Nota por El papel de lija, novela policíaca
15/1/2016
Nuevamente a disposición del público se encuentra la novela del joven puertorriqueño Alejandro Carpio (San Juan, 1980) con la que obtuviera en el año 2011 el Premio Latinoamericano Alba Narrativa. El papel de lija (Editorial Arte y Literatura), combina en una misma cuerda elementos típicos de la novela negra con fuerte contenido policíaco, sin menospreciar el humor literario, presente y efectivo en la mayoría de las 150 páginas del libro.
Además de lo atractivo que puede resultar un engranaje donde se enfrentan las autoridades y los delincuentes; los “buenos” y los “malos” tradicionales, Carpio supo barajar cuanta posibilidad narrativa le ofrecía su propia urdimbre literaria, para salpicar la narración con citas, homenajes, y verdaderos ejemplos de intertextualidad. Aunque no siempre logra su objetivo inmediato (lograr en el lector una suerte de Dejá Vú), se agradece el empeño por rendir tributo a grandes maestros de la literatura universal.
El ejemplo más evidente, que ilustraremos de inmediato, permite visualizar al antihéroe fundamental de El papel de lija, con lo cual se alcanza de un plumazo la doble acción de reverenciar al entrañable García Márquez, y describir al plúmbeo detective de la historia: “…Muchos años después, frente a un plato de codorniz, el teniente Félix Antonio Tirado había de recordar aquella noche remota en la que el servicio lo llevó a conocer el hielo”.
Quizá porque se trata de una novela premiada, la sometemos a un mayor rigor que a otras, en aras de aprender. Es así que llama la atención el giro que el autor va introduciendo en la densidad del lenguaje, al inicio bien ligero, sin pretensiones, con una mayor intención en la comicidad, y que poco a poco se va complejizando. Las alusiones a obras conocidas, literarias, cinematográficas y musicales cobran mayor peso, hasta alcanzar páginas enteras. De la misma forma, la trama se complica, aparecen nuevos asesinatos y mujeres seductoras, muy traicioneras, que contrastan con otras también en el extremo de las cualidades: una esposa aburrida y mofletuda que no hace más que cocinar postres, y una funcionaria del departamento de policía, ejecutiva y sin grandes atractivos físicos.
Ya cautivados por el dilema central (solucionar varios crímenes, al parecer relacionados entre sí) por parte del guloso investigador Tirado (antihéroe grotesco y de pocas luces, una mezcla entre el detective Aurelio Zen, del italiano Michael Dibdin y el divino Ignatius J. Reilly, de Kennedy Toole), aparece una suerte de ruido en el argumento: una trama paralela ocurre en India. No es sino mucho más adelante cuando sabremos los vínculos entre lo que sucede en sitios distantes (El mercado de Sarabha Nagar, en Ludhiana) y la mafia instalada en Puerto Rico. Un verdadero enjambre de malhechores integrada por exdiplomáticos, agentes privados, argentinos y matones de poca monta se mueve por San Juan con entera libertad. Disponen de una mazmorra donde interrogan a quienes consideren portadores de grandes secretos, llegando a la desfachatez increíble de torturar nada más y nada menos que al propio investigador Tirado. Confieso mi estupor llegado este punto de la lectura. Luego del placer que me produjo la primera mitad de El papel de lija, sentí el atropello del resto, hasta que Tirado, el policía aparentemente tonto, resuelve los casos cual Mandrake. No obstante, debe reconocerse el poder de entretenimiento de esta novela: asesinatos, intrigas y humor se dan la mano, aunque no pueda seguirse con lógica el ritmo de la podredumbre ética que Carpio intenta plasmar.