituto de Bellas Artes de Kiev, Ucrania.
Uno de esos alumnos, egresado de la Academia Regional de Artes Plásticas El Alba, el manzanillero Alexis Pantoja, discípulo consciente de Cosme, evocó los años de docencia, los sedimentos para el estudio del arte europeo desde esta parte del país y su influencia en jóvenes artistas como él y el holguinero Miguel Ángel Salvó. Por último, la realizadora audiovisual Alejandra Rodríguez Segura comentó sobre el proceso de filmación del documental Cosme, un enorme juego con el tiempo, que debe estrenarse a finales de este año.
“Holguín, sus creadores y su gente le agradecerán siempre a Cosme sus múltiples bendiciones”.
La presentación de la revista La Gaceta de Cuba (número 3 de 2019) en el Café Literario de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba holguinera, por el poeta y editor Luis Yuseff, con una entrevista que le realicé a Cosme Proenza hace unos años, y con portada e ilustraciones interiores suyas, formó parte del homenaje a un artista que, como pocos, supo hurgar en los entresijos de la historia y la evolución del arte occidental para entregarnos, lúcido y sincero, la poderosa adhesividad de la belleza.
En aquella entrevista, al referirse a Holguín, ciudad donde realizó la mayor parte de su obra, expresó:
Aquí experimento la admiración, pero no la admiración esa de sentirme un ícono, sino el orgullo que siente la gente al saber que aquí hay una persona que es reconocida, nombrada… Incluso aunque no entiendan el arte que haces. Y trabajar en estos sitios con la alta cultura trae precios si no lo manejas a lo largo del tiempo. Tengo una vida artística realizada y no me ha hecho falta estar en La Habana, sin embargo, disfruto mucho que a alguien que no es intelectual, que es una gente común, le guste mi obra. Me siento muy seguro de lo que he hecho, aunque la gente no siempre conozca el interior. Ser, desde Holguín, reconocido, visto, vale más que cualquier otra cosa; eso no se compra bajo ningún precio.
Holguín, sus creadores y su gente le agradecerán siempre a Cosme sus múltiples bendiciones.